Populismo en crisis: ya no hay a quien culpar

¿Cuál es la mecánica gubernamental del populismo? Frente a una situación compleja, propone soluciones facilistas. Ante el fracaso, encuentra alguien a quien culpar. Y lo convierte en “enemigo”.

Esta lógica estructura todo proyecto de esa naturaleza. En Argentina se ha visto su funcionamiento en los más diferentes asuntos. Por ejemplo, ante la escasez de dólares a la que siempre condujo el modelo kirchnerista de economía cerrada y déficit fiscal por el “Estado paga todo”, decidieron que la solución era estatizar YPF. Un simplismo derivado de otro simplismo: creían que la petrolera era una caja fuerte repleta de divisa extranjera. Para mayores mediocridades, vociferaban que, si así lo quisiesen, podían pagar sólo un dólar para “recuperar” la firma. Como se avisó aquí el 28 de julio, ya se pagó hace una década el valor total de la compañía por sólo el 51% de las acciones. Y ahora, por el juicio perdido contra los accionistas minoritarios, puede llegar a pagarse el triple del valor de la empresa por sólo el 31% del paquete. ¿Respuesta? La culpa es de los fondos “buitres” y los tribunales “imperialistas” de EEUU. Cualquier crítica al gobierno “K” es de “cipayos”

El esquema de “gestionar – fracasar – culpar a otro” también ha servido para que el populismo explique su infierno más temido: la Justicia. Frente al desafío de elegir un compañero de fórmula, Cristina optó por el que sabía tocar la guitarra: Amado Boudou. Resultó que el “rock star” había usado sus influencias como ministro de Economía para el “levantamiento express” de la quiebra de la ex Ciccone, a la vez que mediante testaferros se quedaba con la gigantesca imprenta de billetes. La Justicia probó estas maniobras, lo condenó y lo encarceló. ¿Respuesta? La culpa es de “la corpo” de bancos y medios, que “jamás le perdonaron” a Boudou que liquidara las AFJP. Es decir, a Boudou “le plantaron evidencia”. No fueron drogas ilegales, sino la mayor calcográfica de la república.

El “relato”, por tanto, es tan sólo, la traducción de esta mecánica que consiste en afrontar desafíos, fracasar consuetudinariamente y, luego, transferir toda la responsabilidad a otros.

Claro está: hay un inconveniente. No se trata de una dialéctica regenerativa (como el ciclo “tesis – antítesis – síntesis”, de Hegel; o su “materialización” en la lucha de clases, de Marx), sino apenas de un ejercicio torpe, a la vez que desgastante. Pero, sustancialmente, se trata de una práctica limitada.

Puede que sirva con un sector del electorado, propenso a la amnesia selectiva, para “relatar” la condena en primera instancia contra Cristina por administración fraudulenta en la causa “Vialidad”. Pero no funciona para explicarle a los trabajadores (no a todos, cuanto menos) por qué tres de cada 10, con trabajo registrados, son pobres. Es decir, no sirve para justificar una inflación de tres cifras; una pobreza del 40% de la población; extinta inversión privada; nula creación de puestos de trabajo fuera del Estado; y jubilaciones que sólo se recompusieron un 37% en lo que va del año.

La economía kirchnerista ha fracasado. Echarle la culpa al macrismo por el endeudamiento contraído durante sus cuatro años, y responsabilizar al FMI por ello, ha sido la constante del cuarto gobierno “K”. Así fue apenas asumió, con el dólar “blue” a 69 pesos. Así siguió siendo tras el primer barquinazo con Martín Guzmán y el dólar ilegal (pero sin restricciones) a 298 pesos. Para entonces, ya la “pesada herencia” era, más bien, un atenuante. Con Silvina Batakis y su breve paso por la cartera nacional se sumó otro responsable: “la sequía”. Pero en ambos casos, las culpas ajenas eran el predicado de la renuncia del titular del Ministerio de Economía, que también se iba por su propio fracaso. Ahora hay un inconveniente: puede que el kirchnerato llegue a las PASO con el dólar evasor (pero el único que se consigue) al doble que como lo dejó Guzmán, hace un año. Con un agravante: el Ministro de Economía de Alberto Fernández es el precandidato a Presidente de Cristina.

Es, lo que se dice, todo un predicamento. Uno que estrella la mecánica “K”: frente al desafío de administrar la economía propusieron simplismos, fracasaron, y ahora no tienen a quién culpar. Por ende, el predicamento jaquea el “relato”, que ha comenzado a desentonar. Estridentemente.

Coherencia perdida

Cristina intercedió en favor del actual intendente de Tigre, Julio Zamora. La junta electoral nacional de Unión por la Patria le prohibió al jefe municipal, que quiere ser reelecto, llevar en su boleta al binomio Sergio Massa – Agustín Rossi. Es, por tanto, el único líder territorial que sólo puede llevar la fórmula Juan Grabois - Paula Abal Medina. La decisión busca beneficiar a Malena Galmarini (Massa es su esposo), quien también disputa la postulación para la intendencia tigrense.

En este contexto, la Vicepresidenta de la Nación reclamó a la junta electoral bonaerense de Unión por la Patria que le permita a Zamora, en las PASO provinciales, llevar en su papeleta la boleta con la precandidatura a gobernador del actual mandatario provincial, Axel Kicillof.

La decisión de Cristina fue leída, mayoritariamente, sólo en términos de la interna oficialista: ¿A quién, en verdad, apoya ella? Sin embargo, esta falta de sintonía fina parece exhibir, más bien, el grado de improvisación con que el kirchnerismo enfrenta estos comicios. La Vicepresidenta, por caso, parece estar acusando recibo del error que fue auspiciar la precandidatura de Grabois.

Si a Grabois le va bien en la PASO, entonces le irá mal a Massa, que es el precandidato de Cristina. Ella lo dejó más que claro el 9 de julio, cuando lo cubrió de elogios y lo emocionó hasta las lágrimas, en la inauguración del gasoducto Kirchner. El ministro de Economía necesita ser el candidato individual más votado, para disimular que Unión por la Patria no será la fuerza política con más apoyos. Ahora bien: si le va mal a Grabois, entonces le va mal al retoño de Cristina. Máximo Kirchner porfió por la precandidatura de Grabois, “el amigo del Papa Francisco”, en nombre de que eso garantizaba que no hubiera votos en fuga por la postulación de un neoliberal como Massa.

Cristina no sabe cómo jugar, entonces no juega. No volvió a retratarse con Massa. Tampoco con Grabois. No es “una genia” que quiere mantenerse al margen de los resultados, presumiblemente adversos: en realidad, ha jugado tan mal esta partida que lo que haga será perjudicial. En términos del ajedrez, quedó en posición “zugzwang”: cualquier movimiento será para empeorar su situación.

El aval de Cristina para Julio Zamora, igualmente, fue un cimbronazo para Malena Galmarini. Pero ella tampoco ayuda. Declaró, toda jovial, que como titular de AYSA (Agua y Saneamientos Argentinos SA) puso “un poco más de recursos” en Tigre. Sí: ahí donde quiere ser intendenta. Claro está, hay una razón para ello: “uno siempre tiene su coranzocito en el lugar donde vive”. También es cierto que esa pobre gente que vive en los countries de Nordelta, asediada por carpinchos, merece un poco del “Estado presente”…

Germina, entonces, un proyecto de reforma del Código Penal: cuando se empleen en beneficio propio (por ejemplo, en razón de la candidatura en un distrito) trabajos o servicios pagados por la administración pública, no se considerará “peculado de trabajo o de servicios” si el funcionario declara haber hecho la maniobra “de corazón”…

No menos cierto es que mal puede culparse a Malena de poner AYSA al servicio de su carrera política, teniendo en cuenta que Cristina lleva cuatro años poniendo al Senado al servicio de su agenda judicial. Por caso, acaba de fracasar el intento “K” de mantener a Ana María Figueroa como jueza de la Nación. La actual presidenta de la Cámara Federal de Casación Penal, cercana al oficialismo, cumple el miércoles 75 años. Por tanto, debe jubilarse. Pero como ella entiende en el pedido de reapertura de la causa “Hotesur – Los Sauces” (investiga por supuesto lavado de dinero a Cristina y sus hijos), el oficialismo quería que siguiese en el cargo hasta los 80 años.

Como no reunieron los votos, el Senado no sesiona. ¿No hay otros temas en carpeta? Sí: la designación de 75 jueces y fiscales, que cubran las espaldas “K” ante una eventual retirada.

Patrullas perdidas

Si las instituciones controladas por el kirchnerismo no tienen brújula, no es difícil inferir que, debajo, hay sectores con filiación “K” que lucen como patrullas perdidas en el invierno del descontento. El caso de la agrupación “Soberanxs” es toda una economía de ejemplos: técnicamente, eran tres miembros. La ex embajadora en Venezuela Alicia Castro, el ex vicegobernador bonaerense Gabriel Mariotto y el mencionado Boudou, que ahí dejó de ser amado: lo echaron. ¿La razón? Haber apoyado las negociaciones de Massa con el FMI. Es decir, que se haya quedado con la ex Ciccone es una anécdota. Lo de buscar que el país no entre en “default”, en cambio, es imperdonable.

El desbande se completa con la vocera presidencial. En su última conferencia de prensa puntualizó que “todos los indicadores macroeconómicos”, al Gobierno, le “dan positivos”. Ratificó que en la Argentina “no hay hambre”, sino casos “puntuales donde hay situaciones de desnutrición que no tienen que ver solamente con el acceso a los alimentos”. A ello agregó: “¿Hay gente que come en comedores? Por supuesto. ¿Y tienen hambre porque comen en comedores? No, comen en comedores“. Finalmente, manifestó: “No es cierto que seis de cada 10 niños en Argentina tengan hambre”. Estaba respondiendo al dato de que el 60% de los chicos argentinos son pobres. “Cuando uno gestiona y cuando ve la película total, tiene que diferenciar las fotos puntuales que puede sacar una ONG de lo que es el escenario completo y total”, reclamó.

Eso sí: la cifra del 60% de pobreza infantil no es una ONG, sino del Indec. El “relato” del Gobierno desmintiendo al Gobierno es igual a un perro que intenta morderse la cola. Y lo consigue.

El populismo es propenso a la eliminación de fronteras. Borra los límites entre el Estado y partido. Borra los límites entre la soberanía del pueblo y las decisiones coyunturales de los gobernantes. Borra los límites entre el poder y la razón: los votos dan poder, pero no dan la razón. Se lo ve hoy en la economía. Se lo ve en la política, ahora que las elecciones se pronostican adversas para los “K”. Sin votos que le den “la razón” desde 2021, al kirchnerismo se le notan, y mucho, todas sus sinrazones.

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