Entre el mileísmo naciente y las curiosidades peronistas

El sacudón político que experimentó el país hace una semana por un resultado inesperado, hasta para el propio victorioso.

Vayan dos curiosidades numéricas con implicancias políticas. La primera es especulativa, pero sugestiva: si el oficialismo tucumano hubiera repetido el resultado electoral del 11 de junio, Massa y Unión por la Patria habrían salido segundos en las PASO; y habrían reducido la diferencia con la Libertad Avanza. La segunda es incontrastable: es la primera vez que en Tucumán, en una primaria abierta presidencial, el candidato a diputado nacional del PJ saca más votos que el postulante principal a presidente del propio oficialismo. Nunca pasó antes; curioso, inédito, significativo. ¿Algo extraño sucedió? Ya lo veremos, antes vamos con el sacudón político que experimentó el país hace una semana por un resultado inesperado, hasta para el propio victorioso.

Digamos que Milei no cerró una grieta, sino que abrió otra; la de él de un lado y la del resto, la casta, la dirigencia tradicional o los políticos profesionales, del otro. Está claro que más de siete millones de argentinos se identificaron con el libertario, por las razones que fueren; son los nuevos orilleros de la flamante grieta abierta en las primarias del domingo pasado. En la otra orilla se ubican los de siempre, los simpatizantes del oficialista Unión por la Patria y los seguidores del opositor Juntos por el Cambio, los que, entre ambos, sumaron a más de 13 millones de adherentes a la “vieja política”, por definirlo de alguna forma y para contrastarlos con los mileístas y lo que crean que represente el mileísmo.

A partir de esta nueva realidad política, en la Argentina de las divisiones se viene una llamativa disputa entre los que se ubicaron segundos: convertirse en la contraparte del que vino a desalojarlos de la comodidad y del disfrute de su propia grieta. Era un hábitat compartido, pero les crearon otro; entonces, a evolucionar y a reinventarse. Y por una cuestión de supervivencia. Al elegir mayoritariamente a Milei, lo que hicieron sus votantes fue instalarlo como el opositor más creíble frente al justicialismo que gobierna el país, exponerlo como el que lo puede desplazar del poder. A la vez, convirtió a Juntos por el Cambio en la segunda opción electoral opositora, en el jugador suplente en la disputa por el poder con Unión por la Patria. Los mandó al banco.

La posición en la grilla es incómoda para los ex Cambiemos, porque un novato no sólo les arrebató sus banderas de lucha contra el oficialismo, sino que instaló a ambas alianzas en el mismo plano. Frente a ese marco de referencia, ¿cómo hace la sociedad Macri-Bullrich para convencer a los cordobeses que acompañaron al macrismo en los últimos lustros (Milei los dejó terceros, detrás de Schiaretti, que quedó segundo) o a los mendocinos que respondían a la UCR (en su tierra los radicales salieron detrás del libertario) que siguen siendo la alternativa al peronismo gobernante? Si esos bastiones amarillos se tiñeron de violeta. El hecho de que esos electores les hayan dado la espalda es más que significativo. ¿No creen que puedan ganar y ahora buscan otra alternativa? Lo más probable es que sí, lo cual es un mensaje inquietante para la coalición.

La pregunta es obvia, ¿cómo hará hasta octubre la “casta” de Juntos por el Cambio para convencer que Milei es una mala copia suya, un aspirante falso, que ellos son los verdaderos adversarios del Gobierno, los únicos capaces de ganarle la elección? Si la táctica electoral es siempre ubicarse en un extremo de una eventual polarización, entonces, cómo hará la dupla Macri-Bullrich para recuperar la identificación de ser los contendientes directos de Unión por la Patria, especialmente cuando Milei les arrancó la casilla del medio. ¿Ser más duros que Milei o presentar mejores propuestas que el libertario a la sociedad? He ahí el dilema.

Tener que pelear a dos puntas, contra Milei y contra Massa a la vez, le producirá un gigantesco desgaste y una tremenda debilidad, porque tendrá que seducir a los desencantados del espacio y convencer -como alguna vez lo dijo el ahora desdibujado Alberto Fernández- que volvían mejores que en 2015. Difícil, gran parte de la sociedad decidió abrirle una gran puerta al líder de Libertad Avanza, e incluso -y en gran medida- los propios justicialistas le aportaron sus votos. Veamos los números de Tucumán para confirmarlo.

Milei, a partir de los números del 13, está a 10 puntos de convertirse en presidente en primera vuelta, para lo que necesita sumar 2,4 millones votos más, y que las otras dos fuerzas repitan sus valores (artículo 98 de la Constitución nacional). Picó en punta y objetivamente está más cerca. Por eso es natural, lógico, básico y de manual, que el Gobierno nacional y toda la dirigencia de Unión por la Patria elija como contrincante al libertario para atacarlo; siempre se le pega al primero, al que está mejor ubicado -nunca al de abajo- para polarizar o tratar de rivalizar en el mismo nivel. Para el oficialismo es una tarea fácil -mejor aún si a la vez ningunea a Juntos por el Cambio-, especialmente desde que Cristina avisó que Milei era el enemigo. Las urnas le dieron la razón.

¿Le alcanzará al oficialismo con recuperar a los propios desencantados para llegar al balotaje? Más aún, ¿los recuperará? También le dieron la espalda. Es porque no mejoraron sus condiciones de vida, las empeoraron. Que el oficialismo no tenga un único líder que los aglutine verticalmente no es razón suficiente para entender el mensaje que recibió de la propia tropa.

En ese marco, Massa apuesta a que lo vean como el jefe político que puede emerger de la contienda y, a la vez -lo más complicado- mostrar que puede mejorar los índices sociales y económicos. Le queda muy poco tiempo, pese a que aceptó ese desafío. Pero apareció Milei en lugar de Bullrich y le pateó el tablero. Ahora su mayor desafío es llegar al balotaje, no como primero, sino como segundo, y hasta arañando ese lugar. Una vía, además, de jugarse con su gestión, es apostar a que las estructuras provinciales del PJ funcionen a pleno y actúen como una maquinaria electoral. Ese mecanismo necesita recursos, los que no existieron el domingo pasado. Las cifras lo revelan: con el sistema de acople, el 11 de junio, el PJ consiguió 612.000 votos; el domingo pasado, con las PASO, Massa obtuvo 313.000 sufragios. La diferencia, tremenda, fue de 300.000 sufragios. Si hubieran aparecido esas 300.000 adhesiones, el tigrense habría superado en votos a Juntos por el Cambio -como coalición- y hubiera sido segundo.

Al respecto, un jaldista deslizó una afirmación temeraria, con una clara intencionalidad política, demostrando que las diferencias internas en el PJ subsisten: el peronismo tucumano fue culpable de que Massa no fuera el segundo. Al revelar la condición de “jaldista” se está diciendo bastante; básicamente que hubo alguien en especial o varios que no jugaron lealmente en el espacio. Ni falta hace decir quién o quiénes, basta imaginarse por oposición a quién se dirige el señalamiento.

Como siempre, observar las cifras con detenimiento permite realizar especulaciones. Y hasta teorías conspirativas. Veamos, por ejemplo; en las primarias de Unión por la Patria, Massa, como precandidato a presidente por la lista “Celeste y Blanca”, logró 279.766 sufragios. Su rival, Juan Grabois, de la lista “Justa y Soberana”, obtuvo 33.319 adhesiones. En cambio, Pablo Yedlin, como precandidato a diputado nacional, consiguió 295.149 sufragios. Es decir, más adhesiones que el tigrense.

Llamativo. Nunca antes en la historia del peronismo tucumano un precandidato a diputado o a senador nacional -ni en las PASO y luego tampoco en la generales- había obtenido más votos que un precandidato presidencial. Algo sucedió, todo un misterio a desentrañar. Para algunos la situación es más que clara. Quedará para el análisis partidario, lo único real es que el gobernador electo, Osvaldo Jaldo, se habría comprometido ante Massa a obtener un resultado contundente en la provincia en octubre, y a doblegar electoralmente a Milei.

En el medio se puede mencionar otro aspecto significativo y que algo dice del voto peronista, especialmente en la Capital. Hace dos meses, los jefes territoriales del PJ -al frente de decenas de acoples- conquistaron la ciudad, doblegaron al alfarismo y pusieron a frente de la intendencia a Rossana Chahla. El domingo pasado, Massa no ganó en ningún circuito capitalino, los que se repartieron entre Milei y Bullrich. ¿Qué pasó? Perdieron entusiasmo, lealtad o incentivos. Es a lo que debe precisar Jaldo para recuperar esos 300.000 votos que se perdieron en el camino y que le impidieron a Unión por la Patria ser la segunda fuerza más votada en el país.

Por cierto, vaya otro dato curioso: hace 20 años que el PJ no perdía una elección nacional en Tucumán, la última vez fue en 2003, cuando Ricardo Bussi -el ahora aliado del libertario- le ganó la votación a senador al oficialista Frente Fundacional que encabezaba el ex gobernador Julio Miranda.

Comentarios