NOVELA
ELIZABETH FINCH
JULIAN BARNES
(Anagrama – Barcelona)
El prestigioso escritor inglés Julián Barnes nos ha vuelto a maravillar con su Elizabeth Finch, en la que, ante todo, sorprende por deleitarnos con uno de los mejores, más expresivos y logrados retratos novelísticos, en este caso de la protagonista. Perfil que no se rebaja a la socorrida descripción de su aspecto, su altura, sus detalles personales, es decir a su imagen física, sino que se nos va presentando ella misma en el modo en que actúa, incluyendo su vínculo con el narrador, sus pensamientos, opiniones, y sus diálogos con él y los demás personajes. Y nos resulta así una persona muy cercana, vívida y empática, de esas que J.D. Salinger decía que después de leerlas le daban ganas de hacerse amigo, de llamarla por teléfono. Barnes nos cuenta su modalidad, poniéndola en boca de Neil, el narrador: “Elizabet Finch delante de nosotros, hablaba casi en una prosa escrita, sin ninguna separación perceptible entre el cerebro y la lengua, serena, elegante, inquietante, completa. ¿Era una elaboración, una persona que había pasado años trabajando en cierta forma de presentarse a sí misma…? Artificial, en otras palabras. Esa artificialidad, sin embargo, estaba al servicio de la autenticidad…. Nuestras fantasías estudiantiles sobre ella tendían siempre a lo turbio y lo glamoroso… Me la imagino siempre sin problema como una abadesa frente a un convento medieval… Pero no, Elizabeth Finch no era ninguna abadesa, ni ninguna Santa Úrsula, no digamos ya una de sus once vírgenes”.
Admiradora del mundo clásico, su héroe era el último emperador romano: Juliano el apóstata. Al morir, su discípulo y admirador Neil, como un homenaje, se impone la tarea de escribir un ensayo sobre Juliano a partir de las notas e interrogantes que Elizabeth dejó, a través de los cuadernos que le ha legado: “Aquellas dos iniciales en uno de los cuadernos -apunta el narrador- en lo alto de una página en blanco: PG… poco a poco, comprendí a quién se refería: al Pálido Galileo”.
Se trata de Juliano el apóstata, el último emperador romano pagano de Roma, asesinado en el desierto persa, reducido por el pálido galileo. “Tomé el cuaderno –comenta el narrador- con la lista de lecturas y volví a las cajas de libros del pasillo Swinburne, Anatole France, un ensayo sobre Juliano…” Juliano se impuso a lo largo de los siglos XVIII y XIX. Schiller, Goethe, Byron se refirieron a él ahondando en su trayectoria. Pero es a través de Elizabeth Finch que se nos aparece en su toda su radiante presencia, redivivo.
No cabe duda que en Elizabeth Finch, Julian Barnes nos regala un texto plural y poliédrico: una reconstrucción biográfica, lírica, mitológica y filosófica a través de una novela que reivindica el poder y la gloria del género.
© LA GACETA
FERNANDO ÁNCHEZ SORONDO