Estado presente, pobreza creciente

Estado presente, pobreza creciente

La pobreza sigue creciendo, lo que era esperable porque no se hizo nada serio para reducirla. Un buen ejemplo de visión errada lo dio Sergio Massa cuando recientemente dijo que se construyó Estado pero no alcanzó. Es al revés. El exceso de presencia estatal es una causa de pobreza.

El Estado puede hacer mucho por reducir la pobreza, pero lo esencial es apuntalar condiciones para crear riqueza. Argentina ya lo vivió. Su gran despegue ocurrió hacia 1880, justamente con la construcción del Estado moderno. Porque no fue el azar de un superciclo de precios internacionales de commodities; Ucrania es una pampa húmeda en Europa pero las inversiones y las personas no fueron allí. La diferencia estuvo en el marco institucional, con una Constitución Nacional garantista, un Código Civil moderno, un Poder Judicial no partidista y un Estado fomentando la construcción de infraestructura e impulsando la educación. No era un país perfecto, pero comparado con el resto del mundo era de avanzada. Por algo los inmigrantes lo eligieron masivamente y millones se quedaron.

El Estado de hoy no se parece al de entonces. Más bien se dedica a interferir con la actividad privada, que es la principal generadora de riqueza, y a repartir dinero prácticamente sin incentivos ni condiciones para la superación individual de quienes lo reciben. Otro ejemplo del contraste: los resultados de la educación pública son claramente malos, con la escuela cada vez más en la función de comedor y refugio para los niños y menos en la de incrementar el capital humano y la cultura del mérito.

Incluso la idea de dignidad quedó reducida, en el argumento estatista, a tener bienes materiales distribuidos por un puntero y no a tener trabajo con cuyos frutos cada uno haga lo que le parezca. Clientelismo disfrazado con el nombre de justicia social.

Expresión deletérea si pretende connotar una injusticia en la distribución del ingreso resultado de un sistema que entonces es perverso. Y de allí la impugnación al espíritu de empresa y la libertad individual. Pero es una equivocación. Por tomar un caso útil por su magnitud, aunque sea extranjero, véase la fortuna de Bill Gates. ¿Por qué debería estar obligado a “devolver” parte de ella a la sociedad? En realidad su riqueza (y la de muchos otros empresarios) es la devolución que la sociedad les hace por los beneficios que ellos le brindaron. Y quienes más beneficiaron a la comunidad tienen mayores ingresos. Después de todo, las personas pagaron por la informática debido a que ella elevó su calidad de vida.

Mientras haya mercados competitivos y no ocurran estafas ni abusos la distribución del ingreso es justa en cuanto responde al mérito demostrado de beneficiar a los demás. Lo chocante de las diferencias de ingresos es otra discusión, pero si se planteara no debería olvidar que las redistribuciones tienen el riesgo de desincentivar la creación de riqueza, lo que afectaría no sólo el bienestar de los empresarios sino también el de los consumidores, de potenciales trabajadores e incluso el de quienes recibirían los subsidios.

Diferentes son las ideas de compensar el azar de nacimiento, que es a-justo, brindando oportunidades para condiciones iniciales de vida dignas desde las que esforzarse en la cantidad y variedad de oportunidades que permita el sistema, y la de reparar las caídas en la miseria. Así también una cosa es la caridad, que es individual y con los recursos propios y que no espera nada a cambio, y otra que el espíritu solidario movilice la acción común para tender una mano como respuesta social.

Las causas de la pobreza en Argentina se asoman en la amplitud del fenómeno de los asalariados formales con ingresos por debajo de la línea de pobreza y en la creciente proporción de trabajadores informales. Que en parte se deben a la posición de los principales miembros de la burocracia sindical, quienes responden a la caricatura del neoliberal. Porque aquella realidad aparece junto a una baja tasa de desempleo, que le debe mucho a la ausencia de derechos laborales (trabajadores en negro) y a los bajos salarios (formales e informales), consecuencias de las conductas sindicales de sostener normas arcaicas y de apoyar un gobierno empobrecedor. Es por ello que millones de argentinos consiguen trabajo moviéndose fuera del sistema formal sostenido por la burocracia sindical. Por eso no debe extrañar el apoyo a Javier Milei, por ejemplo, de los cadetes de mensajería. Después de todo, Milei ataca el sistema formal que los rechaza. Claro que en una economía liberada se podría invertir y crecer dentro de la ley. En la economía en negro no conviene porque uno se delata solo.

Para finalizar debe recordarse que los salarios crecen cuando aumenta la productividad de la mano de obra y que ésta aumenta cuando hay inversiones en tecnología y se incrementan las capacidades de los trabajadores, factores que requieren seguridad jurídica, estabilidad de precios, calidad educativa, cultura de trabajo y agilidad para la formación y el desarrollo de las empresas. Justamente todo lo que el gobierno no apoya.

Por eso crece la pobreza. No por el imperialismo, el FMI o cualquier otro fantasma que el populismo agite. A trazo grueso (la correlación no es perfecta) véanse las recomendaciones clásicas, no importa quién las haga, y las respuestas locales. Se recomienda bajar el gasto público y el gobierno lo aumenta; reducir el déficit fiscal, y el gobierno lo incrementa; impuestos razonables, y el gobierno los sube; dólar competitivo, y el gobierno lo congela; dólar único, y el gobierno multiplica cotizaciones; economía abierta, y el gobierno la cierra; mercados fluidos, y el gobierno los interviene; modernización laboral, y el gobierno protege al sindicalismo prehistórico; reducir el ritmo de emisión de dinero, y el gobierno lo aumenta; fomentar el nacimiento de empresas, y el gobierno las ataca; seguridad jurídica, y el gobierno saca leyes a troche y moche e interfiere con la tarea judicial. ¿Y la culpa es de las recomendaciones y no de las acciones?

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