Corea-Japón 2002 nos mostró el futuro, pero no lo supimos ver y ya es demasiado tarde

Hoy la FIFA decidió subir la apuesta. El Mundial 2030 se disputará en seis sedes diferentes, repartidas en tres continentes y dos hemisferios distintos.

Corea-Japón 2002 nos mostró el futuro, pero no lo supimos ver y ya es demasiado tarde IMAGEN TOMADA DE OLE

Tal vez muchos recuerden Corea-Japón 2002 por el gran fracaso de un equipo dirigido por Marcelo Bielsa y por haber sido el primer Mundial organizado por dos países. Sin embargo, ese torneo fue un anticipo de lo que se venía. Pero en aquel momento no pudimos interpretarlo.

En 2026, la Copa del Mundo se llevará a cabo en Estados Unidos, México y Canadá. Allí, no sólo se ampliará el número de países que serán sedes, sino que, además, será la primera vez que 48 selecciones disputen la competencia (hasta Qatar 2022 eran 32).

Ampliar el número de participantes implica, inexorablemente, bajar el nivel de competencia. Se trata de emparejar para abajo porque algunas selecciones que hasta hace poco contaban con pocas posibilidades de llegar a un Mundial, ahora tendrán la oportunidad de hacerlo.

De esa manera, la fase de grupos podría llegar a cumplir el rol que hoy tienen las Eliminatorias. En esa instancia se jugarán partidos poco interesantes y posiblemente con un reducido brillo futbolísico. Así, podemos suponer que el verdadero Mundial arrancará recién en octavos de final.

Argentina, Uruguay y Paraguay habían presentado una candidatura conjunta (junto a Chile) para organizar el Mundial 2030. El “gancho” era traer a Sudamérica el torneo, justo en el centenario de su creación.

Hoy la FIFA decidió subir la apuesta. El Mundial 2030 se disputará en seis sedes diferentes, repartidas en tres continentes y dos hemisferios distintos.

Si bien la etapa principal de la competencia se jugará en Europa (España y Portugal) y en África (Marruecos), la FIFA le dio a Argentina, Uruguay y Paraguay la posibilidad de ser sedes de tres partidos (uno cada país) de la primera fase.

Los dirigentes sudamericanos, con Alejandro Domínguez y Claudio Tapia a la cabeza, lo festejaron como un logro sin precedentes. Sin embargo, surgen algunos interrogantes. ¿Qué buscó la FIFA con esta “jugada”? ¿Es realmente un reconocimiento a la tierra que fue sede del primer Mundial de la historia? ¿Se trata de un mensaje encriptado que semeja ser un espaldarazo, pero que en realidad se traduce en un “confórmense con esto”? ¿La casa madre del fútbol dudó de las comodidades y la seguridad que puede ofrecer América del Sur y llevó el corazón de la competencia a países con contextos sociales, políticos y económicos más estables, como España y Portugal?

No hay certezas. Sólo está claro que la fisonomía de los Mundiales va mutando, algo que nos fue anticipado en 2002, pero que en aquel momento no supimos ver.

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