¿Por qué nos gustan las cosas que dan miedo?

Muchos tucumanos disfrutan de las películas de terror y aprovechan Halloween para usar disfraces horripilantes o hacer actividades que les den unos buenos sustos. Qué hay detrás de este comportamiento.

¿Por qué nos gustan las cosas que dan miedo?

¿Somos un poquito masoquistas? Y sí, no existe otra explicación para ir al cine a ver -en formato envolvente- una película donde hay espíritus o demonios que ocupan casas y poseen personas. Lo mismo pasa con los disfraces, hay algunos eróticos, divertidos… pero ¿aquellos con máscaras escalofriantes, llenos de sangre falsa? A favor o en contra de la festividad, Halloween saca a relucir una faceta interesante: nuestros límites en relación al terror y su disfrute.

El miedo es una emoción primaria que ocupa un rol importante en la historia de la evolución y la supervivencia humana. “Cuando aparece alguna amenaza, nuestro organismo adopta de manera instintiva una actitud de lucha o de huida. Cuando se activan los neurotransmisores de la adrenalina y la norepinefrina el cuerpo se prepara en respuesta para la acción”, explica la psicóloga conductual Pilar Hornstein.

Por ejemplo, la frecuencia cardiaca y la presión arterial aumentan, las pupilas se dilatan, algunos músculos intensifican su irrigación sanguínea y la respiración cambia. Con un proceso tan complejo (aunque inmediato) maratonear con un film terrorífico podría considerarse una prueba de resistencia. Sin embargo, hay otro factor que cambia la jugada.

Después de tantos siglos, las personas llegamos a un punto en el cual es posible disociar los peligros reales (que pueden matarnos o lastimarnos) de aquellos estímulos negativos controlados y “artificiales”. “Este nivel de conciencia hace que disfrutemos las películas o los libros de horror, las aventuras, los parques de diversiones o los deportes extremos. Lo curioso es que cómo efecto de la adrenalina luego nos sentimos menos tensos, llenos de energía, activos y hasta más alegres. La respuesta del sistema parasimpático provoca una gran sensación de bienestar, incluso si saltamos de la butaca o gritamos ante alguna escena de susto”, comenta la psicoterapeuta Maitane Bustamente.

Vamos a hacer un paréntesis para que “nadie lo intente en casa”. Ser testigos de la repartija de vísceras o la invocación de algún espíritu vengativo no es para cualquiera. “Nuestros pasatiempos o gustos varían según un montón de factores, por lo tanto, no hay ninguna regla más allá de este dato biológico. Lo que sí ocurre es que hay algunas personalidades que se llevan mejor con la tensión, lo grotesco, lo macabro y el miedo. Ese es el caso de la gente extrovertida a la cual le gusta experimentar cosas nuevas o se aburre con mayor facilidad”, agrega.

Tópicos

Incluso con un bajo presupuesto, hay títulos que se volvieron un clásico en lo que refiere a asesinatos, imágenes perversas y tópicos que funcionan para capturar a la audiencia. Entre ellas, octubre es una buena excusa para darle play a las franquicias de “Viernes 13”, “Halloween”, “Scream”, “Pesadilla en Elm Street” o “El conjuro”.

“Desde la perspectiva de la teoría cinematográfica, el terror funciona (al punto de encantarnos, aborrecerlo y consumirlo) porque juega con nuestra incomodidad física, mental y emocional. Muestra cosas que no deberían estar ahí o conceptos que no tendrían que mezclarse en el mismo ámbito”, resalta la licenciatura en Cine y Producción audiovisual Gladys Arguyo.

Para ilustrarlo, en una trama típica podríamos hallar a un niño (figura marcada por su inocencia) como el invocador de alguna entidad malvada; o a una muñeca (juguete inofensivo, regalado con cariño) siendo la asesina.

El miedo también se vale de nuestra memoria y vivencias, por un lado los films presentan una situación cotidiana o con la cual nos sentimos identificados. “En ese campo que conocemos la impresión se intensifica porque luego lo siniestro aparece como un factor oculto. A diferencia de las producciones románticas o las comedias, el terror está para confirmar una lección de vida: el mal existe y es capaz de presentarse bajo múltiples formas, hechos y personajes”, añade Arguyo. No por nada el guionista estadounidense John Carpenter supo decir “el terror no es un género, sino una reacción”. Reacción que se pone de relieve cada Halloween, o víspera de todos los santos, festividad de origen celta que se conmemora esta noche.

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