El “Guasón” vs. el “capitán Monasterio”

El “Guasón” vs. el “capitán Monasterio”

“La insatisfacción democrática”. Tal es el título que la vicepresidenta de la Nación, Cristina Fernández de Kirchner, eligió para la clase magistral que brindará el próximo viernes 24 en la Universidad de Nápoles Federico II, en Italia. Aún no se conoce el contenido de la disertación (la noticia se conoció anteayer), pero el título se asemeja, rotundamente, al paisaje que enfrenta buena parte del electorado argentino camino a las urnas.

Salvo para los “núcleos duros” de uno y otro lado del balotaje, los argentinos no enfrentarán opciones virtuosas cuando ingresen pasado mañana en el cuarto oscuro. De un lado, la propuesta de la continuidad de gestiones populistas, tan inútiles como corruptas. Del otro, la propuesta de la ruptura con el sistema de cartelización de la partidocracia argentina, pero a cambio de la ruptura con derechos y garantías establecidos de manera pétrea en la Constitución.

La encrucijada es escoger el camino del mal menor. Elegir “lo menos peor”. Votar contra “el otro”, a pesar de todo lo negativo que encarna “el uno”. No votar una propuesta sino una antipropuesta. Sufragar no para que llegue tal candidato, sino para que aquel no sea consagrado.

No parece haber héroes en la cartelera electoral. No hay “lo bueno y lo malo”, como siempre lo hubo según la vereda ideológica desde la cual uno se parase (con excepción, obviamente, de las minorías programáticas de izquierda y de derecha, a las que nunca convencieron los postulantes “mayoritarios”). Sólo hay “lo feo”. Es, sin más, una película donde sólo hay villanos.

Arriba de su corcel

En una de las muchas entrevistas que brindó durante este año de campañas electorales, Milei declaró que su serie favorita es “El Zorro” (1957), interpretada por Guy Williams. Esa mención, anecdótica a los efectos de la discusión política, es enormemente simbólica.

“El Zorro”, un héroe de capa y escapada creado por Johnston McCulley en una novela de 1919, tiene ya al año siguiente una primera adaptación cinematográfica, interpretada por Douglas Fairbanks. Dos décadas después aparece un “cómic”: “Batman”. Bob Kane (coautor junto con Bill Finger) siempre reconoció que el hombre de antifaz que lucha contra la injusticia en la California de 1820 inspiró al enmascarado “hombre murciélago” que lucha contra la injusticia en Ciudad Gótica. Los dos son nacidos en la riqueza, tienen una doble identidad y se disfrazan para enfrentar a los malos.

Hay homenajes de “Batman” hacia el “alter ego” de Don Diego. En “Batman y Superman. El origen de la Justicia”, de 2016, aparece la película “El Zorro”, de 1940, en una cartelera. En “Guasón”, de 2019, los padres de Bruce Wayne son asesinados a la salida de una sala donde acudieron a ver “The Gay Blade”, una comedia sobre “El Zorro” rodada en 1979 y protagonizada por George Hamilton.

Milei ha intentado proyectar entre sus seguidores algunas de las virtudes de estos enmascarados. Como el coraje. Y la incomprensión. En rigor, “El Zorro” y “Batman” son hombres que se revelan contra el crimen por fuera de la ley, para ayudar en esa tarea a las fuerzas de seguridad. Pero estas fuerzas no sólo se revelan inútiles (el mal tiene corruptos aliados entre quienes deberían defender la ley). También se manifiestan insensatas y persiguen a estos anónimos justicieros. Milei no usa antifaz ni máscara, sino melena. No usa espada ni alta tecnología, sino una bizarra motosierra.

También comparte Milei algunas de las contradicciones de los dos enmascarados. “El Zorro” no combate a todos los opresores. Su padre, don Alejandro de la Vega, tiene severamente más dinero que los codiciosos gobernantes a los que enfrenta su hijo. Y su hacienda no está inspirada en las comunidades modélicas de los socialistas utópicos del siglo XVIII. El empresariado argentino no es objeto de las denuncias de Milei, como sí lo son los políticos. A pesar de que no sólo la lógica, sino especialmente los “Cuadernos de la Corrupción”, indican que para que haya servidores públicos cobrando coimas, hay sujetos del sector privado que las están pagando. “Batman”, en la trilogía dirigida por Christopher Nolan, es dueño de una corporación que fabrica armas para el Gobierno. El candidato libertario, por caso, tiene un particular “medidor de castas”: en la primera vuelta electoral, ni Luis Barrionuevo ni Pablo Moyano, entre otros sindicalistas, encendían sus alarmas…

Pero por más semejanzas que intente, Milei, antes que a uno u otro héroe, se ha empecinado a lo largo del año y los proselitismos en adoptar caracterizaciones propias de “Guasón”, el personaje interpretado por Joaquín Phoenix en la multipremiada película de 2019 dirigida por Todd Phillips.

Tanto es así que el propio candidato reconoció que su objetivo durante el último debate de postulantes a Presidente, cuando tuvo un deslucido papel, fue demostrar que era un sujeto emocionalmente estable, frente a lo que llamó las “provocaciones” de su rival para tratar de tornarlo iracundo. Los fragmentos de entrevistas, conferencias de prensa y demás intervenciones públicas en las que estalla en furia e insulta sin filtro son harto conocidas.

En su traje de payaso

El “Guasón” del filme homónimo es un paciente psiquiátrico que se ha convertido en un líder de multitudes. Comete crímenes incluso delante de las cámaras de televisión, pero miles de ciudadanos que han caído en la pobreza tomarán las calles, incendiarán instituciones y lincharán a ricos, a policías y a cualquiera que represente algo del “orden” en contra del cual se ha alzado el hombre vestido de payaso. El “Guasón” es, en ese punto, la denuncia de lo insoportable que se ha tornado la normalidad. Si nadie pone a prueba la verdad como lo hace un mitómano, nada pone tanto en crisis la cordura de la realidad como el hecho de que un loco luzca como la opción más razonable.

Milei no es ningún paciente psiquiátrico y encarna las preferencias de millones. Terminó primero en las PASO y segundo en la primera vuelta. ¿Qué tienen en común lo que encarna el personaje cinematográfico y lo que predica el candidato libertario? La denuncia contra la anomia.

El sociólogo estadounidense Robert Merton (1910-2003) sostuvo que toda sociedad plantea a sus miembros objetivos que sustenta como legítimos y medios que asume admisibles para alcanzarlos. Hay una conducta anómala -advierte- cuando se disocian las metas y las vías para llegar a ellas.

La cultura norteamericana -escribe Merton- da gran importancia al éxito como meta, sin darle la importancia equivalente a los medios institucionales para alcanzarlo. Ese éxito es monetario. Cuando la atenuación de los medios se profundiza y la exaltación de las metas se acentúa se produce la anomia: existen las normas, pero dejan de ser observadas.

En ese contexto, muchos toman el camino del trabajo y del esfuerzo, es decir, los medios admisibles, para intentar alcanzar el éxito. Y logran a medias esa meta. O nunca la consiguen. Pero otros se saltan esos caminos legales para alcanzar la prosperidad. Eran los criminales que enfrentaban “El Zorro” o “Batman”. Pero pasó el siglo XX, llegó la nueva centuria, y la corrupción ha sido el camino hacia el éxito económico de una legión de “nuevos ricos”, todos impunes. Todos ricos, como Don Diego de la Vega o como Bruce Wayne. Así que es la hora de marginales como el “Guasón”.

Lanceros, a él…

Enfrente, Sergio Massa tampoco es “Batman”. Ni “El Zorro”. Es más bien el comandante Enrique Sánchez de Monasterio. El “Capitán Monasterio” encarna la legalidad y la razón del Estado. Es, de hecho, un funcionario público: el Gobernador de California. Pero sólo lo guía la ambición y lo secundan toda clase de delincuentes, que usan el Estado para enriquecerse, para expoliar con impuestos a los rancheros, y para esclavizar a los pobres y ponerlos a trabajar a su servicio.

Monasterio también tiene enconos personales con “El Zorro”, pero es el aparato corrupto que tiene detrás el verdadero enemigo a vencer. Massa se ha quitado el saco y la corbata durante la campaña, porque quiere que no lo vean como el ministro de Economía del cuarto gobierno “K”. Sin embargo, por más veces que le repita a Milei “Esto es entre vos y yo”, carga consigo a todo el kirchnerato. A Cristina, condenada por administración fraudulenta en la causa “Vialidad”. Se estima en U$S 1.000 millones el perjuicio al Estado por las obras viales redireccionadas a las empresas de Lázaro Báez. Ahora se reabrió la causa “Hotesur”, que investiga el presunto lavado de activos provenientes de obras adjudicadas a Lázaro Báez. Ya ni el relato del “lawfare” les queda: resulta que la “guerra judicial” no era de los jueces contra los “K”, sino viceversa: eran los “K” quienes montaron un sistema de espionaje paraestatal para perseguir y extorsionar a jueces, opositores y peronistas.

Y Massa carga también las consecuencias de su propia gestión. La pobreza pasó del 35,5% (último semestre de 2019) a 40,1% (primer semestre de este año), según el Indec. La Universidad Di Tella la actualiza ahora al 42,9%, dada la inflación. Con el 8,3% de octubre, el acumulado de los 10 primeros del año es del 120%. Y la interanual (de noviembre del 22 a octubre pasado) es del 142,7%. Pero no todos sufren este escarnio: Martín Insaurralde, el ex jefe de Gabinete bonaerense, vacaciona en yate por Marbella. Y sigue siendo hoy intendente de Lomas de Zamora, en uso de licencia.

“La insatisfacción democrática” es tener que elegir entre una de estas dos opciones. Y sólo entre estas dos. La Argentina, finalmente, también era esto: hay que escoger entre el “Guasón” y el “Capitán Monasterio”. La clase política nos trajo hasta aquí. Los ciudadanos, también. Porque una sociedad no es sólo la minoría que la conduce, sino también la mayoría que decide.

Pero por más insatisfactoria que resulte la encrucijada, cuanto menos es legítimamente democrática. Los argentinos somos los que vamos a elegir. Y esa nunca deja de ser una gran noticia.

Celebrar en las urnas los 40 años del retorno del Estado de Derecho muestra que hay más democracia. Queda, por delante, el reto de construir una democracia mejor.

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