Desde el comienzo de la democracia hasta hoy hubo una serie de hitos históricos que marcaron avances en materia educativa. Sin embargo, tras 40 años de existencia en el orden constitucional, dos especialistas coinciden en que el sistema está en un estado crítico debido a una crisis de calidad. Insisten en la importancia de imponer el problema en la agenda de la sociedad ante la necesidad de medidas urgentes para recuperar competitividad con el resto del mundo y lograr mayor inclusión.
“Sin educación de calidad no hay ascenso social”, dice Paola Delbosco, doctora en Filosofía y presidenta de la Academia Nacional de Educación. “Si simplemente alguien pasa a través de las aulas, pero no crece como persona, luego no crece dentro de la sociedad porque carece de elementos y de la autoestima suficientes para insertarse de manera activa”, reflexiona.
Un poco de historia
A lo largo de estos 40 años hubo una serie de sucesos claves en materia educativa, algunos defendidos y otros cuestionados, pero que marcaron las dinámicas dominantes.
En los 80, durante el proceso de redemocratización, se realizó el II Congreso Pedagógico Nacional, que consolidó el debate sobre las necesidades educativas. Durante los 90 se desarrollaron reformas entre las que se destacó la introducción del polimodal y la modificación de la Educación Superior. La década de los 2000 marcó el fin del polimodal, la obligatoriedad de la escuela secundaria y el establecimiento de un mínimo de 180 días de clase, entre otros asuntos.
El año 2010 configura el inicio del período de menor actividad legislativa en materia de educación desde la vuelta de la democracia en 1983. Así lo expresa un estudio realizado por el Observatorio Hacer Educación, que depende de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Buenos Aires.
Este recorrido, según los datos aportados por los especialistas, parece no haber logrado consolidar un sistema eficaz y sostenible. “La Argentina ocupa un lugar muy rezagado en el escenario mundial de educación, que se juzga por su calidad y por su inclusión social”, explica Alieto Guadagni, economista especialista en temas educativos y miembro de la Academia Nacional de Educación.
“La desigualdad creciente y el retroceso argentino en gran cantidad de pruebas internacionales muestra que es un país que perdió el liderazgo educativo. Hoy está muy atrasado en este aspecto comparado con otros países, no del mundo, sino de América Latina”, refiere Guadagni.
Delbosco, por su parte, señala que las estadísticas confirman que cuando los chicos terminan una instancia educativa llegan con poca preparación a la siguiente. Pero resalta la necesidad de soluciones alternativas urgentes para no generar estancamientos junto al diagnóstico negativo.
“Hay que buscar la manera de despertar en los chicos el interés por el conocimiento -analiza-. Los hijos de las pantallas suelen estar sobreestimulados y probablemente hayan desarrollado anticuerpos. El docente se encuentra con el desafío de romper esa barrera de desinterés. La tarea exige gran preparación y responsabilidad, sin embargo, la docencia está muy devaluada en la sociedad”, explica mientras hace hincapié otra faceta problemática del sistema.
La pregunta es inevitable: ¿qué pasó en estos 40 años para llegar a esta crisis? Guadagni responde de manera contundente: “La clase política abandonó la escuela pública. Actualmente, incluso, es muy difícil encontrar a un diputado nacional, a un legislador o a un ministro que mande a sus hijos a una escuela pública”.
Menos rigor, más daño
Delbosco, en tanto, opina que, entre otras razones, una baja en el nivel de exigencia podría estar entre las dinámicas que dañaron la calidad educativa: “tendríamos que revisar la historia para ver las falencias, pero creo que una posible explicación es la aplicación de la idea de que no hay que descartar a nadie y ser flexibles para que sigan dentro del sistema. Puede ser que eso haya hecho menos exigente a los docentes”.
Más allá de la constante enunciación de la educación como una de las prioridades del gobierno democrático, el área parece estar signada por una negligencia y desinterés de la política argentina agravados por la dramática polarización, según los especialistas. El peso de estas falencias recae sobre los sectores más empobrecidos:
“Los que van a las escuelas privadas se gradúan mucho más que los que van a escuelas estrictamente públicas -dice Guadagni-. De cada 100 chicos que ingresan a la escuela pública sólo se gradúan 41 en todo el país, mientras que en las escuelas privadas el número es de 75. Es decir que la deserción escolar se concentra en los más pobres. Es gravísimo”.
Esta situación, asegura el académico, se debe a las complejidades relacionadas con las ventajas y desventajas ligadas al entorno de origen y a la fuertes desigualdades sociales que desgarraron al país en estos años.
“Ese es uno de los grandes problemas que enfrenta Argentina -explica-. Convertir a la escuela, no solamente en un mecanismo de capacitación de la población para el siglo 21, sino también ser capaz de corregir las desigualdades de origen. En todo el mundo, los no educados terminan siendo pobres: en la Argentina, esto se agrava por el hecho de que los pobres, además, terminan siendo no educados”.
Qué hacer
“Hay que apuntalar la calidad educativa”, dice Delbosco. “Generar un espacio donde el docente ponga todo de su parte y te invite a que vos alumno también lo hagas. Para esto hay que visibilizar los buenos ejemplos, revisar las currículas de las escuelas de educación universitaria sobre los profesorados y por último, reubicar la educación dentro de la sociedad para que tenga el lugar de importancia que le corresponde, tanto en la estima de la persona como en el valor de la vocación docente”.
Guadagni señala también algunos puntos de partida para revertir la situación, como el cumplimiento efectivo de las leyes: los 180 días de clase, la jornada completa o extendida, y la obligatoriedad de la escuela secundaria, además de otorgar jerarquía académica y salarial a la docencia.
“El siglo 21 no es el siglo de los recursos naturales -agrega-. Es importante tenerlos y cuidarlos, pero el principal potencial por el que progresan los países es el capital humano. Corea, por ejemplo, no tiene minería, no tiene petróleo, no tiene gas, pero es un país líder porque tiene un 60% de graduados universitarios. Este es el siglo de la ciencia y de la tecnología, y, en ese sentido, si no reformulamos nuestra educación, perdemos competitividad, además de consolidar la desigualdad”.