El camino a la Copa Sudamericana: la derrota de Atlético Tucumán lo obliga a rezar por un milagro

El "decano" salió a ganar, pero no fue golpeado por un rival efectivo.

El decano no pudo con Huracán. El "decano" no pudo con Huracán. FOTO DIEGO ARÁOZ

No alcanzó el impactante recibimiento. Tampoco los 16 días de preparación que tuvo plantel y el cuerpo técnico para afrontar el último duelo de 2023, en el que Atlético Tucumán se jugaba nada más y nada menos que la clasificación a la Copa Sudamericana.

El “decano” no jugó el duelo como debía. Sin ideas, cayó 2 a 0 contra un práctico Huracán, y ahora depende de un milagro (y de una combinación de resultados y circunstancias) para poder volver a jugar un torneo internacional en 2024.

Atlético entró dormido y el “globo” lo golpeó rapidísimo, a los tres minutos y cuando el partido ni siquiera se había armado.

Un córner desde la izquierda, ejecutado por Alan Soñora, encontró la cabeza de Fernando Tobio, el más alto de los 22 futbolistas que habían iniciado el duelo (superó en el salto a Bruno Bianchi), y la pelota se clavó por encima de un Tomás Marchiori que había quedado a contrapierna.

Ese gol, casi desde el vestuario, cambió todos los planes; de Atlético y de Huracán, al que solamente un empate le alcanzaba para avanzar a los cuartos de final de la Copa de la Liga.

Golpeado, el “decano” intentó levantarse rápido. Pero luchó más contra sí mismo que contra el rival.

Recostado sobre la derecha, posición poco habitual en él y en la que se lo notó incómodo, Joaquín Pereyra alternó buenas y malas cuando pudo entrar en juego. No fue el conductor habitual, ese que necesita y del que tanto depende Atlético. Mateo Coronel estuvo demasiado desconectado y casi nunca pudo ganar en el mano a mano; mientras que Renzo Tesuri, como siempre sacrificado, tuvo algún aporte en ataque; pero tampoco fue significativo.

Huracán, conforme con el resultado, jugó al ritmo de Lucas Carrizo, lateral improvisado de doble cinco. El defensor transformado en volante lo hizo de gran manera y se transformó en el eje del visitante.

Sin generar peligro, pero también sufriendo poco, los dirigidos por Diego Martínez se mantuvieron bastante pasivos. Su virtud fue el orden exhibido ante un errático e inconexo “decano”.

En los últimos minutos del primer tiempo el “decano” mereció, al menos, empatar el partido.

Una salvada en la línea tras una buena jugada de Coronel que Guillermo Acosta remató débil; un cabezazo en contra que salvó Lucas Chaves; una volea de Nicolás Romero que despejaron en la línea, y un cabezazo de Bianchi que fue directamente al lugar en donde estaba el arquero, fueron situaciones clarísimas para que Atlético nivelara la lucha. Pero la suerte parecía no estar del lado de los de 25 de Mayo y Chile; por eso,  al descanso los dirigidos por Favio Orsi y Sergio Gómez se fueron en desventaja.

Atlético estaba urgido. Necesitaba ganar para tener un panorama a futuro más claro. Eso lo hacían sentir los hinchas. Pero el equipo no estuvo en su día.

El fútbol no apareció nunca en el José Fierro. La desconexión entre la mitad de la cancha y el ataque se mantuvo durante el complemento, y al “decano” le costó demasiado generar chances claras. Del otro lado, Huracán se mantuvo expectante; sin mucho más mérito que el orden y las buenas intervenciones de Chaves cuando tuvo que aparecer.

La dupla se jugó el todo por el todo. Mandó a la cancha a Cristian Menéndez y a Agustín Lagos, que entró bien por la banda derecha y que generó varios desbordes. Sin embargo, la puntada final siguió siendo el gran karma de la tarde-noche.

Pese a las chances generadas, el “decano” terminó dejando una pálida imagen con ese irregular nivel que se mantuvo durante casi todo el torneo. Y Huracán, después de varias contras desperdiciadas, pudo sentenciar la historia sobre el final, gracias al gol de Franco Alfonso.

El 2-0 casi que enterró todas las ilusiones de un Atlético que, si bien todavía tiene una mínima posibilidad de jugar la próxima Copa Sudamericana, cerró el año con el trago amargo de una dura derrota durísima. Una muestra de ello es que varios jugadores dejaron la cancha entre lágrimas.

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