Milei al comando y mucho miedo: no está del todo clara la secuencia

Por Hugo E.Grimaldi para LA GACETA.

TÉLAM TÉLAM
16 Diciembre 2023

Cosas de la demencial velocidad política, económica y social de un año para el olvido, Javier Milei no lleva ni una semana en su cargo y ya ha recibido críticas de todos los colores. En la primera línea de los reparos sobresale el mundo de las ideologías, el mismo que parece haberse olvidado de aquello de la voluntad popular y de cómo es eso del changüí de los 100 días para todo gobierno nuevo.

También en la dinámica de estos pocas jornadas de la nueva Administración hacen ruido las redes sociales y los sectores que saben que, si las nuevas reglas prosperan, tienen chances de perder poder y dinero y por lo tanto, no les importa que, aunque haya pasado menos de una semana, ir a la guerra contra el parecer democrático de la mayor parte de la ciudadanía. Algunos muchos errores propios y no forzados también hay.

Mientras tanto, el Presidente de la Nación y su equipo tratan de acomodar como pueden el automóvil en una ruta llena de baches y piedras para buscar la de momento utópica luz al final del camino, la que él mismo prometió que llegará a verse tras una nueva cuarentena de incierta duración. En medio de la altísima incertidumbre que la envuelve, la sociedad ha respirado hondo y, sin más remedio que la resignación, se ha subido lo más confiada que pudo al destartalado vehículo mientras que, por las ventanillas, observa cómo el paisaje pasa a una velocidad inaudita.

Fue el mismo Milei quien le puso fuego a la situación desde el mismísimo minuto uno, cuando desde las escalinatas del Congreso pronunció las dos palabras mágicas con las que filosóficamente decidió arrancar la marcha de su gobierno, con nada de “león herbívoro” ni de gradualismo. El lema fue de “ajuste y shock” (el primero, profundo y el otro, inmediato), para tratar de superar así la herencia recibida, la misma que Mauricio Macri le recomendó poner arriba del tapete con toda crudeza. Entonces, en medio del traqueteo infernal de estos primeros días, se desataron los demonios.

El fondo de las terribles turbulencias que se padecen en el inicio de este viaje hacia la incierta Meca que promete el nuevo gobierno, periplo que pretende cambiar del todo la matriz económica de la Argentina, proviene básicamente del contexto social denigrante que viven millones de personas,  derivado en esencia de la filosofía del gobierno anterior, de los estropicios que hizo Sergio Massa en su doble rol de ministro (casi Presidente) y candidato y de la velocidad que le mete al proceso de degradación la cuestión inflacionaria. Y como además, son relativamente muy pocos en la sociedad quienes han conocido alternativas diferentes, la cosa de vivir del Estado se naturalizó, hasta que 56% dijo que había que buscar otro camino.

 También juega dentro de la coctelera un ingrediente vital, como es el terrible miedo a lo desconocido y éste es el sentimiento primordial que tiene hoy en vilo a la sociedad, más allá de la ansiedad para que todo se termine rápido. No sólo porque se trata de una receta poco frecuente, sino por los tiempos de ejecución y por sus eventuales resultados. En aquel primer discurso, Milei no ocultó que, de momento, los pobres serán más pobres y que la clase media se va a empobrecer irremediablemente.

Más allá del aval positivo de los mercados, con una caída monumental de la brecha cambiaria nada inusual para un mes de diciembre que amenaza con sequía de pesos en la calle, hay algo también que le ha jugado en contra al nuevo Presidente, un lastre que le llegó de adentro para afuera: lo vivido en esta casi semana que pasó tuvo el agregado de unos primeros ingredientes que sugieren una importante desorganización en el equipo de conducción, pero también de alta improvisación.

Es lo mismo que le pasa a un jugador de ajedrez que no tiene clara la secuencia óptima de movimientos, pero que tampoco se ha planteado vías alternativas: ni las movidas para optimizar la ofensiva, ni las que hará el rival para contrarrestarlo. “Prefiero a Guardiola, pero hasta él se copia de Bielsa”, señalaba por estos días un refinado analista que proponía que aparezca de una vez un mix virtuoso en el esquema de trabajo oficial. “Así, es caótico”, evaluaba.

En ese sentido, el Plan que elaboró la Fundación Mediterránea durante dos años no dejaba costado sin verificar, de mirar pros y contras de cada medida para saber cómo proceder, tal las alternativas que se podían venir de frente. “Fuimos renglón por renglón en el gasto y sabemos qué tornillo apretar, cuándo, qué puede pasar cuando se lo gira para un lado o para el otro y sobre todo, con qué seguir”, señalaba hace unos días Carlos Melconian, el responsable de ese trabajo que no fue. Como dicho Programa lo aceptó Patricia Bullrich y no Milei, hoy hay en su equipo hay mucho de prueba y error.

Cuando el nuevo ministro de Economía, Luis Caputo sinceró la situación hace unos días, anunció el ajuste del tipo de cambio (devaluación del pesos) y marcó los otros 9 puntos de arranque para equilibrar las cuentas fiscales, a la vez dinamitó una de las promesas de campaña, ya que el primer ajuste vía inflación (licuación de los ingresos) o por mayores tributos lo empieza pagando proporcionalmente más la sociedad, sobre todo los trabajadores, las PYME, los jubilados y el campo, que la llamada casta. 

Del total a cubrir (5,2% del PIB), 58% se hace efectivamente por recorte de estructuras (menos gastos) que quizás dejen secuelas sociales y 42% sale del aumento de impuestos, pero casi todos esperaban lo inverso. Hubo allí un aterrizaje en la realidad, ya que parece que se certifica que no todo puede salir de los gastos de la política, tal como se había pregonado. 

“Este no es un plan de estabilización, apenas de regularización de precios relativos”, señaló con precisión de cirujano el nuevo presidente del BCRA, Santiago Bausili para tratar de sacar las papas del fuego de un primer paso bastante complicado por lo desprolijo y por las consecuencias en términos de inflación. 

Al menos, trató de aportar alguna certeza técnica a lo que, de momento, es sólo la punta del iceberg de lo que sucederá cuando los precios se terminen de desbocar, un proceso que, según el propio Milei, ya es de hiperinflación. El Presidente, Caputo y el vocero Manuel Adorni hablaron de lo mismo, ya que nadie busca edulcorar el momento: “nos dejaron la híper”, quieren decir.

Mientras tanto, en las gateras hay un DNU monumental con cambios de fondo en materia de regulaciones, otra de las patas del achique de los gastos. El trabajo, que hizo Federico Sturzenegger y un equipo de expertos, ha pasado en estos días por la lupa de los estamentos legales para evitar que deroguen leyes que necesitarían pasar por el Congreso o para evitar presentaciones judiciales por inconstitucionalidad. De allí, que ese anuncio haya quedado para el lunes, a efectos de mirar cada uno de los temas “renglón por renglón” y tener la mínima cantidad de tropiezos.

Hay también varias leyes en preparación (dos o probablemente tres) que tienen que ver con cuestiones de estricta competencia del Congreso (Emergencia Económica, impuestos, blanqueo, ajustes jubilatorios, etc.) y allí se está pidiendo la colaboración de los gobernadores, a quienes se los tienta con la devolución de recursos. No hay número suficiente en el Congreso, ya que hay que conseguir 129 manos levantadas en Diputados y 37 en el Senado y no será fácil lograrlo en todos los temas.

El fin de la actualización automática del haber jubilatorio es uno de ellos, quizás el más sensible y, pese a que los jubilados vienen perdiendo cada vez más por el rezago entre la inflación mensual y la actualización trimestral, la excusa del Gobierno, es muy difícil que eso pueda pasar el trámite legislativo. Además, filosóficamente hablando, qué sapo enorme el que se están tragando los más liberales, el Presidente en primer lugar, cuando se habla de hacer aumentos a dedo, después de haber terminado con los acuerdos de precios.

En la Casa Rosada  se sabe que “lo ideal es enemigo de lo posible” y se podrían resignar a sacrificar algo si finalmente no se consigue el aval legislativo, pero la idea es que antes de fin de año se tenga un panorama de equilibrio más detallado. Hay poco tiempo, porque la inflación viene viajando a una velocidad de 1% diario ha dicho Caputo, aunque se confía en que los aguinaldos le hagan el aguante al bolsillo durante diciembre: enero será otro cantar. El calor del verano que se viene, depende claramente de cuánto aguante la suspensión del auto.

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