25 Diciembre 2023
Hay procesos que no requieren, y mucho menos admiten, fechas concretas para su realización Foto: Freepik
Establecer metas cada comienzo o fin de año es una actividad que hacemos a menudo. Sin embargo, no todos pueden cumplirlas, ni cumplir todos los propósitos de la lista. Es que la clave suele estar en las técnicas que se usan para encarar un nuevo ciclo y en el realismo al que nos apeguemos con las estrategias que usemos para planificar.
Las agendas y los recordatorios suelen ser herramientas clásicas para organizarnos. Pero pautar objetivos va más allá que establecer fechas puntuales. Muchas veces las metas personales no requieren –ni se adaptan– a una fecha única, sino que constituyen procesos lentos que deben respetar su curso cuasi natural.
El primer paso para hacer planes para el próximo año es tomar consciencia de lo que estamos por emprender. Es crucial apartar un tiempo y dedicarlo exclusivamente a planificar. Es casi imposible llegar a un objetivo sin tener presente cuál será el mejor camino a tomar.
Técnicas para planificar el año próximo
Es importante saber que no hay una única forma de planificar ni pautar metas. Sin embargo, hay algunas técnicas que fueron más utilizadas y, por eso, más recomendadas. Aquí algunas de ellas:
Diario de victorias
Las personas tenemos una tendencia natural a enfocarnos en lo que no nos salió bien. Pero para avanzar en el desarrollo personal, es importante centrarnos en lo contrario: los logros. La técnica del Diario de victorias es una herramienta que nos permite hacerlo de una manera sencilla.
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Consiste en hacer una lista o un cuadro en el que se consignarán, en una primera columna, los aspectos más importantes de la vida de una persona. Pueden ser familia, trabajo, deportes, emociones, relaciones sociales y una infinita cantidad de opciones. A continuación se dejarán tres espacios en blanco para rellenarlos a futuro.
El Diario de victorias es el espacio que nos permitirá considerar con el paso del tiempo cuáles fueron los logros que alcanzamos en cada aspecto. Por ejemplo, un logro de trabajo puede ser tener una charla incómoda que veníamos postergando.
Planificación basada en la gestión de frustraciones
Las frustraciones suelen constituir una de las principales desmotivaciones al momento de llevar adelante un plan. Sucede que nuestros círculos de socialización –familia, escuela, amigos– no nos prepran para lidiar con ellas. Muchas veces, incluso, hay una tendencia a enfatizarlas.
Para un crecimiento sano, es necesario aprender a gestionar las frustraciones y un modo de hacerlo es pautar puntos intermedios. El primer paso es reconocer qué cosas nos frustran, producen cansancio o desgano. También hay que armar una lista con ellas y proponer puntos intermedios para tratarlas.
Una frustración puede nacer, por ejemplo, cuando sufrimos un cambio de planes. Un objetivo relacionado podría ser empezar a ser más flexibles con lo que organizamos. Pero pautar un punto intermedio para conseguir ese objetivo final es la clave. Por ejemplo, podría ser pedir una sesión con un terapeuta para tratarlo o proponerse armar más planes en conjuntos y no de forma unilateral.
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Enfoque estratégico
En el día a día, en una sociedad hiperconectada, es común que suframos algunas distracciones. Sin embargo, no debemos dejar que nos alejen demasiado de nuestros objetivos.
El sinceramiento con uno mismo es el primer paso: hay que analizar las infinitas listas de tareas que postergamos hace meses y que nunca cumplimos. Algunas formas de hacerlo son preguntarnos si realmente esas tareas son cosas que nos harían felices o si se alinean con nuestras metas principales. En caso de que no sea así, también es importante aprender a decir “no” a los obstáculos que nos alejan de esos objetivos.
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