El “estrés hídrico” del gran oasis tucumano: El Cadillal sólo da malas noticias

De las grietas y el temor que generaron a la baja de la cota del dique.

MENOS AGUA. Llueve poco y la sequía se hace sentir en la zona del embalse. LA GACETA/FOTOS DE ANALÍA JARAMILLO MENOS AGUA. Llueve poco y la sequía se hace sentir en la zona del embalse. LA GACETA/FOTOS DE ANALÍA JARAMILLO

Hace un año la noticia de las grietas en una presa lateral del embalse El Cadillal hacía saltar los fusibles en la política tucumana. Primero hubo silencio, después una exposición de funcionarios dando a entender que, dada la gravedad del problema, se iba a hacer cargo la Provincia, a pesar de que el dique depende de la Nación, que ha concesionado las presas (en este caso, a la Hidroeléctrica Tucumán).

Después hubo escenas de pánico. En una sesión de la Legislatura se llegó a temer que pudiera romperse la pared de la agrietada presa 3 (que está al sur del embalse, a la altura de la entrada a la Villa El Cadillal) y que un torrente de agua pudiera llevarse los puentes del río Salí o bien que inundara San Miguel de Tucumán. También hubo enojo porque se supo que los inconvenientes se habían detectado hacía 20 años, pero que cuando las cosas se agravaron la concesionaria había dicho que no tenía plata para hacer las reparaciones. Finalmente se achicaron los temores y se acomodó todo para que se encargase a una UTE conformada por las empresas Sabavisa SA y Mercovial SA, por contrato directo, dado el apuro, y por un presupuesto inicial de $688,97 millones. Tras sortear cuestionamientos por sus antecedentes, la UTE se ocupó del asunto, que le iba a llevar, en teoría, cuatro meses y medio.

Pasado el espanto del verano a la presa agrietada le aparecieron fisuras inesperadas. Estaba peor de lo previsto, lo que llevó a que se cambiara la estrategia y se extendieran los plazos iniciales. El jefe de Inspección de Obra por la Provincia, Oscar Vardé, ingeniero civil especialista en mecánica de suelos y rocas, fundaciones y presas, dijo en septiembre que faltaba un 50% del trabajo, pero que restaba que se realicen perforaciones en las zonas más sensibles. Estimó que las tareas iban a estirarse hasta 2024. Esta semana dijo que ya se pagó el primer trabajo y que la nueva obra está parada, aunque “desde el punto de vista técnico no está concluida”.

¿QUÉ PASARÁ CON LAS FISURAS? Son consecuencia de una estructura que tiene 60 años. ¿QUÉ PASARÁ CON LAS FISURAS? Son consecuencia de una estructura que tiene 60 años.

El ministro de Obras Públicas, Santiago Yanotti, aclaró: “la Provincia ya le remitió tanto a la Hidroeléctrica como al Gobierno nacional que deben devolverle a Tucumán el dinero invertido (porque es su responsabilidad) y se los puso en conocimiento de que se detectó que hay más obras para hacer y que se pongan manos a la obra”.

Condenados a la escasez

La aparición de la grieta había dejado evidentes algunos problemas serios. Uno: que abajo del murallón de la presa 3, pensado como válvula de escape para una emergencia que permita salida de agua, se permitió de modo irregular que se construyan viviendas y que se habiliten espacios de esparcimiento de sindicatos. No obstante, José Ricardo Ascárate, hoy secretario de Energía de la Provincia, dice que no hay riesgo porque no se va a romper el muro, sino que pueden incrementarse las pequeñas filtraciones que siempre hubo por ahí. Otro, mucho más grave: que a causa de las fisuras y mientras haya trabajos que hacer (y no se sabe cuándo se harán) hay que mantener baja la cota hasta un nivel no mayor a 604 metros, lo cual apenas si permitiría dar agua para industrias y riego.

Habrá condena a la escasez en el futuro inmediato. La cota ideal es 614. En estos días ha estado en 589-590. Bajísimo, lo cual genera riesgo de que salga agua turbia o con manganeso. El director de la SAT, Marcelo Caponio, dice que es una “baja histórica”. No obstante, Yanotti aclara: “el Orsep (ente regulador de presas) nos dijo que hasta 604 m de cota se puede tener sin necesidad de liberar agua en exceso. No creen que vayamos a crecer 14 metros con las lluvias del verano. Con nivel de 604 m alcanza para consumo humano, riego y producción”.

La verdad es que las fisuras que tanto miedo causaron a comienzos de año parecen haber resultado inocuas (aunque están costando mucho), si bien no hubo emergencias a causa de la tremenda sequía que hubo y que se mantiene a pesar de las lluvias. Es que llueve poco en el norte, que es donde se cargan los ríos de la provincia. Eso determinó que hubiera escasa o nula agua para riego este año. Y en 2024, si no se deja llenar el embalse más allá de la 604 y sigue en el invierno la sequía, se presume que el agro y la industria padecerán sed.

“El futuro del agua del embalse El Cadillal no es auspicioso”, dice el ingeniero Franklin Adler. Fue construido en la década de los 60 del siglo pasado y está sometido, como todo embalse, a un proceso de aterramiento (colmatación con sedimentos que trae el río). En consecuencia, año a año va perdiendo volumen útil para regular ese recurso hídrico.

Adler afirma que hay que desterrar el mito de que en Tucumán el agua sobra, y advierte que la provincia padece fuerte “estrés hídrico”, por mal aprovechamiento del agua y pérdidas -Caponio estimó que se pierde el 40% del agua-. También, por crecimiento exponencial de la demanda, que genera construcción de pozos en todo el noroeste del gran Tucumán, lleno de barrios nuevos. El acuífero está al límite, “estresado”, como lo describió Gerónimo Vargas Aignasse, ex director del Enohsa. Para ello se estima que habrá una solución con el nuevo acueducto de Vipos, pero eso ocurrirá tal vez dentro de dos años.

Mientras tanto, El Cadillal, principal oasis tucumano, espera una política de mantenimiento en serio. No se sabe si se la dará la concesionaria, que no sólo no ha tenido plata sino que se iría al vencer la concesión en 2026. ¿Le interesará a la Nación seguir atendiendo la provisión de agua, el riego, la atenuación de inundaciones y la generación escasa de energía? ¿O bien, habrá privados que se interesen? ¿O se hará cargo la Provincia? ¿Y si aparecen otros problemas como las fisuras?

“Hoy, sin que se le sacara el provecho previsto, languidece en su vejez de casi 60 años y evidencia su inexorable destino de pantano inútil, favorecido por sequías que adelantan frecuentes crisis para las que nunca Tucumán se preparó para mitigar”, dice Adler. Pero por ahora el viejo oasis es un resiliente, como los argentinos: sobrevive en medio del estrés hídrico a la espera del nuevo año.

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