Alguna vez soñó
12 Enero 2024

Benito Carlos Garzón

Abogado

Montó en el caballo y emprendió rumbo al oeste de la ciudad. Quiso ir solo atravesando plantaciones, aserraderos, algunos carros con maderas canteadas listos para zarpar hacia el norte y en todo el recorrido entre montes, arbustos y ladridos de perros de los obrajes, llegó al pie de la sierra y continuó por una senda estrecha hacia la sierra de San Javier. Llegó abriéndose paso en la espesura hasta el primer mirador donde, desde un claro de la subida, se alcanzaba a ver Tucumán en toda su magnificencia de verdor, únicamente limitada por el intenso cielo azul en la lejanía. Se quedó mirando, admirando, extasiado por la magnificencia del paisaje, pensando. Pronto volvería a la gran metrópoli de Buenos Aires y sentía la sensación de que nunca volvería a esa tierra que lo vio nacer.

Corría el año 1834 y había regresado a Tucumán, luego de recibirse de abogado en Córdoba, pues tenía un deber de agradecimiento a quien había costeado su estadía en la metrópoli y por lo tanto su condición profesional, que era el gobernador de Tucumán, don Alejandro Heredia. De ese modo comenzaría una nueva vida. En plena dictadura de Juan Manuel de Rosas integró un selecto grupo de intelectuales que pensaban el país para una salida republicana.

Juan Bautista Alberdi, porque de él se trata, integró esa llamada Generación del 37 que integraban, entre otros, Juan María Gutiérrez, Sastre, Esteban Echeverría y que fueron desterrados u obligados a ello. Alberdi, luego de su paso por Montevideo, viajó a Chile, donde ejerció la profesión y tuvo, como siempre, la mirada en su patria. Se doctoró con su tesis sobre la Unidad de los Pueblos Americanos y tuvo una famosa polémica con otro grande de la nacionalidad, que fue Domingo Faustino Sarmiento. No bien supo que había caído el dictador, cargó con su trabajo sobre la Constitución, que sería la única forma de terminar con 40 años de anarquía y se entrevistó con el vencedor de Caseros, Justo José de Urquiza, quien hizo suyo el proyecto alberdiano y así nació la Constitución Nacional Argentina que, con modificaciones, nos sigue rigiendo hasta el presente.

“Bases y puntos de partida para la Constitución de la Nación argentina y “Derecho Público Provincial Argentino“ son las obras señeras que dieron base constitucional a lo que se llamaría la Nación Argentina, de la cual nuestra Tucumán fue una de las provincias o células de un mismo tejido institucional. Fue enviado a Europa a conseguir apoyo para la nueva Nación y a pesar de su intenso trabajo diplomático en Francia y Gran Bretaña, las potencias dominantes, fue destituido por el nuevo mandamás de la Nación, general Bartolomé Mitre, que buscó siempre el predominio de Buenos Aires por sobre el resto de la Confederación.

Albedi no le perdonó haber participado en la cruenta y discutible guerra contra el Paraguay en la Triple Alianza (Brasil, Uruguay y Argentina contra Paraguay) y escribió una de las notables páginas de su historiografía denominada “El crimen de la guerra“, hoy todavía motivo de estudio, porque se siguen cometiendo guerras en todo el mundo.

Juan Bautista Alberdi nunca dejó de escribir sobre la realidad de su país y de América del Sur y merece destacarse que a su muerte dejó en su testamento a su único hijo que “quemara todo cuando había escrito y no haya sido publicado”. Su hijo llevó a cabo una genial desobediencia al testamento llenando varios cajones con sus libros y embarcándolos en el crucero en el que regresó al país.

El legado del prócer

Una breve alusión con lo que sucedió con el legado de Alberdi que salvó la desobediencia de su hijo puede señalarse que, por gestión de Joaquín V. González, se editaron una sola vez las Obras Completas, que ocuparon siete grandes volúmenes. Nunca pudieron reeditarse; ni por voluntad nacional ni menos provincial. Por voluntad de su sucesor fueron tuteladas y protegidas por una Fundación privada, FURT, la que cuida y protege la obra alberdiana. Tiene convenio de cooperación con la Universidad Nacional de San Martín, la que organiza cursos de posgrado para el análisis de la obra del prócer tucumano, donde se expiden títulos académicos sobre diversos aspectos de la obra.

En Tucumán las obras completas fueron recibidas por la biblioteca que lleva el nombre del ilustre tucumano. Pero, oh casualidad, no se encuentran completas; algunos “lectores” pidieron prestados algunos ejemplares y nunca los devolvieron. Ni la biblioteca de la UNT, ni la Facultad de Derecho tienen las obras completas, ni menos las otras universidades de la Provincia.

Asistimos al triste espectáculo de que el Presidente de la Biblioteca Alberdi clame por ayuda oficial para no cerrar el establecimiento que como premonición de tamaño olvido se clausuró por falta de mantenimiento.

Sus restos fueron traídos a su Tucumán natal pero descansan (es una manera de decir) en el centro de la Casa de Gobierno provincial. Pasó a ser mudo testigo de la decadencia de una provincia que prometía otra realidad, como la soñaron distinguidos tucumanos como los presidentes Nicolás Avellaneda (hijo del mártir de Metán) y el general Julio Argentino Roca; en el norte la generación del Centenario con Juan B. Terán, Alberto Rougés, Miguel Lillo y otros grandes culminaron con el rector Horacio Descole y el sueño de la Ciudad Universitaria de San Javier. Pero pareciera que se acabó la pólvora, al punto de que dejó de ser el faro luminoso de la región para pasar a ser la Cenicienta. Basta leer las recientes crónicas de LA GACETA de Álvaro Aurane  (04/01) y de José Názaro (06/01) para tener un panorama real del pozo de decadencia en que cayó la Provincia.

Imaginamos a Alberdi mirando el mar verde desde el mirador y su ansia de volver a la tumba, pero eso sí, no a la casa de Gobierno de Tucumán.


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