Atlético, en el patio de atrás del "Chiqui" Tapia

Barracas y Arsenal, hermanados por el poder, alimentan su historia en el fútbol argentino en torno a un sinfín de polémicas

Atlético, en el patio de atrás del Chiqui Tapia

De Barracas para el mundo. La visión y los sueños de Claudio Tapia se fueron cumpliendo a velocidad de reguero de pólvora desde su desembarco en uno de los sillones más poderosos de la Argentina. 

El humilde club de un barrio también humilde en el que “Chiqui” jugó y del que fue presidente va camino a trascender las fronteras, al menos esa es la intención, de la zona sur de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. 

Barracas Central, un club tradicional del amateurismo, primero, y del ascenso, después, llegó a primera división en 2021 de la mano del hombre fuerte de la AFA.

Y lo hizo en tiempo récord, casi espejando lo que fue el propio derrotero de la vida del “Chiqui” desde sus inicios como barrendero, pasando por su alianza política con su suegro Hugo Moyano hasta el trato de tú a tú con Gianni Infantino y demás popes del fútbol mundial (vínculo profundizado a partir de cuando Lionel Messi levantó la copa en Qatar). 

“Rápido para los mandados”, diría alguna abuela por allí, Tapia asumió su actual cargo en 2017. Y en apenas cuatro años el “Guapo” ya desembarcó en la Liga Profesional tras numerosos arbitrajes polémicos durante el torneo de la Primera B Nacional.

Al inefable Don Julio le llevó muchísimo más tiempo –unos 23 años- cumplir con el designio autoimpuesto de ver cómo su querido Arsenal de Sarandí alcanzaba la élite del fútbol argentino. Eso sí, Grondona festejó logros que Tapia ambiciona pero que en este corto lapso y por ahora fueron esquivos. 

El “Viaducto” consiguió un título de liga local, una Copa Argentina, una Supercopa Argentina y ¡una Copa Sudamericana!, que le otorgó el pasaporte para jugar y ganar la Copa Suruga Bank. Una verdadera proeza deportiva del club que nació recién en 1957 a la sombra de los dos “gigantes” de Avellaneda, Independiente y Racing Club, y que solo cuenta con unos 3.000 socios en la actualidad. 

En varios aspectos, Arsenal y Barracas se parecen: el “Guapo”, con poco más de 4.000 socios, es vecino-vecino de Huracán, uno de los históricos “seis grandes” del balompié local. No sorprende entonces que el equipo rojiblanco haya optado con frecuencia por oficiar de local en el “Tomás Adolfo Ducó”, del que lo separan menos de dos kilómetros (haciendo un rodeo para sortear la vía lindera de tren). En distancia directa, son apenas unos 500 metros. 

Para ser anfitrión de Atlético por primera vez en el historial (los tres antecedentes previos fueron en el “José Fierro”, con dos victorias para el “Decano” y un empate), Barracas se mudó a la cancha del “Globito” (57 partidos en total disputados allí). Para sus hinchas, Parque Patricios es como el patio de su casa.

Y si bien el “Guapo” arrancó la Copa de la Liga con dos partidos de local en el estadio de Lanús –el césped en Huracán había sido resembrado- en este domingo de febrero caluroso y húmedo regresó a su “casi” barrio para medirse con el “deca”. 

Las frecuentes mudanzas de los últimos meses tienen que ver con las obras de remodelación en su estadio, otro de los objetivos a corto plazo del club que preside en la actualidad Matías Tapia, “otro” de los hijos del “Chiqui” (Iván, el más conocido continúa su carrera en San Lorenzo). 

“Nos vamos por un tiempo, para volver bien renovados”, reza el slogan del video en que fue anunciado este cambio de cara en el estadio “Claudio ‘Chiqui’ Tapia”, una de cuyas tribunas, curiosamente o no, se llama “Julio Humberto Grondona”, el nombre propio del estadio de Arsenal, presidido a su vez por Julio Ricardo, otro miembro de la dinastía Grondona.

Por supuesto, para quienes viven en las inmediaciones del “Palacio Ducó” el ajetreo al que están expuestos cuando juega Huracán no se parece ni por asomo al movimiento ocasionado por la presencia de los hinchas de Barracas, muchísimos menos ellos y ocupantes casi en exclusividad de la popular de enfrente a la utilizada por la barra del “Globito” (por caso el jueves en el empate con Independiente). 

Obviamente, Tapia padre es prácticamente un mito viviente para los habitantes del barrio que tiene a Barracas Central como club dilecto (el otro es Sportivo Barracas). Por algo le dicen el “Comandante”, hombre de acción y de dirección si los hay. 

No llamaría la atención de nadie que el “Chiqui”, con sus 56 dinámicos años, continúe, contrario a su apodo lo sugiere, plasmando objetivos bien grandes para el amor de su vida. 

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