“El Día de la Marmota” era un documental sobre la Argentina

“El Día de la Marmota” era un documental sobre la Argentina

- ¿Qué harías si estuvieses anclado en un lugar y todos los días fueran iguales sin importar lo que hicieras?

- Eso resume mi vida.

(Diálogo de la película “El día de la marmota” -“Groundhog day”-, de 1993, con Bill Murray y Andy MacDowell)

Una vez más, una gestión estatal inauguró, con fondos públicos, una obra que lleva lo que, parece, es el único nombre posible para toda infraestructura: “Néstor Kirchner”. Antes fueron, rutas, calles, escuelas, hospitales y barrios. Ahora, un microestadio en Quilmes, en el conurbano bonaerense.

Nuevamente, la oradora principal fue la viuda del ex presidente, Cristina Fernández de Kirchner. Otra vez, habló con la voz de la desmemoria. Que en el caso de la política siempre tiene el mismo timbre: el de la impunidad. Justamente, muchos son los niveles en los cuales desambiguar el discurso de la dos veces ex jefa de Estado. Hay cuestiones claramente manifiestas y otras definitivamente latentes.

Con independencia de sus consideraciones ideológicas, la referente excluyente de Unión por la Patria apuntó sus dardos contra el anuncio del presidente, Javier Milei, respecto de que la Argentina registró un superávit en sus cuentas en el primer trimestre, por primera vez desde 2008. “Resulta que no pagaste la energía, las obras públicas, lo que le debes a las provincias y a las universidades”, sintetizó la ex mandataria. “No hermano, no tenés superávit… mira todo lo que debes”, remató.

En rigor, Cristina apunta a un punto flaco del oficialismo. Por caso, el viernes pasado se avisó aquí acerca de la dudosa condición de “milagro” del superávit anunciado, dado que no hay aprobado un Presupuesto 2024. Si hubiese una ley que fijase cuánto debe asignarle el Estado nacional a cada una de sus áreas, y los números del erario igualmente dieran saldo positivo, eso rozaría lo milagroso.

Inclusive, en la mañana de ayer, en una entrevista, Milei anunció que en junio prevé pagar la deuda de la Nación con Cammesa. El “rojo” estatal con las generadoras de energía es de unos U$S 1.300 millones. El pasivo con las productoras de gas, en tanto, asciende a unos U$S 900 millones. “Cuando vengan esos números, operativamente vamos a quedar en déficit, pero con lo acumulado antes las cuentas siguen equilibradas”, tuvo que reconocer el mandatario en la mencionada entrevista.

Aclarado esto, lo que resulta inverosímil es que sea Cristina Kirchner quien pretenda tomarle clases de superávit fiscal a nadie, nunca. Fue la Presidenta de la Nación que exterminó los “superávits gemelos” que había dejado su esposo. Ella asumió en 2007. Y el déficit volvió al año siguiente.

La viuda de Kirchner, es, además, quien se desempeñó como Vicepresidenta de la Nación entre 2019 y 2023. Fue la compañera de fórmula de Alberto Fernández, quien en diciembre pasado dejó un país con un déficit equivalente a cinco puntos del PBI.

Cristina da lecciones de lo que jamás supo hacer ni conseguir. Se alaba de lo que nunca tuvo.

Ahí es donde la Argentina se torna repetitiva hasta el paroxismo. En la película “El Día de la Marmota”, el protagonista es un meteorólogo egocéntrico que, incapaz de reconocer sus errores y aprender de ellos, es condenado a amanecer siempre en el mismo día y en el mismo pueblo, donde la tradición manda que el comportamiento de una marmota pronosticará qué invierno ha de venir.

Aquí asistimos, sin solución de continuidad, al discurso de un proyecto político que no se hace cargo de los históricos horrores perpetrados a lo largo de sus gestiones. Pero que, a la vez, declara durante la semana pasada, en la voz de su conductora: “Me hago cargo de todo”.

Durante las presidencias de Cristina se firmó en secreto el “Memorándum de Entendimiento” con Irán: el discurso “K” era que se buscaba darle impulso a la investigación en torno del atentado contra la Argentina mediante la voladura de la AMIA. La verdad de la Justicia argentina es que esa república islámica es la responsable de ese ataque de 1994; y también del perpetrado dos años antes contra la Embajada de Israel. Al día de hoy, los “K” no se hacen cargo más que del negacionismo.

Alberto Nisman, a cargo de la UFI AMIA, denunció a Cristina y a una decena de kirchneristas de firmar ese acuerdo para blindar de impunidad a los iraníes acusados de ser los presuntos autores intelectuales de la masacre de 85 compatriotas en la mutual judía. El 18 de enero de 2015, el fiscal apareció sin vida en su departamento. En vísperas de asistir al Congreso para sostener su denuncia. El kirchnerismo no hesitó en hablar de un suicidio y de culpar a Nisman de haberse quitado la vida por no tener pruebas contra la entonces Presidenta. La Justicia investiga un homicidio.

Durante el gobierno anterior, Cristina se convirtió en la primera persona que, ejerciendo la Vicepresidencia de la Nación, fue condenada por corrupción. Fue por “administración fraudulenta”, al redireccionar obras públicas a empresas de Lázaro Báez. Se estimó el perjuicio al Estado en U$S 1.000 millones. Jamás se hicieron cargo de esos negociados. Ni de los de “La ruta del dinero K”. Ni tampoco de los “Cuadernos”. A toda denuncia la contestaban con una entelequia: “lawfare”. Más aún: el sábado, Cristina, con amnesia selectiva, le reprochó al Gobierno “las obras” que adeuda…

Justamente, ese cuarto gobierno “K” recibió un país con un 35,5% de pobres. Lo entregó con la pobreza afectando al 44,7% de la población. Más una inflación de 211,4%. Nunca se hicieron cargo del impacto de la sobreemisión desembozada de moneda. No es para sorprenderse: Cristina ni siquiera se hace cargo de Alberto Fernández. Y como si fuera ajena a los gobiernos de los últimos 20 años, dijo en Quilmes, sin ruborizarse: “Te puede haber votado el 60%, pero si después la gente se caga de hambre, ¿de qué sirve?” Al kirchnerismo le cabe la pregunta, pero tampoco se hacen cargo.

El gobierno libertario está agradecido del acto de Cristina. Le ha servido al Presidente para volver a encontrar un adversario correcto. Y nada menos que durante la semana en que la marcha en defensa de la universidad pública lo había descolocado por completo. Tanto en las redes sociales como ante la opinión pública. El fin de semana, Milei salió a retrucar ferozmente a Cristina.

Ahí es donde surge el nivel latente del discurso de la ex presidenta. Tras meses de silencio, la ex mandataria se anima a reaparecer porque la protesta federal del martes pasado expuso que ha emergido una masa crítica de críticos contra el Gobierno libertario. Claro está, ni Cristina ni nadie del coro estable de la oposición lucen hoy capaces de liderar una alternativa. Milei encarna un nuevo modelo de liderazgo político. Para unos, mejor; para otros, peor; pero diferente. Por ende, se necesitará también de liderazgos diferentes en la oposición. Ello no quita que el otoño ha traído descontentos. Y que del árbol del libertario, pródigo en ajustes, han caído algunas hojas.

La marmota de la película pronosticaba inviernos duros o benignos, pero nunca tranquilos.

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