El constante “flashback” de una economía en recesión

El constante “flashback” de una economía en recesión

Un supermercado vacío en un día que, en tiempos de la artificial normalidad económica argentina, estaría lleno de clientes. Cambios constantes en los precios de las carnicerías, más adaptándose al bolsillo del consumidor que a la rentabilidad del propietario. A las frutas y a las verduras les crecieron alas y no hay señales de aterrizaje. Un almacén de barrio que habilita cuentas corrientes a los vecinos que han denotado fidelidad con el negocio. Lo que a las nuevas generaciones les puede resultar llamativo es la compra fraccionada. Hay “mayores” que, a la hora de seleccionar los productos para el almuerzo o la cena, compran fideos, arroz, harina y hasta aceite suelto. Es como un flashback de lo que ha sucedido a mediados de la década de 1970, hacia fines de la década de 1980 o al cierre del siglo 20, cuando la Argentina estalló por los aires. Cada tanto, la economía nos transporta a estas duras realidades, pero no se aprende y, así, de gestión en gestión, se cae en ese histórico loop de errores no forzados o de tratar de esconder la realidad debajo de la alfombra roja del poder. En la vida, como en la economía, alguien paga.

La cuenta que se está observando por estos tiempos es demasiado grande. La está pagando, en gran medida, ese 55% de la población argentina al que, en promedio, le falta cerca de un 35% de los ingresos para llegar a fines de mes. Son los pobres, viejos y nuevos. Y, entre estos últimos, cada vez son de posiciones que, en otros períodos, no eran tan volátiles, las familias de clase media. La indigencia tampoco da respiro. El 18% de los argentinos no pueden reunir los fondos suficientes para salir del último escalón de la pirámide socioeconómica, construida a través de los ingresos. Esos son los datos que ha dejado el primer trimestre del año, según estimaciones del Observatorio de la Deuda Social Argentina de la Universidad Católica Argentina (ODSA-UCA). Se trata de la cifra más alta desde 2002.

Tucumán no está al margen de esas estimaciones. Hay un piso de pobreza, marcado por el comportamiento del indicador durante el último semestre del año pasado, cuando ese flagelo afectó a 404.000 personas, es decir, al 41,7% de la población urbana del aglomerado urbano del Gran Tucumán-Tafí Viejo. Un escenario como el proyectado por la UCA sería como volver al tiempo en el que la economía argentina emergía de las profundidades de la crisis, en el primer semestre de 2004, cuando la tasa de pobreza había sido del 56,2%. La tarima social tucumana, en ese contexto, sigue siendo endeble. Una prueba de ello es el ejército de trabajadores no registrados que hay en la provincia. Al cierre del año pasado, los datos oficiales daban cuenta de que el 51,7% de los asalariados estaban en negro, según la Encuesta Permanente de Hogares. ¿Por qué es un dato clave? La respuesta se demuestra con las mismas estadísticas: ganan un 40% menos que los empleados públicos y privados registrados; generalmente se trata de jefes de familia que sostienen al grupo y que perciben al menos, menos del valor de una Canasta Básica Total que, en el caso de Tucumán, fue calculada en $ 667.217 mensuales. Y, por si eso fuese poco, dos de cada 10 trabajadores que tienen una ocupación dicen que están en búsqueda permanente de otro porque no les alcanza el sueldo para cubrir sus gastos cotidianos.

Estos son los problemas presentes, pero el futuro lleva una hipoteca que todavía no ha sido levantada por ninguna de las administraciones de Gobierno: Las privaciones que registra una amplia población de niños, niñas y adolescentes argentinos y que implican el sostenimiento de la desigualdad social. Los problemas predominantes en el entorno habitacional que impactan en la infancia, en términos de su frecuencia, son la inseguridad en los vecindarios (77%), la carencia de servicios públicos como desagües, veredas y pavimentos (56%), la presencia de drogas (54%), la falta de acceso a la red de gas (53%), la contaminación ambiental (48,6%), la ausencia de sistemas cloacales (38%), y en menor medida, situaciones de precariedad habitacional (19%), señala otra investigación del Observatorio de la Deuda Social de la UCA. “Todo esto se debe a décadas de desinversión en infraestructura básica, con un medio ambiente más contaminado, una cuestión que parece más exacerbada en el Gran Tucumán que en otros grandes centros urbanos del país”, concluyó la sociólogo Ianina Tuñón, cuando LA GACETA le pidió las razones por tanta incidencia de problemas en la infancia. Sucede que los datos registrados al cierre de 2023 muestran a la provincia como uno de los distritos con mayores inconvenientes para garantizarles un futuro mejor a los niños, niñas y adolescentes.

En tiempos de recesión, el Estado ha puesto el foco en esa población vulnerable, abriendo los comedores escolares en pleno verano. Sucede que la contención en esos establecimientos no sólo se circunscribe al niño que va a la escuela, sino también al grupo familiar. Las encargadas de alimentar a esos chicos relatan que, en muchas ocasiones, deben ampliar las raciones porque la vulnerabilidad alcanza al grupo familiar del beneficiario. Esa es una de las realidades que se puede visibilizar. Pero también hay casos en que la asistencia social no llega y quedan expuestos a la marginalidad.

Salir de la recesión

Tras un primer trimestre traumático para la economía, algunos indicadores vislumbran que la Argentina podrá salir de la recesión, aunque la recuperación será muy lenta. El ajuste lo pagaron todos los sectores. De cada $ 100 de ajuste en las cuentas públicas nacionales en abril, $ 37 correspondieron a recortes en jubilaciones, siendo el principal factor explicativo de la reducción real del gasto, indica un reporte del Centro de Economía Política Argentina (CEPA). Le siguen en importancia los gastos de capital, que aportaron $ 27 de $ 100 de ajuste total, y los subsidios económicos $ 8% de $ 100, principalmente energéticos, que impactaron en la suba de tarifas tanto de transporte como de gas y luz.

En Tucumán, el ajuste también se sintió. El gobernador Osvaldo Jaldo debe administrar las finanzas públicas con una caída mensual y real del 21% promedio en los ingresos nacionales y provinciales. Además, en el contexto del mensaje del presidente Javier Milei de no financiar más a la casta, el tranqueño gestiona con un 80% menos de fondos discrecionales de los que gozó, por ejemplo, su antecesor Juan Manzur. La obra pública no tiene el ritmo de otros tiempos, pero hay promesas de reactivación en el mediano plazo. Más allá de que no haya Pacto de Mayo este sábado 25, en la Casa Rosada consideran tres o cuatro iniciativas que el propio Jaldo elevó para terminar algunos trabajos públicos vinculados con la seguridad. Esta semana, además, la Casa de Gobierno quiere ponerles punto y aparte a las paritarias con otra recomposición de los sueldos estatales. Hasta ahora el objetivo se está cumpliendo, pero todavía restan gremios con los que hay que negociar. En este aspecto, hay promesas de que en agosto se revisarán nuevamente los sueldos con la idea de seguir recuperando el poder adquisitivo. Tal vez para esa época el Poder Ejecutivo designe funcionarios que estarán en permanente contacto con los sindicalistas para analizar el paso a paso de las finanzas y las posibilidades que tendrá el Estado para atender los reclamos. Ese Estado provincial también tiene sus propios flashback. El problema es que, en la actualidad, las vacas están flacas.

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