COPENHAGUE.- La tecnología se cruza con el periodismo y la política en las ponencias del congreso de Wan-Ifra en Copenhague. También en los pasillos.
Me cruzo con Jaffer Zaidi, uno de los vicepresidentes de Google y de los más demandados –también en sentido jurídico- por los editores. Su compañía enfrenta un escenario de causas legales por posición dominante y derechos de autor, con crecientes regulaciones en países como Australia, Canadá y los 27 de la Unión Europea. El ponente más requerido es Tom Rubin, gerente de propiedad intelectual de Open AI, la creadora de ChatGPT. Es quien, como contrapartida de la demanda por uso ilegítimo de contenidos que inició The New York Times contra su empresa, ha impulsado la firma de acuerdos con grandes grupos de medios, usualmente uno por mercado, como Le Monde en Francia, Axel Springer en Alemania y Prisa en España. Ante el rumor de un acuerdo en marcha con Globo en Brasil, le pregunto si tiene pensado viajar a América latina. “No por ahora”, contesta. No pocos creen que estos acuerdos son un tiro en el pie para los generadores de contenidos.
Muchos de los grandes periodistas de las más distintas regiones se cruzan en los pasillos del congreso. Me encuentro con Marty Baron, el célebre ex editor de The Washington Post, y con Martín Rodríguez Yebra, columnista de La Nación. Le contamos a Baron que se lo espera con entusiasmo en la Argentina, adonde vendrá –en octubre, en el marco de la asamblea anual de la Sociedad Interamericana de Prensa- a hablar sobre Frente al poder, su nuevo libro. Le preguntamos sobre un posible nuevo mandato de Donald Trump, quien ha declarado un poco en broma y otro tanto en serio, fiel a su estilo, que será un dictador desde el día uno. Baron cree que no será, si finalmente gana, una etapa fácil para el periodismo. Imagina un presidente hostigando a la prensa y cerrando información, invocando motivos de seguridad nacional y creando dispositivos para amedrentar o perseguir judicialmente a periodistas. Tampoco tiene confianza en una repetición del boom de suscripciones y audiencia que fortaleció a los medios después de la victoria de Trump en 2016. Hay un cansancio de buena parte de la sociedad con las noticias políticas y entre un 25 y 35% de la población que cree en algún tipo de versión conspirativa. Un público desinteresado, o reactivo, a un periodismo crítico.
Después de varios años de ausencia por los congresos, reaparece Gavin O’Reilly, editor irlandés y ex presidente de Wan-Ifra que en el evento anual de 2006 se animó a ridiculizar a Vladimir Putin, en un discurso público, en el Kremlin. “Me parece pertinente, en este lugar, terminar mi alocución citando a Marx”, dijo. “Pero no a Karl sino a Groucho: el secreto del éxito es la honestidad y la integridad; si puedes fingirlas, tienes todo resuelto”, concluyó.
Dos años más tarde, en otro congreso de Wan-Ifra, Garry Kasparov, el ex campeón mundial de ajedrez y por entonces frustrado candidato presidencial, advertía lo que vendría años más tarde a los periodistas y a los mandatarios de Europa occidental ante los cuales Putin fingía integridad.
En el congreso de este año, Oksana Brovko, presidente de la Asociación de medios regionales de Ucrania, contó los sufrimientos de su país. Muchos periodistas debieron dejar el oficio para pelear en el frente. El periodismo narra las historias de la primera línea pero también las no menos terribles de las ciudades y pueblos alejados de las zonas de combate. Los mutilados se cuentan por decenas de miles, como también quienes tienen sus psiquis quebradas. Predomina, no obstante, una esperanza inconmovible en la victoria.
El presidente saliente de Wan-Ifra, Fernando de Yarza, nos cuenta que los ucranianos que deben abandonar sus casas por el avance ruso guardan las banderas de su país en frascos de vidrio que entierran disimuladamente. El objetivo es resguardarlas hasta que puedan volver, desenterrarlas e izarlas nuevamente. De Yarza llegó hace dos semanas de Ucrania con uno de esos frascos como reconocimiento a su compromiso. “Aquí no es necesario esperar para abrirlo”, dijo mientras desplegaba la bandera celeste y amarilla, ante el aplauso cerrado de sus colegas.
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