En su carta “Religión y Política” (12/06), el católico apostólico romano Sr. Fernando Saade manifiesta su disgusto y condena a aquellos herejes con sotanas que se atreven a profanar el Templo del Señor, acusándolos hasta de “fanáticos” kirchneristas opositores a Milei. Mi carta no intenta denigrar su opinión, sino alimentarla con un repaso de otras acciones de hombres de la Iglesia que -estoy convencido- él habrá condenado y repudiado oportunamente, ya que Iglesia y Estado caminan por caminos separados, a pesar de que muchos insisten con lo contrario. Por ejemplo: en 1884, durante la Presidencia de Julio A. Roca, nació la Ley 1.420 de Educación obligatoria, gratuita y laica, laicidad que nunca fue respetada y es así como en pleno siglo XXI hay escuelas públicas que imponen al estudiantado el rezo de oraciones antes de ingresar a sus aulas y hasta maestras de Religión. Otro claro ejemplo es lo que sucede cada 24 de Septiembre en Tucumán, fecha en la que el propio Estado le brinda más honores a la Virgen de la Merced que a los revolucionarios independentistas Manuel Belgrano y Bernabé Aráoz. Ni qué decir cuando veíamos arrodillados y comulgando a trágicos personajes como Videla, Massera o Bussi, una ofensa al Dios Hombre y a su Padre. Por último y, para no extenderme más, abusando de la generosidad de LA GACETA por brindarnos este valioso espacio, quisiera compartir mi indignación con usted, recordando la presión que la Religión ejerció sobre la política cada vez que esta trabajó por ampliar derechos a las personas, como sucedió con la Ley de Divorcio (que permitió a muchas personas salir de relaciones que las hacía miserables); con la Educación Sexual Integral en las escuelas (entendiendo que el 85% de los abusos sucede en los hogares) o con la Ley de Interrupción Legal del Embarazo (que brindó a la mujer pobre las mismas posibilidades y condiciones de salud, a las que solo podían acceder las mujeres con dinero). Religiones hay muchas, con mandamientos que muestran un camino a sus fieles; Estado hay uno solo, cuyos mandatarios deben seguir el camino votado por sus mandantes. A Dios lo que es de Dios; al Pueblo lo que es del Pueblo.
Javier Ernesto Guardia Bosñak