Gran asombro me provocó el observar durante esta semana, videos de dos misas en Buenos Aires, en las que las expresiones de militancia peronista eclipsaron la esencia del ritual por excelencia, muy caro a los católicos. Pregunta: ¿con qué tranquilidad y/o seguridad puede asistir a una misa de esas características un católico no peronista? Históricamente, la Iglesia es reconocida como impulsora de políticas nefastas cuando incursionó en ese terreno y usó y manipuló a las poblaciones con un fin terrenal. Obvio: en siglos anteriores al XIX. En nuestro país es reconocida como inclinada a bases ideológicas con las que se identificó/a el peronismo, lo cual lleva a la otra pregunta: ¿considera la Iglesia Católica de tal peligro a este actual gobierno elegido democráticamente, que siente que debe actuar y ser la oposición? ¿Apoyar sin escrúpulos ni miramientos y con total descaro, a un peronismo devastado, incrédulo, incapaz de reaccionar desde mecanismos democráticos, con realineamiento, propuestas, etc.? Y me atrevo a señalarla porque es sabido que es verticalista y que esas misas, por lógica, no fueron hechos aislados ni desarticulados. Cuidado. Es un camino que puede ser sin retorno para la Iglesia en un país católico por excelencia. Y en una sociedad argentina diferente, a la que evidentemente, les cuesta entender. Todavía no fue reemplazada en nuestro país por otros grupos religiosos, pero ese avance es sin pausa y real. Hechos como estos pueden provocar que el argentino se pregunte si esta Iglesia los representa. La etimología de esa palabra significa “convocación”. ¿Debemos preguntarnos si esa convocación es para todos nosotros? ¿O sólo un grupo identificado con un lineamiento político será bienvenido?
Hilda Cristina Ponce