Los riesgos en la ruta a San Javier

24 Junio 2024

El camino a San Javier, angosto y degradado, es la conexión entre el Gran Tucumán con el cerro, sitio de descanso y una de las joyas del paisaje provincial. Tiene movimiento vehicular menor durante los días hábiles y es un imán durante las jornadas de fin de semana o feriados, sobre todo para los ciclistas, que lo han convertido en parte de uno de los circuitos centrales. Por ello dispara las alarmas el accidente ocurrido el sábado en la zona de El Rulo, donde un pedalista que bajaba del cerro chocó contra un auto que subía y cuyo conductor realizó una brusca maniobra, según explicó en la comisaría, para esquivar a otros ciclistas que pedaleaban hacia la zona alta.

Se trata de la ruta 338, con un recorrido de unos 20 kilómetros, lleno de curvas y algunas pendientes pronunciadas desde la rotonda de Yerba Buena hasta el acceso a San Javier. Hay una zona residencial con muchos habitantes en El Corte; un sector convocante en la Primera Confitería (junto a la cual hay un barrio oculto entre la espesura); varios miradores (uno junto a la tumba del escritor Pablo Rojas Paz) y hasta zonas de descanso, con algunos asadores (cerca de El Rulo). Quienes viven en el sector, dividido entre el área fiscal y la que corresponde al parque Sierra de San Javier de la Universidad, pueden dar cuenta del intenso uso de esta ruta por parte de los ciclistas. Es atractiva, desafiante, ideal para la práctica del deporte y para el paseo, alejada del intenso tránsito de las urbes pero con riesgos por su estrechez, sus curvas, sus pendientes y el estado regular o malo del camino.

Los ciclistas y los choferes de la línea de ómnibus que usa este camino pueden informar también de los cuidados imprescindibles en ascenso y descenso por esas características del recorrido. Un agente del destacamento de San Javier informó a LA GACETA que además de los frecuentes percances que sufren -sobre todo- los ciclistas hay un problema serio con los animales sueltos, con los cuales también colisionan los usuarios de bicicletas.

Acorde con el uso intenso que tiene este circuito, acaso desde la pandemia -cuando creció geométricamente la práctica de deportistas, bikers, ciclistas, trekkineros y gente que sencillamente pasea- a la comisaría de El Corte, ubicada abajo, en el sector llamado El Paraíso, se ha añadido el destacamento de San Javier. Ambas sedes policiales completan el cuidado de un área que representa varios desafíos. A ellas se agrega Vialidad, que se debe hacer responsable del mantenimiento -y la seguridad vial- de este sector montañoso, con  las complejidades que tiene la zona, por los deslizamientos de tierra y de piedras con cierta frecuencia. Hace muy poco se debió cortar durante varios meses la ruta a causa de los problemas de El Rulo, donde fue necesario colocar un nuevo puente.

Todo esto indica la necesidad de plantear una estrategia más intensa de seguridad vial: mantenimiento del camino -en algún momento habrá que pensar en la repavimentación, ensanchamiento, nuevas estructuras viales-, señalización y pintura y recorrido de los policías, en vista de que la gran movilización de personas genera riesgo de emergencias varias, como la de dos adolescentes que se perdieron en los senderos del cerro días pasados.

También esto obliga a pensar en  los cambios en la movilidad urbana y en la cultura vial, que necesariamente incluyen a la bicicleta, como señalan los grupos de ciclistas, que advierten que crecen los riesgos por doquier. Baste recordar la tragedia de la joven Josefina Vizcarra, atropellada el 17 de febrero en la avenida Mate de Luna. Como mínimo, esta situación obliga a una fuerte reflexión sobre el tránsito y a campañas de concientización, como las que impulsan las asociaciones de usuarios de bicicletas. El cerro está siendo cada vez más requerido y urge que las medidas de seguridad sean cotidianas en la ruta 338.

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