El fuerte está a pocos metros de la rotonda de avenida Perón. Nadie podría imaginarse que allí, escondido entre árboles, se abre un mundo de fantasía. Parece un paraíso: al jardín lo decoran durazneros en flor, bananos, árboles de palta y de nuez de pecán. Pero no son esos nobles frutos los que nos convocan sino otro, inesperado y secreto. Desde hace un tiempo crece allí, en sigilo; hunde sus raíces mientras nadie lo imagina y mezcla su ADN con la tierra del limón. Hace una década, Oscar Velasco Imbaud fue a Costa Rica, invitado por el Banco Mundial en su rol de especialista en Políticas Sociales. En una pausa del viaje, visitó una finca cafetera y quedó fascinado. “Pedí unas semillas y las traje”, cuenta a LA GACETA. Hoy, en su pequeña porción de tierra, cosecha cada año café, 100% tucumano.
Sí, así como suena. Aunque usted no lo crea, en Yerba Buena se produce café. Y en otras partes de la provincia también. “Ya hubo otras experiencias hace muchos años, de gente que ha querido empezar con esto, y las plantas quedaron en algunos lugares. Creo que Tucumán es una provincia que puede producir la infusión y eso está demostrado; yo lo hago hace ocho años para consumo familiar. Y cada vez vamos a poder hacer más; según algunos organismos que monitorean el cambio climático, la frontera de cultivo apta para el café se ha corrido al norte de la Argentina”, cuenta entusiasmado. Y sus plantas lo confirman: altas, robustas y llenas de frutos, sus ejemplares de café están listas para ser cosechadas.
Tiene alrededor de 50 plantas produciendo, sin fertilizantes ni plaguicidas. “Todo es hecho ex profeso, para ver cómo las plantas se adaptan a nuestro suelo”, indica mientras, de fondo, los cosecheros realizan su trabajo.
Un mundo de posibilidades
Para quien sólo lo consume, ver el café en las distintas partes del proceso es raro. Es casi imposible entender que esas bayas rojas se convierten en la bebida tan preciada. Claro, no conocemos sobre la producción porque no se hace aquí. Nuestro país importa el 100% del grano que luego se bebe. Por eso estas experiencias son tan importantes; y en este proceso, el Instituto de Desarrollo Productivo (IDEP) -que nos invita y acompaña en la visita al cafetal de Oscar- está brindando apoyo para impulsar la industria en la provincia.
La variedad que nosotros observamos en vivo y que los lectores verán en foto es la bourbon, un tipo resistente. “Fue introducida por unos monjes franceses en la isla Reunión (antes llamada isla Bourbon), que es un protectorado al sur de Francia. Es un café de alta productividad, resistente a las heladas. Yo pensé que podía funcionar aquí, y así fue. Esto -dice Oscar y señala sus plantas- no sólo tiene valor en producción, es testimonial. Planeo producir semillas para dispersar en la provincia; y estas plantas que vamos a tener, son ya una tercera generación. Es una planta que ya está adaptada a este suelo”.
Todo eso lo confirma luego Margarita Jaramillo, ingeniera agrónoma experta en cultivos tropicales y andinos. Colombiana como el buen café, llegó a la provincia por amor y se sumó a esta propuesta de impulsar la bebida. “Es una variedad muy antigua, pero que en Tucumán puede encontrarse de manera casi silvestre en algunos lugares. Esta es la cuarta ola de café en Argentina; la primera introducción fue en 1883. Pero todos los intentos fracasaron por el limitante número uno: el frío. Aquí, las características del suelo y del ambiente son favorables, siempre y cuando se planten y crezcan en las condiciones de sotobosque (por debajo de los árboles). Sí, no estamos exentos del frío y hay otro factor que es el estrés hídrico que tenemos, pero es muy posible producir buen café”, indica.
Un impacto positivo
Con gran pasión, Margarita cuenta el paso a paso que da como resultado la infusión. Nosotros, mientras tanto, esperamos la prueba de fuego: la cata. En síntesis, hay cuatro estadios: una vez que se cosecha la cereza del café, se separan los granos de la cereza y se los sumerge en agua; luego deben secarse hasta tener un 12-13% de humedad y recién pueden tostarse. Finalmente, se muele para consumo. El proceso completo, entre la siembra y la cosecha, puede tardar incluso años, dependiendo de las condiciones del suelo y del clima.
“El metabolismo de estas plantas no funciona correctamente por debajo de los cinco grados; pierden brillo y no están en su máximo esplendor. El frío está latente; siempre va a haber riesgos. Nos toca aprender de la historia pasada para no repetirla, tenemos que entender que hicieron en otras épocas y conservar esto en sotobosque. Con ello, la producción es viable”, añade la especialista.
Lo único que falta es impulsar la producción. “Puede parecer que no es rentable, pero lo es. Un productor, con cinco hectáreas cultivadas, puede vivir tranquilamente. El kilo de grano se vende a unos U$S10. Sólo hay que hacer cálculos”, reflexiona Oscar. “Esta puede ser una actividad de gran impacto social, porque involucra mucha gente, no sólo en la cosecha, sino en la molienda... Colombia, por ejemplo, tiene 500.000 familias en la producción; y eso debería alentarnos a nosotros a diversificar la producción, es algo que Tucumán debe hacer, y no sólo concentrarse en el azúcar y el limón. No por nosotros, sino por las próximas generaciones”, añade el contratista y cosechero Dante Delgado.
Antes de terminar la visita por Lomas de Imbaud (terrenos que supieron ser la finca de Marcial Imbaud, el abuelo de Oscar), se nos invita finalmente a degustar el producto. No tiene nada que envidiarle a las grandes multinacionales que nos lo venden en los supermercados.
Y no sólo lo dice el paladar periodístico, sino los expertos: en julio la mayor tostadora de café de la provincia hizo una prueba con los granos de Oscar. Se hicieron tres tostaciones diferenciadas; luego se dejó en reposo los granos por 24 horas y finalmente se hicieron los testeos en máquina.
“El resultado fue de un café de muy buena calidad, el cual va a tener total aceptación, cubriendo todas las expectativas en el mercado local”, resumieron los catadores. En el futuro, Tucumán podría tener su café propio, con denominación de origen. Es que el café de especialidad, ese que tan de moda está, quedaría corto como definición, ya que el producto subiría a un nivel mayor -advierte Jaramillo-: el de Tucumán podría catalogarse como café exótico. Sólo hay que poner manos a la obra.