Una poesía que interpela

Una poesía que interpela
11 Agosto 2024

Por Soledad Martinez Zuccardi

Hace unos 20 años conocí a Aldo Ternavasio en un seminario sobre poesía latinoamericana. Llegó con su eterna mochila de esa época y con cierto aire de forastero entre la gente de letras. Él venía del mundo del videoarte, del periodismo, empezaba entonces un posgrado en filosofía. Nos hicimos amigos. Recuerdo el asombro que sus reflexiones sobre unos poemas de Neruda provocaron en quien estaba a cargo del curso. No recuerdo en qué consistían esas reflexiones, pero sí que eran agudas, lúcidas, irreverentes, muy a contrapelo de lo que decía la crítica más consagrada. Con esa misma irreverencia y lucidez, con ese mismo aire forastero y con ese feliz desacato, Aldo viene ahora a sorprendernos con su primer libro, “Poemas silvestres”, hermosamente editado por el sello Lux, de Bahía Blanca.

“Poemas silvestres” no parece el primer libro de un autor. Quizá porque son poemas que Aldo viene mascullando desde siempre, un poco sin saberlo. Es verdad que hay otros primeros libros que tampoco parecen el primero. Pensemos en “Nuestros días mortales”, de Joaquín Giannuzzi. Ya en el primer poema de ese libro, el célebre poema de las uvas rosadas, Giannuzzi ya está, ya es Giannuzzi. Y en este primer libro de Aldo hay algo que ya está: algo así como un estilo. Nada menos que un estilo. “Poemas silvestres” se sostiene, además, en una madurada sintaxis interna que engarza de modo sutil cada sección con la que sigue, un poema con otro, en sus distintos tonos y ritmos (algunos son más líricos, otros más ensayísticos y hasta filosóficos, en muchos prevalece el humor).

El comienzo es luminoso en su escepticismo: “parto de aquí/ porque sé que los comienzos/ siempre nos confunden”. Y en el medio del libro, leemos: “llegar a algo/ aquí/ no siempre resulta imprescindible”. Y casi al final: “Lo que te permite partir/ del lugar donde no estabas/ hacia donde nunca dejaste de estar”.

Decía que algunos textos están muy cerca del ensayo. Son poemas que van construyendo un pensamiento. ¿Y la poesía no es acaso, en ocasiones, casi un pretexto para pensar? O bien, invirtiendo los términos de la pregunta: ¿es posible pensar sino en clave poética? Ignoro la respuesta, pero puedo decir que en “Poemas silvestres” hay una reflexión: sobre el tiempo, el lenguaje, la tecnología, los sujetos, lo político. Una reflexión que parte de lo banal, lo cotidiano (ciertos posteos en las redes sociales, la espera en la caja del supermercado, el lavarropas funcionando). Pero que está muy lejos, a la vez, de lo anecdótico. No hay anécdota ni confesionalismo en estos poemas. Lo banal y lo cotidiano está en función de la creación de la imagen poética.

Se trata de un pensamiento alejado de toda solemnidad, atravesado por la emoción y por el humor. Con “Poemas silvestres” nos conmovemos y también reímos. El poema 12 es una genial inversión paródica, en clave de psicofármaco, de una de las odas elementales nerudianas. Cito solo el comienzo: “Si estuviera obligado a escribir una oda, /más que a la cebolla/ le escribiría a las benzodiazepinas”. Un poema que encierra además toda una poética: “Una oda/ al fin/ a una idea menos insaciable/ de la poesía (…) una oda a las palabras cualquiera”. Ese pensamiento que van construyendo los poemas cobra la forma de una conversación: es un pensamiento conversado. Hay una segunda persona a la que se interroga, se corrige, se invoca con insistencia: “tenelo por seguro”, “no tenés idea en qué te estás metiendo”, “escuchá”, “intentalo” “¿lo ves?”. La de “Poemas silvestres” es una poesía que interpela.

Cierro estas breves impresiones sobre “Poemas silvestres” de Aldo Ternavasio con una pequeña colección de versos que son, para mí, de antología:

“recordá/ la historia no escapa/ de su propio alzheimer”

“el presente camina de noche/ en pijamas/ por un barrio desconocido”

“Ahab y Moby Dick malhumorados en un dos ambientes”

“todos miramos todo/ y aun así/ nadie es testigo de nada”

“todo lo que no pasa/ entre dos cosas que pasan/ es lo que cuenta”.


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