Tal parece que nuestro otrora “orgulloso” idioma castellano se está quedando corto, embestido por el pujante vocabulario foráneo que se acomoda en usos y costumbres, destrozando raigambre sin piedad. Esta intromisión trastoca la pureza del lenguaje hasta hacerlo, en algunos casos, confuso y molesto. Los negocios del Centro de nuestra ciudad son un claro indicativo de la facilidad con que renunciamos al idioma nativo, a favor de imponer grandes títulos en cualquier idioma foráneo: inglés, italiano, francés, o siglas y nombres propios que en nada ayudan para deducir qué cosa se vende allí. Claro, hay que mirar la vidriera y deducir. ¿Entonces, hace falta el gran letrero? Para nada. Por contraste, y como ejemplo de respeto cultural, se destaca y asombra que el instituto clásico de enseñanza de Inglés, el Anglo, sobre calle 25 de Mayo, indica su actividad en castellano: “el mejor Inglés”. Claro ejemplo de respeto al idioma nacional. Por otro lado, hay traducciones que mueven a risa: “mouse”= “ratón” y otras que desconciertan. Ej.: Application, ligeramente traducido “aplicación”, es decir, algo que se coloca sobre otra cosa, por ej.: pintura, loción, etcétera; no es un objeto. Pero en inglés sí lo es. Pienso que nosotros tendríamos que decir: “Dispositivo”. Así un “application taxi” no es un “taxi de aplicación”, sino un vehículo que se requiere por un nuevo medio: el teléfono. Un “sale” es una venta a precios rebajados. Para nosotros, una “liquidación” (palabra que está desapareciendo); “off” indica que algo que se “desprende” del precio real para hacerlo más barato, un descuento. Digamos que nuestro idioma sale perdiendo con este avance de otro sobre las relaciones mundiales, no sólo comerciales. También internacionales y diplomáticas. Conclusión: es muy bueno saber idiomas; pero antes, hay que conocer el nativo, y muy bien.
Darío Albornoz