Qué difícil es escribir después que te sucede un delito, porque vos estás pensando que esto mejoró, pero no sucedió. El sábado anterior, en las cercanías de una franquicia de chocolates, me robaron a las 21.45 horas; no había un policía en la cuadra; me dio una bronca y se lo grité al que me robó y lo corrí, pero estaba la moto esperándolo; busqué en las cercanías a alguien de seguridad y no había nadie; retrocedí hasta donde había estado para ver si estaba una persona que me preguntó la hora antes de irme, que era un trapito y venía de la vuelta, y cuando yo me fui estaba al frente. ¿Esos llamados trapitos juegan de campana? Para mí fue una entregada, porque aparecen los ladrones en moto por atrás y me sustraen el teléfono y justo llevaba la campera. No me dio tiempo a nada y se van corriendo como si fueron que hicieron la gran obra de arte, delincuentes que deberían vivir lejos, pero demasiado lejos, de la gente civilizada con valores y estudio; o que se les levante un paredón y que de ahí no salgan, o cuando salgan entren por una puerta y alguien los requise para ver qué llevan y con qué salieron y que se dude si tienen un objeto de valor. Realmente lamentable; el país está muy lejos de salir de donde está; son gente que hacen daño, personas en perfecto estado físico, cuyo trabajo es adueñarse de lo ajeno. ¿Y qué hacen la seccional y el ministerio del área? Hace tres años sufrí un intento de asalto; no me llevaron nada, pero me di un golpe y se me salió el hombro; si esta moto vino de la vuelta a una cuadra y media, había un policía, o sea que los ladrones están a la vista, y la policía, nada.
Luis Suárez