Cuántas veces escuchamos frases, casi sentencias: “lo que pasa es que viene de familia”; “Los abuelos eran así”; “No, olvidate, lo llevan en la sangre”; “Siempre hicieron eso”; “No saben hacer otra cosa”; “Desde que recuerdo esa familia vive de esa manera”. Si diferentes generaciones fallaron, con la misma fórmula de vida, debemos asumir que no funciona, se debe cambiar. Debemos romper los ciclos en nuestras familias, ser cambio, renovación, nueva perspectiva para nuestros hijos. Muchas personas creen, que es el destino que les eligió el oficio, que el destino dispuso que bebiera, fumará, lleve una vida de excesos, violencia o lo que fuere. Porque el padre de su abuelo ya era así. No; cortemos el círculo, rompamos las cadenas, para algunos esto es una maldición familiar, porque generación tras generación se pierde en los vicios. Brindemos a la nueva generación, la posibilidad de cambiar, de cortar con eso. Y no confundamos, esto no tiene que ver con lo material, que, si bien ayuda, no es lo que define. Puedes ser feliz y sano física y espiritualmente, con dinero y sin él. Formemos niños seguros emocionalmente, capaces de poner palabras al dolor, para que cuando sean adultos, sean adultos que sepan expresar sus necesidades e identificar la carencia, en el otro. No confundamos privilegios económicos, con valores, generaciones se perdieron por este motivo, recibieron económicamente todo, pero sus progenitores, por ser esclavos del trabajo, para darles lo que ellos no tuvieron, se perdieron verlos crecer, no generaron lazos afectivos. Tampoco responsabilidad, ni compromiso, porque creen que es una obligación que los mantengan. Demos la mejor arma a la nueva generación, así cortemos ese ciclo, esa cuasi maldición familiar. La mejor arma no es el dinero, son los valores, el amor, el respeto, la cariño, la ternura, la empatía, que sean capaces de hablar siempre de lo que les hace daño, porque hablar sana, hablar libera, hablar saca todo lo negativo, que se lleva adentro y con esto evitamos que se pudra y genere raíces de amargura, formemos una generación emocionalmente sana. Y de allí surgirán profesionales, empresarios, docentes, obreros y artesanos. Felices y agradecidos con lo que tienen, con lo que pueden conseguir. Siempre el cambio debe ser desde el amor y darse en el núcleo familiar. Hoy las drogas están diezmando a nuestros jóvenes, es una de las principales causas de muerte y violencia en la sociedad. El Estado está para trabajar contra los que comercializan, las escuelas para educar y hacer prevención, pero de donde el niño tendrá la fuerza necesaria para decir no, es de los valores, que como familia le brindemos. Dios nos ayude y nos guíe para formar entre todos una sociedad más justa, más empática y más sana física, mental y emocionalmente. Ese es el cambio que revoluciona. Y el que rompe las cadenas, que atan generaciones. Entre tanto caos, elijamos ser refugio seguro, entre tanta oscuridad, elijamos ser luz. Ese el libre albedrío del que gozamos, lo que Dios nos regaló. Lo usemos para construir un futuro mejor.
Elisa Angélica Pombo