Por Alejandro Urueña
Etica e Inteligencia Artificial (IA) - Founder & CEO Clever Hans Diseño de Arquitectura y Soluciones en Inteligencia Artificial. Abogado. Diplomado en Derecho del Trabajo y Relaciones Laborales, Universidad Austral; Diplomado en Derecho 4.0, Universidad Austral; Magíster en Derecho del Trabajo y Relaciones Laborales, Universidad Austral (T.P); Posgrado de Inteligencia Artificial y Derecho, I.A.L.A.B, U.B.A. Posgrado en Metaverso, U.B.A. Programa (IA) Universidad Austral. Magister en Inteligencia Artificial Centro Europeo de Posgrado (T.P). Programa MIT ( Instituto Tecnológico Massachusetts) XPRO Diseño y Desarrollo Productos Servicios de Inteligencia Artificial Insignia de Asignación Ejemplar - Actualmente cursando bootcam de Inteligencia Artificial y Derecho.
En su último discurso y declaraciones el 24 de septiembre, en la sede de la Organización de las Naciones Unidas, wn Nueva York, el presidente de los EEUU, Joe Biden, hizo un llamado urgente para gestionar los riesgos y beneficios de la inteligencia artificial (IA). “¿Cómo procedemos nosotros como comunidad internacional para gobernar la IA? A medida que los países y compañías se enfrentan a fronteras inciertas, necesitamos un esfuerzo igualmente urgente para asegurar la salvedad, la seguridad y la confiabilidad de la IA. A medida que la IA se hace más poderosa, también debe aumentar su responsabilidad ante nuestras necesidades y valores colectivos. Los beneficios deben ser compartidos equitativamente. Debe ser gestionada para reducir, y no para profundizar, las divisiones digitales”.
Señaló que la IA tiene el potencial de transformar radicalmente nuestras vidas, pero también conlleva profundos riesgos. Sin embargo, su intervención dejó más preguntas que respuestas, y su optimismo parece desenfocado frente a la magnitud del desafío.
Biden se refirió a la creación de normas y estándares internacionales como un paso clave hacia un uso responsable de la IA. Sin embargo, al invocar la regulación como la solución fundamental para controlar las amenazas tecnológicas, su discurso cae en lo que el filósofo Eric Sadin ha denominado “la ficción de la regulación”. En su crítica al enfoque actual, Sadin advierte que la idea de que la ley será suficiente para gestionar el progreso exponencial de la IA es una ilusión peligrosa, especialmente cuando estas normativas apenas rascan la superficie de los verdaderos riesgos existenciales.
La retórica de Biden sobre la “responsabilidad” de la IA se enfrenta a un problema estructural: la velocidad y escala con la que la tecnología está transformando las capacidades humanas, desde la creación simbólica hasta la gestión automatizada de nuestras vidas. Esta evolución no se puede frenar con declaraciones de buenas intenciones o acuerdos diplomáticos que, en la práctica, serán fácilmente superados por los intereses económicos y los lobbies tecnológicos.
Al proponer una serie de medidas que aún no alcanzan a entender la profundidad de los riesgos que representa la IA para la libertad y la dignidad humanas, el discurso de Biden nos recuerda que, mientras seguimos apelando a la regulación como escudo, podríamos estar ignorando la necesidad de una movilización mucho más profunda. El verdadero reto es filosófico: ¿qué significa ser humano en una era en la que las máquinas no solo reemplazan nuestro trabajo, sino que empiezan a apropiarse de nuestras capacidades intelectuales y creativas?
Biden, en su discurso, se mostró más como un líder tratando de apaciguar los miedos que como alguien realmente preparado para enfrentarse a las profundas implicaciones éticas y existenciales que plantea la IA. Nos deja con más dudas que certezas: ¿estamos realmente preparados para gobernar la IA o seguimos atrapados en la ilusión de que una regulación bienintencionada bastará para contener el poder de esta revolución tecnológica, “que controla y manipula segmentos cada vez más extensos de lo real” para inducir que “decidamos” de una u otra manera?