Apuntes sobre “Todo es ahora”, el nuevo libro de Fabián Soberón

El escritor ya había incursionado en el terreno del policial en obras anteriores; pero nunca había llegado tan lejos, como en este libro.

Apuntes sobre “Todo es ahora”, el nuevo libro de Fabián Soberón
30 Septiembre 2024

Daniel Medina


En su nuevo libro de cuentos, Todo es ahora, Fabián Soberón retoma el género policial, pero lo hace desde una óptica original y provocadora. Estos no son relatos de detectives; no hay héroes solitarios desentrañando misterios ni una policía que imponga justicia. Por el contrario, la fuerza policial se presenta como inepta, corrupta o directamente torturadora, mientras que la verdadera complejidad de la obra recae en la profundidad de sus personajes, en sus defectos morales, y en la maestría con que Soberón da voz tanto a víctimas como a victimarios.

Soberón ya había incursionado en el terreno del policial en obras anteriores, como en el documental de Inés Aráoz, donde encarna a un detective salvaje en busca de una poeta "perdida", o en su novela Naranjo esquina, donde un narrador vuelve a su pueblo natal con el afán de desvelar un misterio. Sin embargo, en Todo es ahora, el autor lleva este ejercicio aún más lejos, entregando una obra que rompe con las convenciones del género y ofrece una nueva perspectiva.

Uno de los grandes logros de Soberón en este libro radica en su habilidad para cambiar de voz y perspectiva con fluidez. Cada cuento es una metamorfosis: uno puede estar narrado desde la fragilidad de una víctima, mientras que el siguiente se adentra en la mente de un victimario. Este "ejercicio de estilo" no es solo un despliegue literario, sino también casi actoral: Soberón se desliza entre identidades con una destreza que revela su dominio sobre los matices psicológicos de sus personajes.

Una de las ideas que resuena a lo largo del libro es la máxima "El defecto es el origen del mal". Soberón explora cómo las imperfecciones humanas —los errores, las debilidades, las corrupciones— son las semillas de donde brota el mal. La corrupción policial, la violencia y la desigualdad no surgen de una maldad abstracta, sino de fallas profundamente humanas, tanto individuales como estructurales. Así, sus cuentos no sólo abordan el crimen como un hecho aislado, sino como un síntoma de un mal mucho más profundo, arraigado en lo social.

En una ocasión, el escritor Juan Villoro comentó que no encontraba sentido en aclarar si una historia de ficción estaba basada o no en hechos reales, ya que cada relato construye su propio mundo. Sin embargo, al reconocer en los cuentos de Soberón ecos de los casos de Paola Tacacho o Marita Verón, esas historias producen un impacto distinto en el lector. Soberón utiliza la ficción como herramienta para resignificar la realidad, revelando su verdadero rostro.

En el prólogo de Modus Operandi, Soberón había escrito que "la literatura no es un oráculo", pero en Todo es ahora, sus cuentos ofrecen una luz tenue en la oscuridad de lo real. No buscan predecir el futuro ni resolver todos los enigmas, pero iluminan, aunque sea brevemente, las sombras que proyecta nuestra sociedad. Los crímenes que retrata no son simples actos de maldad individual, sino reflejos de las transformaciones culturales, del impacto de la tecnología en las relaciones humanas y del avance implacable de la corrupción. Cada cuento es un espejo roto que refleja, en fragmentos, las grietas de nuestra realidad.

Todo es ahora confirma que Soberón no se limita a coquetear con el género policial; lo transforma y lo reinterpreta. Desde su defectuosa humanidad, nos ofrece una obra que lanza una mirada crítica y profunda sobre el mal y sus orígenes.



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