Jorge Argüello: “A la política exterior argentina ‘no la veo’”

Jorge Argüello: “A la política exterior argentina ‘no la veo’”

Es probablemente el diplomático argentino que mejor conoce el poder en los Estados Unidos. En 2007, asumió como embajador ante Naciones Unidas, estableciéndose en Nueva York, durante la administración de George W. Bush. Luego fue embajador del gobierno argentino en las gestiones de Barack Obama, Donald Trump y Joe Biden. Acaba de publicar Las dos almas de Estados Unidos, libro que explora la fractura de ese país. En esta entrevista habla sobre las perspectivas que se abren con la elección norteamericana del 5 de noviembre próximo, la apuesta de Milei por Trump y la fisonomía de la nueva derecha global.

Daniel Dessein
Por Daniel Dessein 06 Octubre 2024

-¿Cómo analiza la campaña electoral en los Estados Unidos?

-El año pasado, estuve en una reunión de una hora cuarenta, en el salón oval de la Casa Blanca, con el presidente Joe Biden, escoltado por Janet Yellen (secretaria del Tesoro), Anthony Blinken (secretario de Estado), Jake Sullivan (asesor de Seguridad nacional) y Juan González (asesor para América latina). Del otro lado, nuestro presidente y la delegación argentina. Lo que vi fue un Biden lúcido, manejando toda la reunión. Pero a esa edad, un año puede marcar toda la diferencia. El Biden del debate con Donald Trump no tenía nada que ver con el que yo había visto. Ya no era el hombre lúcido que dominaba la situación. Del otro lado estaba Trump. Tiempo atrás fue aportante del Partido Demócrata, algo que pocos saben. Ambicionaba ser presidente, tuvo que optar por uno de los partidos y llegó a la conclusión de que la vía más probable de acceso era el Partido Republicano. Luego se convirtió en la expresión de uno de los lados de la grieta norteamericana (la Argentina, aunque no nos parezca, vive la grieta de un modo bastante superficial; la grieta de Estados Unidos está enraizada en los valores fundantes de esa sociedad –educación religiosa, aborto, migración-). Trump se subió a la senda trazada en su momento por Newt Gingrich (ex presidente de la Cámara de Representantes) y luego por el Tea Party. El error que cometió Trump después del debate con Biden fue sentirse definitivamente ganador. Reforzó su seguridad después del atentado fallido y la foto épica que lo retrataba ensangrentado y con el puño en alto. No vio venir la salida de escena de Biden. La aparición de Kamala Harris como candidata presidencial cerró la campaña presidencial y abrió una nueva. Viene de un lugar en el que no tuvo mucho brillo pero estuvo sentada a la mesa –conoce a los principales líderes a nivel global-. La mayoría de quienes la conocían la habían visto en otra faceta. En el debate Harris-Trump, vimos a este último a la defensiva, y no hubo un ganador muy claro. Un dato llamativo es el aluvión de aportes de campaña para Harris. Aportes de 5, 10 y 20 dólares que sumaron 190 millones solo en agosto. A diferencia de lo que ocurre en la Argentina, los candidatos exhiben lo que recaudan. Es un capital valorado por el electorado. En nuestro país es a la inversa; esos datos no juegan a favor y los fondos de campaña siempre son opacos. Hoy la moneda de la elección está en el aire, no hay elementos para predecir un ganador.

-¿Qué similitudes y diferencias pueden encontrarse entre Trump y Milei?

-Creo que hay puntos claros de coincidencia y también diferencias marcadas. Tiendo a pensar que cuando el presidente Milei proclama esta suerte de alineamiento automático de la Argentina detrás de Estados Unidos e Israel, en realidad piensa “alineamiento detrás de Trump”. Pensemos en esto: cuando gana Lula su última elección, se produce un alzamiento en Brasilia que deriva en la toma de los tres poderes. Me pregunto qué hubiera pasado si en lugar de ser Biden el presidente de los Estados Unidos hubiese sido Trump. A mí me consta que Biden le dijo a Bolsonaro “no lo hagas”. Lo hizo y la Casa Blanca lo aisló. El presidente argentino, con la falta de territorio y de densidad en las cámaras, seguramente ve en Trump la posibilidad de respaldo. Ahora bien, hasta diciembre del año pasado yo recibía muchas preguntas en Estados Unidos sobre Milei pero más por curiosidad que por interés profundo.

-¿Cuáles son los riesgos de la apuesta de Milei por Trump si pierde?

-Para usar términos del presidente Milei, a la política exterior argentina “no la veo”.

Hay un curso errático. China es un buen ejemplo de esto. Creo que la Argentina necesita, más que nunca, multiplicar vínculos, no achicar su número. Y nuestra política exterior actual está inclinada a lo segundo. Nuestro primer socio comercial es Brasil. El segundo, China. El tercero, Estados Unidos o la Unión Europea si la consideramos en conjunto. ¿Qué necesidad tenemos de expresar diferencias con los gobernantes del primer y segundo socio comercial para alinearnos con el tercero? En una de la últimas votaciones en Naciones Unidas, más de 170 países se manifestaron a favor del retiro de las tropas israelíes de Gaza contra un puñado de países que no acompañaron la postulación. Argentina acaba de cambiar décadas de su política exterior en Medio Oriente a raíz de este alineamiento automático. Esa tradición quebrada fue acompañada por gobiernos radicales, peronistas, macristas. Era una política de estado, una de las pocas en la que mostrábamos coherencia. Los que perdemos con esta falta de predictibilidad y constancia en los temas centrales de la agenda exterior somos todos los argentinos.

-En la búsqueda de una construcción de identidad a nivel global, aparecen relaciones de Milei con referentes de la nueva derecha -Bolsonaro, Trump, Vox, Meloni, Orban- probablemente  entendiendo que todos ellos expresan un giro en la política mundial como expresión de un hartazgo de la ciudadanía respecto de las viejas opciones. ¿Cuál es su lectura sobre estos movimientos, su eventual cohesión, el papel que puede jugar Milei en esa escena internacional y las consecuencias que ese juego puede acarrearle a la Argentina?

-Hay un hilo que une a todos esos nombres pero cada uno tiene sus particularidades. Trump es un proteccionista. Milei es exactamente lo contrario. Orban tiene una posición antimigratoria feroz; Milei, lo contrario. Trump y Orban quieren levantar muros; a Milei le gustaría eliminar las fronteras. Algunos son libremercadistas y otros no. Pero hay un discurso común relacionado al cansancio con la democracia tal cual la conocemos. Si había algo sólido en el mundo en el que yo crecí era el sistema democrático occidental. Esa solidez hoy se está aflojando con cuestionamientos al sistema que muchas veces se expresa en las grietas nacionales. Milei es la expresión de este proceso como lo son Orban, Bolsonaro y Trump. La palabra que caracteriza la escena política internacional es incertidumbre. Navegamos aguas desconocidas y peligrosas, sin brújula. “Exploro con el báculo indeciso” dice Borges en el “Poema de los dones”. Creo que la imagen es perfecta para describir lo que nos pasa hoy. No tenemos hojas de ruta claras.

-¿Cómo imagina las perspectivas de Urania ante una victoria de Trump?

-La respuesta la ha dado el propio Trump. Ha dicho que en 24 horas él terminará con la guerra entre Rusia y Ucrania. En una actitud absolutamente personalista ha dicho que obligará a las partes a congelar las posiciones, lo cual supone el reconocimiento de la soberanía rusa sobre los territorios ocupados. Eso explica el refuerzo de ayuda que ha recibido Zelenski y el desembarco de las fuerzas ucranianas en territorio ruso. Los dos lados ven venir un posible final de guerra congelando el status quo. Creo que en la sociedad norteamericana y en su dirigencia está claro que hay que terminar con esa guerra. En el Partido Demócrata son muchos los protagonistas del sistema de decisiones pero me parece que apuntan en una misma dirección. Distinta es la situación en Medio Oriente porque nadie sabe cómo ponerle fin.

-¿Qué podemos esperar en la próxima gestión norteamericana?

-Estados Unidos tiene una grieta que los diferencia en casi todos pero tiene algunos puntos en los cuales eso no ocurre. Por ejemplo la amenaza china. Cuando era embajador, invariablemente me consultaban por la base militar china de la Patagonia. Estuve allí. Cuando entramos a la estación de observación del espacio profundo había cinco o seis científicos chinos, tres o cuatro argentinos y un par de cocineros. Nada más. En la entrada a la estación hay una gran fotografía que muestra a los presidentes Xi Jinping y Mauricio Macri. Era una suerte de agradecimiento a Macri por incumplir la promesa electoral de cerrar la base. Interactué con cuatro gestiones presidenciales norteamericanas (Bush, Obama, Trump y Biden) y nunca vi un interés particular de los Estados Unidos no por la Argentina sino por América latina. La excepción se da cuando se verifica la acción de actores extra hemisféricos en la región (como Rusia o China).

-¿Puede haber fondos frescos del FMI para la Argentina si gana Trump?

-Es difícil de predecir. Recordemos que fue durante la gestión del presidente Trump que el FMI le otorgó a la Argentina el crédito más grande de la historia de la institución. También durante esa gestión, de la noche a la mañana se le cerró a la Argentina la importación de biodiésel. Significaba entre 1.200 y 1.400 millones de dólares al año. En la misma gestión se produjeron los dos hechos. Trump trabajaba para los beneficios de su propia gestión.

© LA GACETA

Perfil

Jorge Argüello nació en Córdoba en 1956. Terminó el colegio en Estados Unidos, se recibió de abogado en la UBA y obtuvo una maestría en Administración y Asuntos públicos en la Universidad de San Andrés. Fue representante permanente de la Argentina ante las Naciones Unidas entre 2007 y 2011, y embajador argentino ante los Estados Unidos (2007-2011, 2020-2023. También fue embajador en Portugal y diputado nacional. En 2016 publicó Historia Urgente de Estados Unidos.

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