Los aspirantes a tiranos globales, férreamente apoyados por el capitalismo financiero concentrado, aprovechando la tremenda debilidad y desorganización de las fuerzas nacionales y populares, se han dado a tarea de llevarse nuestros recursos naturales: agua, petróleo , litio, oro y las mejores tierras de la pampa húmeda, para entregárselas a sus socios extranjeros. Y con la complicidad de legisladores y gobernantes cobardes han condenado a más de mitad de nuestros compatriotas a la pobreza, indigencia y exclusión. Tal proyecto político de privilegiar exclusivamente los intereses de las minorías se hace en nombre de la libertad, pero para el uno por ciento de los más ricos y poderosos del país. No es casual, entonces, que en aras de una supuesta reorganización del Estado, se siga profundizando el ajuste en perjuicio de los trabajadores, jubilados, pequeñas y medianas empresas e industrias aumentando considerablemente la desocupación en el país. Tal proceso de regresión sin límites, requería el desmantelamiento de la más importante herramienta de transformación y movilidad social: la educación pública, que permitió el acceso de los sectores medios a la Universidad desde la Reforma de 1918. Tal decisión, adoptada por los ideólogos del oscurantismo intelectual, persigue silenciar las voces del verdadero cambio que florece a raudales en las casas de altos estudios. Invocándose un supuesto orden fiscal se encubre un funesto silencio a las ideas y una paz de los cementerios para erradicar las voces juveniles de cuestionamiento a las oprobiosas desigualdades de un sistema económico y político injusto. Basta repasar nuestra historia reciente para comprender que ansían el retorno de los brujos: Onganía, Salimei, Alsogaray, Martínez de Hoz con sus viejas recetas de represión, ataques a la libertad de prensa, cierres de instituciones científicas, cazas de brujas, privatizaciones de la salud pública y debilitamiento de las organizaciones defensoras de las garantías laborales consagradas en el art. 14 bis de la Carta Magna. Desde los albores de la Primera Junta de 1810, nuestra historia se caracterizó porque los derechos del Pueblo jamás fueron una concesión graciable de ningún gobierno, sino fruto de luchas legítimas a lo largo y ancho del país. Enhorabuena la movilización universitaria defendiendo su inalienable derecho a un futuro mejor; realmente es un soplo de aire fresco y renovador del clima opaco de una sociedad adormecida. Los dolores que quedan son las libertades que faltan.
Juan Roberto Robles
Florida N° 755 - S.M. Tucumán