Carlos Duguech
Analista internacional
Tomado del New York Times, en español. Lo tituló: “Estados Unidos tomó un decisión arriesgada”. Los votantes estadounidenses han tomado la decisión de hacer que Donald Trump regrese a la Casa Blanca, lo que pone a la nación en un rumbo precario que nadie puede predecir del todo. Los fundadores de este país reconocieron la posibilidad de que algún día los votantes pudieran elegir a un líder autoritario y escribieron salvaguardas en la Constitución, incluyendo poderes para otras dos ramas del gobierno diseñadas para ser un control sobre un presidente que podría manipular y romper las leyes para servir a sus propios fines. Y promulgaron una serie de derechos -el más importante, la Primera Enmienda- para que los ciudadanos pudieran reunirse, hablar y protestar contra las palabras y acciones de su líder”… “Durante los próximos cuatro años, los estadounidenses deben tener clara la amenaza a la nación y a sus leyes que supondrá su presidente número 47 y estar preparados para ejercer sus derechos en defensa del país y de las personas, leyes, instituciones y valores que lo han mantenido fuerte”.
El fragmento transcrito es de una aclaración del propio Times: “El Comité Editorial está conformado por un grupo de periodistas de opinión cuyos puntos de vista se basan en su experiencia, investigación, debates y unos valores muy arraigados. Es independiente de la sala de redacción.”
Trump. El triunfo
Así las cosas, el triunfo electoral por abundantes votos de ese personaje que es Donald Trump abre espacios poco iluminados en la oscuridad de la maraña en la que EEUU se encuentra, respecto de sus aliados que conforman la OTAN. ¿Por qué?, vale preguntarse. Entre las promesas, como casi un juramento del multimillonario convocado por segunda vez a ser el presidente de los EEUU está la de darle fin a las guerras Rusia-Ucrania e Israel-Gaza (más apropiado que decir Israel-Hamas).
En el primer caso, ¿cómo lo hará?. EEUU viene aportando en favor de Ucrania fondos, equipos y armamentos. Pero debe cuidar su “buena” relación con Putin. Que, obviamente, no es Breshnev el de la URSS sino el mandamás actual de Rusia. Según los anuncios restringirá o cesará sus aportes al gobierno de Zelenski y probablemente pretenderá inducirlo para “acabar con la guerra” (Trump dixit) y a que consienta en la cesión de algunos territorios reclamados por Putin para imponer sobre ellos la soberanía rusa. Emular los resultados con Crimea, de 1914, cuando pasa al dominio ruso. Y con el infierno Israel-Gaza, su ensamble político-amistoso con Netanyahu le llevará, probablemente, a un distanciamiento, como resultado. Porque el ultraderechista y consumado gestor de la guerra que es el primer ministro israelí, no cederá un palmo en su determinación proferida tantas veces: guerra total, hasta derrotar definitivamente a Hamas. Claro que Trump exhibirá sus “dos regalos” ya hechos en favor de Israel durante su primer mandato; violentando decisión de la ONU (de 1980) que prohibía instalar embajadas en Jerusalén (que es una zona de litigio desde 1948 entre palestinos e Israelíes) el primer regalo. El segundo es reconocerle a Israel soberanía sobre los Altos del Golán, de Siria ocupados militarmente desde 1967. Semejantes decisiones de un Trump presidente revelan hasta dónde puede llegar su brazo a la hora de tomar decisiones, sea aquí, allá y acullá.
¿Y la OTAN?
En Budapest, durante la reunión de la Comunidad Política Europea, se analizó la emana pasada esa especie de desvinculación “light” en cuestiones de defensa (la OTAN, esa madre protectora de defensa militar) para los miembros de la UE. Pero, también -y no en menor medida- el régimen proteccionista que EEUU implementará apenas Trump vuelva a ocupar la Casa Blanca en enero de 2025, con el concurso de las famosas vallas arancelarias. Es la “economía en guerra” con armas diferentes que en no pocas oportunidades se las troca por las que hieren, matan y destruyen.
Se avecinan nutridos encuentros y desencuentros entre la UE -como entidad madre- y algunos de los países integrantes en su relación con el país que conducirá el presidente Trump que es difícil de prever, ahora.
¿Y Argentina?
Pueden avizorarse diversos escenarios en la relación donde el principal punto de referencia será el “padrinazgo” que muy probablemente Milei le requerirá para que las alfombras que conduzcan en Washington a la sede del FMI sean lo suficientemente mullidas para resultados satisfactorios. ¿El costo? Difícil de prever. A veces, doloroso de pagar en tanto hacerlo significará –muy de seguro- ceder algunos puntos de la dignidad soberana del peticionante. No pocos foros se han ocupado de analizar las implicancias favorables (o no, útil es marcarlo) que pueden materializarse en el ejercicio de las dos presidencias: la de Milei y la de Trump. Son parecidos en muchos aspectos. En articular por algunas extravagancias que se permiten en sus modos de comunicarse. Falta saber si entre ellos, a la hora de las peticiones y decisiones, el clima en esas cumbres se mantiene sereno, complaciente, cálido. O no. Sí se puede conjeturar, sin embargo, que tiene por lo menos altas oportunidades de inestabilidad. Como las inestabilidades que cada uno manifiesta en sus comportamientos en ciertos ámbitos y ocasiones.
Lo que sí vale apuntar es que las fórmulas gubernamentales que Trump pretende aplicar durante su gestión sirven y valen, según su criterio, para su país. Argentina en otra escala, en otro contexto. Casi contradictorio por ser un país que generó infradesarrollo a su propio desarrollo. Que lo tuvo y fue admirado en el mundo en el período “fin del Siglo IXX comienzos del Siglo XX.
Guerra Israel-Gaza
A Israel le asigna Naciones Unidas la alta responsabilidad –como país ocupante- de restablecer el orden público y la seguridad en Gaza. En un informe de la ONU del viernes último llega a sostener aproximadamente que el 70% de las víctimas de la guerra está conformado por mujeres y niños, conforme se verificó en el lugar.
Netanyahu, con su determinación por la “guerra total” hasta acabar con Hamas –esa creación de Israel para enfrentar y liquidar a la OLP, vale recodarlo- no toma en cuenta nada de la ONU. Desoye que su gestión determina “una violación sistemática de los principios fundamentales del derecho internacional humanitario” como lo patentiza el informe de la organización internacional por excelencia.