“La anticipación de un posible fracaso sexual es quizá la causa inmediata más frecuente de impotencia y, en cierta medida, también de las disfunciones orgásmicas”, decía la psicóloga Helen Singer Kaplan, verdadera pionera en la sexología.

¿Cómo funciona esto? Muchos hombres, por ejemplo, luego de haber vivido un episodio de pérdida de erección, ante la perspectiva de un próximo encuentro sexual se preguntan: ¿y si vuelve a ocurrir? En algunos, este pensamiento va acompañado de un estado emocional de temor -que puede llegar a ser bastante intenso- y de la tendencia a centrar toda la atención en la erección. Un combo que -paradójicamente- predispone a que ocurra lo temido (por eso se habla de “profecía autocumplida”).

Así, la ansiedad anticipatoria ante el rendimiento sexual puede dar inicio a un círculo vicioso que termine haciendo crónica una dificultad transitoria. Como bien sabemos, nuestra actitud mental, en ésta como en otras cuestiones, es fundamental.

Frente a la pérdida de erección -un fenómeno absolutamente normal y común-, Kaplan sostenía que “el hombre seguro de sí mismo continuará el juego y recuperará la erección. Por el contrario, si la persona teme que la erección haya desaparecido para siempre, puede caer víctima del pánico, precipitándose en un episodio de auténtica disfunción eréctil”.

¿Por qué algunos reaccionan a un fracaso transitorio en la erección o al pensamiento del fracaso con ansiedad y temor, mientras que otros están libres de estas emociones? Por un lado, la personalidad juega un papel importante. Al parecer, las personas inseguras y aquellas cuya conducta está impregnada de la necesidad de competir, son especialmente vulnerables al fracaso sexual. Lo mismo ocurre con quienes tienen tendencias paranoides y los que por algún motivo no se sienten confiados en su relación de pareja. En cualquier caso, esta ansiedad constituye un factor muy destructivo: independientemente de otras cuestiones, el temor a un desempeño inadecuado juega un papel clave en las disfunciones eréctiles, la eyaculación rápida o demorada y en las dificultades para alcanzar el orgasmo en las mujeres.

Por eso una parte esencial de la terapia sexual es combatir la ansiedad frente a la ejecución del acto sexual. Se trata de tareas orientadas a cobrar seguridad en sí mismo/a, excluyendo cualquier tipo de presión, búsqueda de objetivos o posibilidad de fracaso. La idea no es conectar con el deber… ¡sino con el placer!

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