Poder hablar públicamente de feminismo, política y otros temas de interés social es algo natural en la Argentina. Usuarios de todas las edades toman las redes sociales para cuestionar o defender la realidad, o se posicionan en protestas y concentraciones callejeras. Pero en China las cosas son diferentes. Recientemente, el medio comunicación español El País reveló la existencia en Japón de una comunidad de jóvenes chinos que se reúnen en espacios alternativos como librerías y cafés para debatir abiertamente sobre temas cuya discusión pública sería impensable en su país de origen.
Lejos de la vigilancia y censura de Pekín, en un edificio de tres plantas en un barrio universitario de la capital japonesa, estudiantes, artistas y profesionales chinos se encuentran para expresar sus ideas, y cuestionar las medidas del Gobierno de Xi Jinping. Este fenómeno refleja una migración de jóvenes que buscan no sólo un futuro mejor, sino también la libertad de hablar sin restricciones. Entre los asistentes se encuentran figuras como Li Sipan, una periodista y activista feminista que, desde los Estados Unidos, brinda charlas sobre los derechos de las mujeres en China.
Impulsados por las restricciones de la pandemia, la presión política y económica, muchos chinos abandonaron su país en busca de mayores libertades. Y Japón se ha convertido en uno de los destinos más populares para estos expatriados.
Otros espacios de debate
Este tipo de encuentros no serían posibles en China, donde la disidencia política y social es severamente perseguida. En Japón, el Foro de las Humanidades de Tokio, fundado por Li Jinxing, un abogado chino que emigró por razones ideológicas, ofrece un espacio para debates sobre temas sensibles. Li, quien estuvo bajo vigilancia en China debido a su activismo, se decidió a crear un entorno seguro para que los expatriados chinos puedan compartir sus ideas y reflexiones sobre el futuro de su país.
La importancia de estos espacios va más allá de la libertad individual: Li Jinxing ve en ellos una semilla para el futuro democrático de China. En su opinión, es crucial fomentar una sociedad civil activa y consciente, capaz de debatir y reflexionar sobre los derechos humanos y otros temas clave. A través de estos encuentros, los expatriados buscan construir un puente entre Japón y China, con la esperanza de que sus discusiones lleguen a influir algún día en el país de origen.
Al igual que los reformadores chinos exiliados en el pasado, estos jóvenes se encuentran en una encrucijada: lejos de su patria, pero con la firme creencia de que el diálogo y el intercambio de ideas pueden ser la clave para el cambio.