Durante una reunión en Damasco, los jefes de la diplomacia de Francia y de Alemania, Jean-Noël Barrot y Annalena Baerbock, respectivamente, insistieron al nuevo dirigente islamista de Siria, Ahmad al Sharaa, sobre la necesidad de una transición pacífica e inclusiva en ese país. Se trata del primer encuentro de este nivel entre altos cargos de grandes potencias occidentales y Al Sharaa, que tomó el poder el 8 de diciembre tras la caída del Gobierno de Bashar al Asad. El viaje del francés y de la alemana se produce bajo mandato de la Unión Europea (UE).
Los primeros pasos de Sharaa, líder del grupo islamista Hayat Tahrir al Sham (HTS), al frente de la coalición rebelde que tumbó al Gobierno de Asad, son observados con extrema atención. “Juntos, Francia y Alemania están al lado del pueblo sirio, en toda su diversidad”, escribió en X el ministro francés de Relaciones Exteriores. Ambos países quieren “promover una transición pacífica y exigente al servicio de los sirios y por la estabilidad regional”, agregó.
“Mi viaje de hoy, junto con mi homólogo francés y en nombre de la UE, es una señal clara dirigida a los sirios: un nuevo comienzo político entre Europa y Siria, entre Alemania y Siria, es posible”, dijo Baerbock. “Con esta mano tendida, pero también con claras expectativas puestas en los nuevos dirigentes, viajamos hoy a Damasco”, agregó.
“Queremos apoyarles en este ámbito: en una transferencia de poder inclusiva y pacífica, en la reconciliación de la sociedad, en la reconstrucción”, indicó la ministra.
Barrot y Baerbock también visitaron la cárcel de Saidnaya, símbolo de la represión de Al Asad, que gobernó Siria con puño de hierro durante más de dos décadas. Acompañados por miembros de la Defensa Civil siria, visitaron celdas y calabozos subterráneos donde las condiciones de detención eran inhumanas y donde muchos presos murieron por tortura.
Según la Asociación de Presos y Desaparecidos de la Cárcel de Saidnaya (ADMSP), más de 4.000 personas fueron liberadas el día en que los rebeldes tomaron Damasco tras una fulgurante ofensiva.
Ante el reto de unificar el país, Al Sharaa se comprometió a disolver las facciones armadas, entre ellas HTS, y anunció su intención de convocar un diálogo nacional, sin precisar la fecha ni a quién se invitaría, señalando que podría llevar cuatro años organizar elecciones en el país.
Al Sharaa reclama que se levanten las sanciones internacionales impuestas a la administración de Al Asad tras la sangrienta represión de un levantamiento popular en 2011, que luego se convirtió en una guerra que dejó más de medio millón de muertos, provocó la huida de millones de personas y fragmentó el país.
Su grupo, HTS, antigua rama siria de Al Qaeda, afirma haber roto con el yihadismo, pero sigue clasificado como grupo terrorista por varias potencias occidentales, entre ellas Estados Unidos.
El jefe de la diplomacia francesa se reunió con representantes religiosos de la comunidad cristiana, miembros de la sociedad civil, y con el jefe militar kurdo, para escuchar sus temores desde la llegada de los islamistas al poder en Siria. “Debemos encontrar una solución política con los kurdos, que son los aliados de Francia, para que estos sean plenamente integrados en el proceso político que comienza hoy”, dijo Barrot. El día anterior a su visita, se reunió con Mazlum Abdi, el jefe de las Fuerzas Democráticas Sirias (FDS, dominada por los kurdos), que controlan parte del noreste sirio.
Barrot contó que Francia había propuesto la organización de una conferencia internacional a finales de enero con “Siria y sus aliados” para acompañar la transición política “en la dirección correcta”. Propuso, además, la experiencia de su país y de la UE para ayudar a los sirios a redactar una nueva Constitución.
El ministro francés también pidió la destrucción de los arsenales de armas químicas acumulados por el anterior Gobierno. “Una Siria soberana y segura no deja ningún lugar a la proliferación y a la dispersión de armas de destrucción masiva, de armas químicas del régimen criminal de Bashar al Asad”, dijo.
Dirigentes de numerosos países árabes y occidentales han acudido a Damasco desde la caída de Al Asad, rompiendo el aislamiento impuesto a Siria desde 2011. El nuevo Gobierno ha dado un claro giro a la política del país, cuyos principales aliados eran Rusia e Irán, acercándose, en especial, a Turquía y a Qatar, y tratando de abrirse hacia Occidente.