Por Carlos Duguech
Analista Internacional
Sí, otra sería si los “generales” Putin, Netanyahu y Bashar al-Asad hubiesen participado un solo día entre sus soldados. Muy otra, tanto que parecerían de ajenos frentes de combate. Pero he aquí que estos “generales” no posan nunca sus plantas en el campo de batalla ni en las trincheras de barro y muerte de sus “camaradas” de armas. No están sometidos al asedio de quienes los apuntan, ni a los bombardeos de unos y otros, ni a las privaciones de protección, de víveres, de descanso. Y, a veces, hasta de municiones para su defensa. Las familias y allegados de estos generales tienen, a su vez, una protección especialísima que los aleja de las contingencias densamente negativas y riesgosas de las guerras. Confortable es su vida con las seguridades que no tienen las familias sirias, ni las de Ucrania y Rusia, ni las de Gaza. Un mundo aparte. Éste es el punto a remarcar.
Las cifras que dan cuenta de los efectos de los embates bélicos de estos acartonados generales evidencian una sanguinaria y desproporcionada subvaloración por la vida humana y el poder casi absoluto sobre ella. La de “los otros”, la de los “enemigos” - involucrada en este término que desborda el lenguaje militar- la población civil de los lugares donde la metralla implacable no distingue los objetivos. Esto se da de un modo escandaloso y trágico a la vez en Gaza. Una lonja de terreno donde viven en zozobra más de dos millones de personas, significando la densidad poblacional (14.346 habitantes/km²) el mayor riesgo durante los bombardeos, obviamente. La provincia argentina más densamente poblada, Tucumán, por ejemplo, tiene 64 habitantes por km². Vale decirlo para dimensionar ese “hormiguero humano”. Tal vez eso mismo, “hormiguero”, lo consideren los atacantes, de implacable inhumanismo. Y en Ucrania, donde además de la metralla contra soldados y la población civil y sus viviendas, y parte de la infraestructura de servicios, se concreta ese efecto perniciosamente masivo de la invasión rusa: seis millones de ucranianos abandonaron espantados sus viviendas. Emigraron angustiados por dejarlo todo a zonas menos vulnerables de Ucrania o a otros países, como refugiados. Un dramático efecto de la guerra de Putin. En el caso de Gaza, que sufre una “venganza total” (se lee en la reacción de ojos rojos de Netanyahu) mucho más que una acción defensiva de Israel por los horrendos crímenes y toma de rehenes por los guerrilleros de Hamas el 7 de octubre de 2023. Los resultados muestran el desprecio absoluto y criminal sobre la población civil no combatiente. Las bombas de Israel en Gaza desde octubre de 2023 han matado a más de 45.000 personas. La mayoría civiles, con casi 18.000 niños y más de 10.000 mujeres. Los datos los provee la Oficina de la ONU para la Coordinación de Asuntos Humanitarios. Una gran parte de Gaza ha sufrido demoliciones que han generado tanto escombro que la propia oficina de ONU para el Medio Ambiente calcula que para retirarlos se necesitaran ocho años de trabajo. La vida hoy, en Gaza, es una aventura entre bombardeos y derrumbes de construcciones en un lugar donde los sistemas sanitarios y de prestaciones asistenciales médicas han colapsado. Y el hambre es un daño presente día a día. Casi un “arma de guerra para dominar”.
En Siria, desde antes del derrocamiento de Bashar al-Asad, cerca de seis millones de personas emigraron a países vecinos, siendo Líbano uno de los que más refugiados recibió. Más de 600.000 cadáveres y dos millones de heridos a lo que se suma en este collar de cifras trágicas 150.000 desaparecidos a lo largo de algo más de 13 años de guerra.
Razones de las guerras
La de Gaza, por Israel, la de Ucrania por Rusia y la llamada erróneamente sólo “guerra civil” en Siria, tienen connotaciones distintas aunque se parecen. Demasiado se parecen en la crueldad que sobrevuela en la propia afrenta de los actos bélicos, sobre poblaciones indefensas. Y en algunos aspectos que poco se consideran, en tanto no propiamente son víctimas mortales de la guerra, como los desgarradores abandonos de sus viviendas. Sin tiempo ni manera posible para llevarse algo más que algunas ropas y casi nada. Sólo su vida, latiendo todavía. Una huida de la muerte. Los niños en brazos o de la mano, hacia otros países o hacia otros sitios ucranianos menos riesgosos. No era la clásica emigración que tanto engrosó la población de Argentina. Venían con sus baúles y valijas y sueños. Las familias ucranianas huían, no emigraban, lato sensu. Huían, angustiados, con la máscara de la desesperación y el terror en sus rostros, intentando ganarle al tiempo de la metralla, de la muerte. Sin planes, a la deriva de los días y sus noches.
Población del NOA
Además de las muchas familias que encontraron algún modo de cobijarse en otras zonas de Ucrania sin bombardeos, vale decirlos: hay una cifra que evidencia la brutalidad de la guerra en suelo ucraniano. El equivalente de la totalidad de la población del NOA argentino: Tucumán, Jujuy, Salta, Catamarca, Santiago del Estero y La Rioja. Casi seis millones de personas huyeron de Ucrania hacia otras naciones.
“Infantería desechable”
Sorprende. Horroriza. Eran las tropas del grupo Wagner, esa “empresa de paramilitares al servicio de las guerras”. Los soldados integrantes avanzaban a como sea por el campo “enemigo”, bajo metralla. Avanzando siempre para distraer al enemigo. Ello significaría -resultados buscados- un conocimiento del enemigo. Sobre lo que deberá enfrentar. “Total, la infantería avanzada era desechable”. Cadáveres más o menos, “desechables”. Mayor sarcasmo militar, imposible. El contratista de esos desechables: el “general” Putin, que vive ufanándose de sus arsenales nucleares, frecuentemente.
Triángulo perverso
Estos tres “generales” lo conforman. Resultados: cadáveres de combatientes, de no combatientes, de niños, de mujeres entre los escombros de lo que fueron viviendas, hospitales, escuelas, oficinas y locales comerciales, edificios públicos e infraestructuras de servicios. No fue la IA la autora de las fotos y filmaciones de todos los medios mundiales inundando de horror las redes y los sistemas. La realidad al segundo.
Mientras tanto…
Los 13 años de la “guerra civil en Siria”; los 433 días de Gaza bombardeada; los 34 meses de Rusia-Ucrania; dan cuenta de lo que NO se hizo en favor de que se suspendan o disminuyan los efectos de tanta perversidad guerrera. ¿Por quién? Por la “Comunidad internacional”, esa amorfa definición de los organismos internacionales y/o naciones del planeta. Ni la ONU, ni la UE (Unión Europea) ni la OTAN, ni siquiera una sola de las grandes potencias mundiales hizo nada concreto para detener las matanzas de seres humanos y destrucciones de todo tipo de su hábitat y de sus ciudades.
Mientras, los medios multiplican escenas horrorosas y la prensa se ocupa al detalle, las organizaciones internacionales y regionales deliberan, discuten, suscriben papeles, papeles solamente. Muchos pretenden lucirse pidiendo el “alto el fuego” para salvar su ropa en el consenso que pretenden. Muchos se rasgan las vestiduras por la paz mientras la paloma de Picasso lleva una ramita de olivo y una bala incrustada bajo las plumas del ala que le impide volar.
Estos tres generales de la perversión humana parecen tener entre sus garras todo el poder de vida y muerte de la Humanidad. Y los Tribunales Internacionales de Justicia no tienen ni los elementos ni la fuerza necesaria para detener las masacres. Sólo pronunciamientos tardíos, palabras altisonantes de efecto nulo.
El Mercado… el Mercado
El que conforman los fabricantes de armas y equipos bélicos. Nunca tan floreciente como en este contexto. Las bolsas de las capitales del dinero ganado en las guerras, activas y florecientes. Y exultantes. ¿Esta columna parece un alegato contra las guerras? Sí, lo es señoras y señores lectores. De tanto leer “El crimen de la guerra” de Alberdi. Sus palabras: “El crimen de la guerra nos sorprende, sólo en fuerza del grande hábito que tenemos de esta otra, que es la realmente incomprensible y monstruosa: el derecho de la guerra, es decir, el derecho del homicidio, del robo, del incendio, de la devastación en la más grande escala posible”.