Cómo nació y por qué murió el teatro de revista
Escultóricas vedettes con sugerentes vestuarios y capocómicos con monólogos de actualidad caracterizaron a un estilo que brilló desde la Capital Federal y que ahora es difícil de encontrar en la cartelera. Los grandes referentes de una estética que atraía multitudes hasta la década del 90.
Fue el género por excelencia de la noche porteña, el que le dio identidad a la avenida Corrientes y sus calles aledañas durante décadas. Esculturales vedettes, humoristas de excelencia y músicos y bailarines de primer nivel convocaban multitudes. Los espectáculos eran cita obligada en cualquier viaje a la Capital Federal y sus shows se trasladaban a las plazas veraniegas, hasta que hace más de un cuarto de siglo comenzó un marcado declive.
Hoy, la revista porteña está casi en desaparición, aunque resiste en ciertos nichos: Mar del Plata tuvo el año pasado la obra “Argentina”, con Kike Teruel y Raúl Lavié a la cabeza, pero este año no aparece ninguna propuesta similar; mientras que Carlos Paz era otro reducto donde cada verano llegaba alguna propuesta, aunque en esta temporada no figura ninguna en las grillas.
En el resto del país, la presencia del género estuvo acotada a algunas experiencias aisladas, que nunca alcanzaron una expansión importante o continuidad en el tiempo. En Tucumán, por ejemplo, se recordarán algunos intentos con el fallecido Ceferino como cómico central; mientras que las propuestas del grupo La Botana no se pueden identificar con esa estética.
Con el tiempo, la revista ha sido desplazada por la picaresca, que tiene elementos del vodevil francés, caracterizada por ser una comedia “de puertas”, con múltiples entradas y salidas de personajes de escena, ágiles textos, superficial y de confusiones sentimentales. Uno de los puntos de contacto es que, tanto en una como en la otra, los cuerpos femeninos llevan una escasa cantidad de ropa, que más muestra que sugiere. En simultáneo, mientras la revista se reducía en la ofertas, crecieron los shows de imitadores con magos (con la compañía que encabeza Fátima Florez como gran exponente en este momento, pero no la única), obras musicales y opciones de varieté y de music hall, en las que también aparece la sucesión de escenas, con monólogos intercalados con el baile y el canto, pero con otra lógica espectacular.
La revista era, ante todo, la figura que la convocaba desde el afiche, la sugerencia de los cuerpos, el humor de actualidad que no le esquivaba a la crítica política y los chistes subidos de tono. Marcas de una época que se desdibujó socialmente, al ir incorporando otros elementos y conceptos, de los discursos a la acción. Esto no indica que los semidesnudos hayan desaparecido, pero sí están siendo presentados desde otro lugar, sea en obras teatrales o en las llamadas “experiencias”, como el “Sex” de José María Muscari.
Desde Francia
Pese a su retroceso, la revista porteña tiene mucho por contar. Y si recién se mencionaba al vodevil, ambas propuestas escénicas tienen su origen en Francia, si bien algunos investigadores mencionan como precedente la obra “Ensalada criolla”, de 1898 o incluso mucho antes, como afirma Gonzalo Demaría. El aporte llegado desde Europa sería determinante para la evolución de lo que se llama revista criolla a la porteña, con sus puntos de contacto.
Hace más de un siglo desde París llegó a la pujante Buenos Aires una inquieta productora con intenciones de buscar un terreno donde crecer. Madame Bénédicte Rasimi era también actriz, directora, cantante y corista, con experiencia acumulada desde antes de la Primera Guerra Mundial. Otra referencia clave para los años iniciáticos fue la del también francés Léon Volterra, que fue un férreo impulsor a partir de la competencia con su compatriota.
Cuando la contienda bélica terminó, la artista ya tenía casi 50 años y decidió cambiar de aires. En 1922 desembarcó (literalmente) en la capital argentina, para presentar en el Teatro Ópera a su elenco parisino Ba Ta Clan liderado por la mítica Mistinguett (su nombre real era Jeanne Bourgeois, y fue pareja de Maurice Chevalier). El impacto fue inmediato: lo que antes sólo podían ver los adinerados miembros de la clase alta en sus viajes, ahora estaba al alcance de todos.
El 13 de julio Rasimi estrenó “Paris-Chic” (seguida en el mismo año de “Au Revoir” y “Pour vous plaire”, para remarcar la impronta gala) y desde entonces desplegó sus shows con la creciente presencia de artistas locales o estrellas extranjeras como la bailarina exótica Nadíah Kaily. Si algo caracterizaba a sus puestas era el cuidado en el vestuario de alta costura y la escenografía, con la presencia de las costosas plumas que emulaban aves y tocados llenos de piedras brillantes. Pero en suelo nacional y con cada vez más bailarinas argentinas (muchas de ellas, improvisadas), la ropa comenzó a ser cada vez más escasa, aunque lejos de llegar al desnudo total del cabaret.
Por eso, se aceptaba institucionalmente a la revista como un espectáculo para concurrir en pareja, y no como un reducto exclusivamente masculino, para la salida “de hombres solos”. De vez en cuando surgía algún escándalo, amenaza de censura, malestar de políticos y desprecio de los círculos intelectuales, pero sus creaciones agotaban butacas.
Hasta entonces, la cartelera teatral estaba dominada sobre todo por el naturalismo, con obras de autores rioplatenses o europeos que se enfocaban en las situaciones sociales que se vivían, con una mirada a veces condescendiente y patriarcal sobre los sectores bajos. De pronto, Rasimi impuso la alegría, el brillo y el movimiento, con una impronta incluso desafiante como cuando debutó la vocalista Linda Thelma (rebautizada como “la reina de la canción criolla”), vestida de hombre.
Fue la productora quien trajo al país a Joséphine Baker, ya distanciada del guitarrista argentino Oscar Alemán, con quien había triunfado en París. El jazz era la música que sonaba mayoritariamente a partir de su inspiración parisina, con el tango en pleno crecimiento popular con composiciones de Enrique Santos Discépolo y de Francisco Canaro.
El 29 de octubre de 1925 se estrenó en el teatro Maipo (luego será el reducto por excelencia del género) la primera producción netamente nacional: “¿Quién dijo miedo?”, escrita por Roberto L. Cayol y Humberto Oriac (Cairo), con Tita Merello e Iris Marga, y música de Arturo De Bassi.
Una década después, tras haber revolucionado la escena (sólo en 1926 hubo un centenar de estrenos de revistas) y con varios tropiezos económicos en países latinoamericanos en sus eternas giras, Rasimi se retiró a su país hasta su muerte en 1957.
Autonomía propia
La revista ya estaba instalada y emancipada de su impulsora original, lo que le permitía llegar a la madurez en los 40 y 50, en parte por el impulso de Carlos A. Petit. Los escenarios de los teatros Ópera, Avenida, Nacional, Cómico, Corrientes y Maravillas se peleaban por tener los mejores y más costosos y lujosos espectáculos, que alternaban con propuestas españolas de compañías que llegaban huyendo de la represión franquista (así fue el arribo de Miguel de Molina) tras el fin de la guerra civil en 1936.
Las primeras estrellas vernáculas fueron el pionero Florencio Parravicini, las hermanas Sofía y Olinda Bozán, Elías Alippi, Azucena Maizani, Alberto Anchart (antes de llegar al cine), Mario Fortuna (vigente por décadas), Fidel Pintos y Pepe Arias. La radio se lució con muchas de esas voces.
Una segunda camada fue protagonizada por José Marrone (luego tuvo su propio circo y se volcó al público infantil y a la televisión), Dringue Farías, Fanny Navarro, Beba Bidart, Alfredo Barbieri (padre de Carmen Barbieri, notoria también en la revista), Rafael el Pato Carret, Adolfo Stray, Pedrito Rico, Amelita Vargas, Gogó y Tono Andreu, Jorge Luz, Juan Carlos Mareco, Juanita Martínez, Juan Carlos Thorry y Thelma del Río, mencionada como la vedette que inauguró el desnudo siendo gran figura (estaba restringido a la línea de bailarinas).
Los 60 y 70 son los años dorados y las salas Tabarís, Astral y, sobre todo, el Maipo, ardían de público, lo que se prolongó hasta los 80, con el retorno de la democracia. Nélida Roca, Nélida Lobato, Tato Bores, Zulma Faiad, Ethel y Gogó Rojo, Susana Brunetti, Jorge Porcel, Alberto Olmedo, Don Pelele, Ámbar La Fox, Libertad Leblanc, Juan Verdaguer, Mariquita Gallegos, Susana Giménez, Délfor Medina, Juan Carlos Calabró, Adriana Aguirre, Moria Casán y Carlos Scazziotta encabezaban nutridos elencos y la mayoría retroalimentaba su presencia en el cine y en la televisión. En la lista no pueden faltar Enrique Pinti, Carlos Perciavalle, Reina Reech, Antonio Gasalla, Susana Giménez, Santiago Bal, Osvaldo Pacheco, Claudia Lapacó y Nacha Guevara.
La segunda temporada de la serie “Argentina, tierra de amor y venganza”, ambientada en la década de 1980, tiene a la revista como punto central de su relato, con Justina Bustos como la vedette Ana Pérez Moretti. En sus escenas se expresa la vitalidad que tenía y que perduró hasta los 90, cuando empieza su retracción producto de los cambios sociales que venían desarrollándose.
La broma sexual y burda le ganó el espacio al humor inteligente de doble sentido, la cosificación grosera de la mujer comenzó a ser mal vista y el cuestionamiento político prácticamente desapareció en tiempos del menemismo. “Viva la revista en el Maipo”, con el debut de Cris Miró en 1995 fue un punto de inflexión, con una travesti como vedette central. Hasta entonces, la homosexualidad había sido foco de los chistes más perversos, peor que los dedicados a las coristas.
La caída
Este siglo se caracterizó por el descenso sostenido de la revista como opción, pese a la continuidad de algunos humoristas como Calabró y el surgimiento de otros, que no llegaron a su esplendor. El productor Lino Patalano, fallecido en 2022 (otro gran productor de éxitos, Hugo Sofovich, había muerto en 2003 y su hermano Gerardo, en 2015; nadie tomó sus lugares) fue el último que intentó sostenerla con grandes espectáculos, y hubo estrellas que se pusieron al frente de diferentes proyectos como la eterna Casán, Jorge Corona, Adabel Guerrero, Miguel Ángel Cherutti y Nito Artaza, con buena repercusión de público, pero sin lograr el éxito de antaño. Hasta Jorge Lanata se animó en 2008, en “La rotativa del Maipo”.
En buena medida, la decadencia se debió a la ausencia de un capocómico que encabece el cartel francés, porque los cortineros (así se les decía porque se paraban delante de la cortina para su monólogo) eran fundamentales para el estilo. En su reemplazo se potenciaron las obras de enredos con un elenco coral, donde el peso del humor se reparten entre varios y no recae sobre uno solo.
El declive se acentuó en la última década. A cuentagotas, los espectáculos siguen apareciendo, pero más como resabio que como novedad. La revista, reducto de sketches, monólogos y mujeres deseadas, sin una línea argumental ni una historia que contar (más allá de que pudiese tener un hilo conductor), es hoy más un recuerdo que un presente. Pero que nadie firme un certificado de defunción: la vienen matando desde los 70 y cada tanto revive como el Ave Fénix.