Quedó huérfano a los nueve años, vivió en una casa abandonada, terminó el Spartathlon y quiere ser el primer tucumano en cruzar el Río de La Plata

Javier Fernández Figueroa, de 45 años, es un atleta extremo y enfrentó diferentes desafíos a lo largo de su vida. Ahora el objetivo es completar de manera completa el recorrido de 42 kilómetros que separan a Colonia del Sacramento, Uruguay, de Punta Lara, Argentina.

ENFOCADO EN EL OBJETIVO. Figueroa Fernández intentará cruzar el Río de La Plata a mediados de marzo. ENFOCADO EN EL OBJETIVO. Figueroa Fernández intentará cruzar el Río de La Plata a mediados de marzo. ANALÍA JARAMILLO/LA GACETA
Benjamín Papaterra
Por Benjamín Papaterra 12 Enero 2025

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Javier Fernández Figueroa es un aventurero nato. Decidir cruzar el Río de la Plata a pura brazada no será ni el primer ni el último riesgo que tome en su vida. Por el contrario, será un capítulo más del extenso libro que ha escrito en estos 45 años. “Mi vida fue extrema”, dice. ¿A qué hace referencia? El destino lo puso en jaque desde niño: a los nueve años quedó huérfano, lo separaron de sus hermanos, se mudó al hogar de unos tíos, sufrió episodios de violencia familiar y, para subsistir, se instaló en una casa abandonada. Para él, superarse no era una opción, y esa ambición lo llevó a cambiar su realidad de manera radical. Se recibió de ingeniero civil, se convirtió en un aficionado de los deportes de ultraexigencia, se instruyó como paracaidista, corrió dos Spartathlon –uno lo terminó– y, en marzo, planea nadar los 42 kilómetros que separan Colonia del Sacramento, Uruguay, de Punta Lara.

La travesía no será nada fácil. Según cuenta, solo 44 personas han logrado cruzar el río de manera individual desde 1923 –Lilian Gemma Harrison fue la primera argentina en conseguirlo– y ninguno de ellos fue tucumano. Ese es su aliciente: convertirse en el primer comprovinciano en completar el cruce. “Es la meta por la que estoy trabajando hace meses”, asegura. Para lograrlo, Fernández modificó su rutina. Uno de los cambios fue el aumento del volumen de entrenamiento semanal, es decir, la cantidad de kilómetros nadados en siete días. Actualmente, promedia 38 kilómetros semanales –unos 5,4 km por día–, pero debe incrementar esa cifra a 55 km en las semanas previas al desafío, que se realizará entre el 12 y el 17 de marzo.

El esfuerzo varía según las dimensiones del lugar donde entrena. No es lo mismo nadar seis kilómetros en una pileta de 25 metros que en una de dimensiones olímpicas (50 metros) o en El Cadillal. “Los tiempos cambian demasiado porque no tenés dónde impulsarte, y eso, aunque no creas, hace que pierdas ciertos segundos. También afecta la profundidad, porque a veces, en el dique, hacés una brazada y tocás el piso. Eso lo vuelve más lento y complicado”, explica. Según Fernández, su preparación es similar a la que realizó para el Spartathlon. Su entrenamiento está enfocado en ganar fuerza y mejorar las condiciones aeróbicas. “Además de nadar, paso muchas horas en el gimnasio, hago bicicleta y también corro”, detalla.

ENTRENANDO. Figueroa Fernández realiza un promedio de seis kilómetros diarios de nado. ENTRENANDO. Figueroa Fernández realiza un promedio de seis kilómetros diarios de nado. ANALÍA JARAMILLO/LA GACETA

¿Cómo administra el tiempo entre el trabajo y el deporte? Quizá esa sea la gran incógnita en la vida de Fernández. Asegura que organiza sus días de la mejor manera posible, estableciendo una rutina estricta. Durante la mañana, recorre las obras que están bajo su cuidado. A las 12 comienza su faceta deportiva: entrena en la pileta de Central Córdoba entre semana y, los fines de semana, visita El Cadillal para cumplir con las sesiones programadas por su entrenador, Walter Herrera. Si queda alguna tarea pendiente, la realiza a la tarde. Más tarde, realiza ejercicios aeróbicos y, al caer el sol, va al gimnasio para cerrar su jornada. “Todos los que amamos estos deportes dormimos muy poco. Seis horas ya es una abundancia”, comenta.

JUNTO A UN GRAN AMIGO. Figueroa Fernández compartió múltiples experiencias con Juan José Sirimaldi, otro de los tucumanos que intentará cruzar el río, pero en la modalidad de postas de 14 kilómetros. JUNTO A UN GRAN AMIGO. Figueroa Fernández compartió múltiples experiencias con Juan José Sirimaldi, otro de los tucumanos que intentará cruzar el río, pero en la modalidad de postas de 14 kilómetros.

Perdió a sus padres de niño y tuvo que reponerse de la tragedia

Fernández ha enfrentado una vida marcada por tragedias. A los 5 años, perdió a su padre, y, cuatro años después, a su madre. Esa situación lo obligó a separarse de sus cuatro hermanos, ya que sus tíos se repartieron la responsabilidad de criarlos. “Eso forjó mi carácter y me hizo crecer desde muy chico. Creo que el dolor fue mi combustible”, reflexiona. Pero las complicaciones no terminaron ahí. En la casa de sus tíos sufrió episodios de violencia que lo llevaron a mudarse a una vivienda abandonada. “Aunque mi tía me cuidaba mucho, tuve algunos inconvenientes con mi tío que nunca pudimos resolver”, comenta.

Vivir en la casa abandonada tampoco fue fácil. Fernández relata que las carencias eran extremas. No había cocina, cerraduras ni agua corriente. “Era todo súper precario, porque no teníamos nada. Ese fue el momento en el que toqué fondo. No había nada peor que eso”, considera. Esta situación lo llevó a desempeñarse en diversas tareas, como playero en una estación de servicio, fumigador o cortador de césped.

La mala racha cambió cuando consiguió trabajo como no docente en la Facultad de Filosofía y Letras. Paralelamente, inició la carrera de Ingeniería Civil en la Universidad Tecnológica Nacional, que completó en seis años. “Demoré un año porque gané una beca para estudiar en Alemania. Desde entonces, todo en mi vida se enderezó”, señala.

Una vida repleta de adrenalina

La faceta deportiva de Fernández comenzó a los 35 años, cuando empezó a practicar natación en pileta. Poco después, asumió el desafío de nadar en aguas abiertas, debutando en una competencia en El Cadillal. Inicialmente, pensó inscribirse en la distancia de 1.500 metros, pero al llegar decidió redoblar la apuesta y nadó tres kilómetros. Esa experiencia marcó el inicio de una carrera que lo llevó a explorar el triatlón y las distancias ultra.

El mayor orgullo de Fernández es ser uno de los dos tucumanos que completaron el Spartathlon, junto a Héctor Rizzotti. En su primera participación, llegó en condiciones físicas deplorables tras sufrir problemas estomacales debido a un contagio en Estambul, Turquía. “No podía comer nada, pero decidí competir por todo el esfuerzo que había hecho”, recuerda. A pesar de las complicaciones, logró terminar la carrera.

En 2024, buscaba repetir el logro, pero, aunque estaba en óptimas condiciones, problemas renales lo obligaron a abandonar en el kilómetro 175. “Hablé con mi doctora, y me dijo que no siguiera. Me quedé tirado al costado del camino y lloré de la impotencia”, relata. Este año, decidió apartarse de la competencia griega y enfocarse en el cruce del Río de la Plata.

AMOR POR LOS DEPORTES. Figueroa Fernández es uno de los dos tucumanos que logró terminar el Spartathlon. AMOR POR LOS DEPORTES. Figueroa Fernández es uno de los dos tucumanos que logró terminar el Spartathlon.

Otra de las curiosidades de Fernández es su formación como paracaidista. Ha realizado 85 saltos, aunque asegura que el primero fue el más difícil. “No sabía cómo abrir el paracaídas”, confiesa. Tras recibir clases teóricas en Santiago del Estero, se lanzó desde 2.500 metros. “Lo único que escuché fueron las instrucciones de la radio para aterrizar. También me toqué el pantalón para asegurarme de no haberme ensuciado, ja. Por suerte, todo salió bien”, rememora.

¿Cómo enfrenta cada desafío? “No sé si voy a poder nadar los 42 kilómetros. Vamos a intentarlo. Me visualizo logrando la meta, pero sé que es difícil. No sabés con qué te vas a encontrar”, concluye con ilusión.

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