
En esta oportunidad, el Starship despegó de Texas y logró alcanzar una altitud de 150 kilómetros, pero sufrió un desperfecto que aún se investiga. Cuando atravesaba el océano Índico, comenzó a girar fuera de control en el aire y se perdió toda comunicación con SpaceX.
El cohete no logró liberar los satélites de prueba que llevaba consigo. Se evalúa si se trató de la activación automática del mecanismo de autodestrucción para evitar mayores complicaciones.

Los restos de la nave, que se prendió fuego antes de explotar, llegaron hasta Florida, a más de 1300 kilómetros de distancia de Texas. Según lo previsto, la nave debía hacer un breve vuelo para luego aterrizar de manera controlada en una zona perteneciente al océano Índico.
El anterior fracaso de SpaceX con el Starship
El vocero de SpaceX, Dan Hout, hizo un comentario durante la transmisión del lanzamiento en vivo: “Desafortunadamente, esto ya pasó la última vez, así que ahora tenemos algo de práctica”. En su último lanzamiento, el 16 de enero, ya habían enfrentado problemas.
Es que no es la primera vez –y probablemente tampoco sea la última– que un cohete de Musk pierda el control en las pruebas de lanzamiento. En la nave de prueba anterior, una fuga de combustible provocó incendios que apagaron los motores. La empresa corrigió esos desajustes y fue por eso que la Administración Federal de Aviación de Estados Unidos aprobó un nuevo lanzamiento.
En enero, también en transmisión en vivo, la empresa había anunciado la pérdida de contacto. Pese a que se esperaba que el cohete amerizara en el océano Índico, pronto las imágenes en redes sociales mostraron que el cohete se había desintegrado.