En la madrugada del 24 de marzo de 1976, día que se producen los asesinatos de los hermanos Francisco Isauro y de Arturo René Arancibia por parte de un grupo armado, la sede gremial es ocupada por efectivos policiales, ocupación que se mantiene hasta el 29 del mismo mes. El 29 de marzo de 1976, según acta 1 de la intervención, el interventor, junto a miembros de la Comisión Directiva, proceden a acceder al local gremial de calle Congreso 295, ocupada desde el 24 de marzo por efectivos policiales (Archivos ATEP). Recorren las instalaciones constatando el estado de las mismas. La habitación en que funciona la presidencia de la entidad se encuentra en total desorden evidenciando que la misma ha sido objeto de una revisión general, encontrándose diseminada en el suelo gran parte de la documentación. El resto del local presenta muestras de desorden. El 30 de marzo de 1976 el interventor militar de la Provincia decretó la intervención de ATEP y de la Caja de Créditos ATEP, cooperativa limitada, dependiente de la mencionada entidad gremial. El interventor asumirá sus funciones con todas las facultades propias del respectivo consejo directivo. El 31 de marzo de 1976, en el libro de actas, se adjunta una nota del decreto Nº 76/3 con fecha treinta del mes en curso donde se designa interventor en esa identidad al señor Contador Público Nacional Doctor Juan Carlos Kolisnik, firmada por José Pedro Rosini, Director de Despacho del Ministerio de Economía. “Finalmente, ATEP es intervenida por un profesional de las Ciencias Económicas que hizo carrera en el sector educativo, Juan Carlos Kolisnik, y con la venia de otro hombre del proceso, el secretario de Educación Olegario Von Buren. Ambos son esas figuras invisibles que permanecen en la Administración Pública sin ningún protagonismo hasta que un día son convocados, no casualmente por las dictaduras, para ocupar lugares preponderantes e incluso, decidir sobre la vida y muerte de personas. A otros les queda el mármol y las paredes. Si bien la sede de Congreso y Piedras no existe más, hoy Arancibia está mucho más allá de nueve manzanas” (Emmanuel Montivero, investigador). Las “figuras invisibles” de educación son la contraparte de los que realizan el acta, un 29 de marzo, a cargo del comisario principal, Jefe de la comisaría seccional primera de Policía, donde ella “guarda en su inocencia burocrática, ignorante objetividad y siniestra hipocresía, todo aquello frente a lo que el maestro había combatido en su vida” (del libro “La oruga sobre el pizarrón” (Eduardo Rosenzvaig). Exasperadamente detallista habla de extintos, palabra que “barre con todo estado de ánimo o presunción sobre las muertes”. Un muerto es un extinto sino una luz apagada. De las vidas apagadas seguimos sin saber dónde los objetos de una habitación, detallados por el acta, no tienen oficio, emociones ni vida anterior o número de identidad. Francisco Isauro Arancibia del acta fue un maestro que predicó entre los maestros y les dijo que si vivían en las condiciones de los animales no podrían educar como hombres.
Pedro Pablo Verasaluse
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