La historia en la selva Papúa Nueva Guinea: el Papa que llegó hasta los lugares más extremos del mundo

“Él nos enseñó que vale la pena cruzar caminos difíciles, carreteras monstruosas y ríos interminables”, relató un misionero argentino.

Comunidad de la iglesia Papúa. VATICANNEWS.VA Comunidad de la iglesia Papúa. VATICANNEWS.VA
22 Abril 2025

La noticia de la muerte del papa Francisco atravesó océanos y selvas hasta alcanzar incluso los rincones más recónditos del planeta. En uno de ellos, el padre Martín Prado, misionero argentino del Instituto del Verbo Encarnado, recibió con profundo dolor la partida de quien fuera no solo el Vicario de Cristo, sino también un amigo fraterno.

El padre Martín acababa de regresar de un agotador viaje a través de la floresta papú, donde celebró las liturgias pascuales y administró el sacramento del Bautismo a nuevos fieles en una comunidad aislada. La alegría por la expansión de la fe se vio rápidamente teñida por el luto. “Siempre nos pedía que rezáramos por él, y eso es lo que hemos hecho. Que su alma descanse. No dejará de estar cerca de nosotros”, dijo con emoción.

Un pontífice que no conoció fronteras

El testimonio del padre Martín cobra un significado especial. Vive desde hace más de una década en Vanimo, una remota aldea en el extremo oriente de Papúa Nueva Guinea, que tuvo el privilegio de recibir al Papa Francisco durante su último y largo viaje misionero en septiembre pasado. Aquel encuentro, en una tierra donde la fe florece entre la pobreza y el olvido, dejó una marca indeleble.

“Llegar hasta aquí no es fácil. Pero Francisco vino. Vino con cuerpo y alma. Vino como un explorador del espíritu, para encontrarse con los más pequeños, con los más lejanos”, recuerda el sacerdote. “Él mismo nos enseñó que vale la pena cruzar caminos difíciles, carreteras monstruosas, ríos interminables, si al final hay un alma esperando el consuelo de Dios”, señaló, según consignó Antonella Palermo en una publicación del sitio Vaticannews.va.

Oración en la floresta

Fue en el campamento base de su parroquia cuando el padre Martín se enteró del fallecimiento del Papa. De inmediato, reunió a los monaguillos y a los fieles presentes, hizo sonar la campana de la misión y juntos rezaron por el descanso del Santo Padre.

“La tristeza era profunda, pero también lo fue la gratitud. Francisco era un gran amigo. Un hombre que, como nosotros, amaba, sufría, luchaba. Un hombre de Dios. Estoy seguro de que desde el cielo seguirá ayudándonos”, dijo.

Herencia que seguirá en los rincones

El legado del papa Francisco no se limita a Roma ni a los grandes templos. Está también -y quizá sobre todo- en los márgenes, en las periferias que tanto defendió. Su visita a Vanimo no fue solo un gesto simbólico, sino un acto de profunda coherencia con su visión pastoral: la de un pastor que va al encuentro de sus ovejas, incluso en las “latitudes extremas”.

Hoy, en medio de la selva, bajo el calor húmedo y el murmullo de la vida en la selva papú, su memoria sigue viva en la fe de los pequeños. Allí donde pocos llegan, Francisco llegó. Y su presencia permanece.

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