
La muerte del papa Francisco abrió un nuevo ciclo en la historia de la Iglesia Católica. Mientras se preparan los rituales para despedir al Pontífice argentino, ya se despliega el escenario del cónclave que definirá a su sucesor.
Entre los nombres que más fuerte suenan está el del cardenal Luis Antonio Tagle, un filipino de 67 años que algunos ya llaman el “Francisco asiático”. Con una trayectoria marcada por la sencillez, el compromiso social y una visión aperturista, Tagle representa la posibilidad de una continuidad espiritual y pastoral del legado de Jorge Bergoglio, pero, también, de una apertura simbólica hacia el continente asiático.
Un perfil que equilibra tradición, inclusión y visión global
Luis Antonio Gokim Tagle nació el 21 de junio de 1957 en Manila, Filipinas, en el seno de una familia de raíces multiculturales. Su padre era tagalo (descendiente de una etnia indígena austronesia) y su madre provenía de inmigrantes chinos. Esta mezcla de orígenes marcó desde temprano su manera de entender la fe como puente entre culturas. Su abuelo materno, de formación budista y confuciana, influyó en su visión ética, algo que el propio Tagle señaló como esencial en su vocación.
Desde pequeño mostró inclinación por lo religioso. A los tres años rezaba el rosario y, aunque en un momento quiso estudiar Medicina, eligió el sacerdocio. Se formó en Filosofía en el Seminario San José de Manila y, luego, en teología en la Universidad Ateneo de Manila. Más tarde obtuvo un doctorado summa cum laude en Teología en la Universidad Católica de América (Washington), con una tesis sobre la colegialidad episcopal durante el Concilio Vaticano II. Su director, el teólogo Joseph Komonchak, lo definió como uno de los mejores alumnos en cuatro décadas.
Tagle se ordenó sacerdote en 1982 y comenzó su carrera eclesiástica en la diócesis de Imus. En 2001 fue nombrado obispo y, una década después, arzobispo de Manila, uno de los cargos más importantes en Asia. Allí se ganó el afecto de los fieles por su estilo de vida austero: no usaba auto, vivía sin lujos y compartía comida con personas que vivían en la calle. Esta cercanía, especialmente con los jóvenes, lo volvió muy popular.
En 2012 fue ungido como cardenal por Benedicto XVI, convirtiéndose en uno de los más jóvenes del Colegio Cardenalicio. En 2019, el papa Francisco lo nombró prefecto de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos (actual Dicasterio para la Evangelización), un cargo estratégico históricamente conocido como “el papado rojo” por su peso global.
Además, presidió Caritas Internacional entre 2015 y 2022, aunque su gestión fue objeto de críticas por deficiencias administrativas detectadas en una auditoría de El Vaticano. Ese punto podría jugar en contra durante el cónclave, ya que el nuevo Pontífice deberá enfrentar desafíos económicos importantes dentro de la Iglesia.
En la faz doctrinal, Tagle es considerado un líder progresista. Expresó la necesidad de una Iglesia más inclusiva y compasiva. Pidió evitar “palabras duras” contra personas LGBT y considera que los divorciados vueltos a casar podrían, en ciertos casos, recibir la comunión. Su postura dialogante y su enfoque pastoral lo conecta con el espíritu reformista de Francisco.
Por el carisma de Tagle, algunos lo comparan con Juan Pablo II; por su formación académica, con Benedicto XVI. Pero, más allá de las analogías, su identidad está marcada por una apertura global y por su origen asiático, una región donde el catolicismo está en crecimiento. Si resultara elegido, sería el primer papa de Asia.