Cartas de lectores: Verdi y el Colón

29 Abril 2025

“Una terrible desgracia cayó sobre mí. Mi hijo enfermó y murió en brazos de su desesperada madre. Después mi hija, también, tuvo el mismo desenlace fatal: parecía que una maldición pesaba sobre mí. En junio del mismo año falleció mi joven esposa con encefalitis grave: el 19 de junio de 1840 vi salir de mi casa el tercer ataúd y mi familia quedó destruida. Ahora debo escribir esta ópera bufa”. Giuseppe Verdi así le confiaba a un amigo su desgraciada seguidilla. Corría el año 1840. ¿Y a qué viene esta cita tan trágica?: pues bien, a que en este 2025, y conmemorando los 100 años de la creación de los elencos estables del Teatro Colón (coro, orquesta y ballet) se eligió al gran Verdi, y no a otro, con su ópera “Aída” para inaugurar la temporada lírica anual. Giuseppe Antonino Francesco Verdi: nada le fue fácil al talentoso músico italiano en sus comienzos. Pero fue un ejemplo de resiliencia, se sobreimpuso y llegó a ser uno de los más grandes músicos del planeta. Y el Teatro Colón lo eligió. Pasarán los años y seguiremos tarareando y deleitándonos con sus distintas óperas. Llegó a componer en total 28: muchas de ellas con inolvidables arias. Aída con su Marcha Triunfal, Rigoletto y su Donna é mobile, el Va Pensiero de Nabucco y la Traviata con o Libiamo ne’ lieti calici. Verdi nació en 1813 (el mismo año que nació Wagner) en un hogar de condición humilde. Su padre era el posadero de Le Roncole, a pocos kilómetros de Parma (que pertenecía entonces a Austria) y fue un niño como cualquier otro, no precisamente prodigio, pero que descubrió tempranamente su pasión por la música. Con una vieja espineta de segunda mano que le obsequió su padre (un campesino casi analfabeto) y con las enseñanzas del organista de la iglesia así fueron sus informales comienzos musicales. Incluso sufrió el rechazo cuando intentó ingresar al Conservatorio debido a que superaba el límite de edad y “no tenía méritos suficientes para hacer con él una excepción” (¡¿!?), dijo el tribunal examinador. No tuvo formación académica estricta, pero buscó a un maestro en Milán llamado Vincenzo Lavigna y de la mano de él encaminó su producción creativa musical. Se interesó por la política, llegando a ser muy popular en un momento en el que Italia estaba fragmentada y se bregaba por su unificación. Se utilizó como grafiti el “Viva Verdi”. Este era el acróstito de Vittorio Emanuele Re D’ Italia y fue el slogan libertario, pero también aludía y vitoreaba a Giuseppe Verdi. En sus últimos años de vida, y habiendo hecho fortuna con sus óperas, decidió planificar, construir y dotar un hogar para asilo y descanso de los músicos en su ocaso. Bello palacio que todavía hoy existe y funciona después de 125 años: la Casa Verdi. En enero de 1901, debido al frío, permaneció en su casa; contaba ya con 88 años. El 21 tuvo un ACV que lo sumió en un coma y el 27/01/1901 pasó a la inmortalidad. Fue enterrado en el Cimiterio Monumentale de Milán y al mes, trasladado a la Casa Verdi. Allí yacen sus restos y los de su segunda esposa, Giuseppina Strepponi. El paso del féretro fue acompañado por una multitud y Arturo Toscanini junto a un coro de 800 cantores entonaron el Va Pensiero a su paso. En la película “Novecento” de Bernardo Bertolucci, en donde actúan Robert de Niro y Gerard Depardieu, hay un momento en la que un arlequín de noche grita llorando “Giuseppe Verdi é morto”, escena genial e inmortal que sin decirlo fecha el relato (1901) y expresa con ello el dolor de su partida. Finalmente diré que si tuviera la oportunidad de conocer Milán creo que no dejaría de visitar Il Duomo, La Scala, La Última Cena de Da Vinci y también, por qué no, la Casa Verdi, y rendir así homenaje a este ser extraordinario que nos obsequió su fantástica música y que nos emociona y emocionará por siempre. ¡Gracias Verdi y gracias Teatro Colón, nuestro orgullo nacional!

Juan L. Marcotullio                           

marcotulliojuan@gmail.com

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