Foto de Diego Aráoz/LA GACETA.
Hay jugadores que no necesitan luces ni titulares estridentes para ser determinantes. Son como esos amuletos silenciosos que, sin explicar demasiado, traen consigo una cuota de fortuna. En ese sentido, Martín Pino se convirtió en una especie de talismán para San Martín de Tucumán: cada vez que el delantero cordobés convirtió, el equipo de Ariel Martos ganó. No fue coincidencia. Fue una certeza estadística respaldada en goles concretos y momentos decisivos. Contra Ferro, en la segunda fecha, un 1-0 con su sello. Más tarde, otro tanto desde los 12 pasos frente a Gimnasia y Tiro de Salta. Y el broche fue su gol con Colegiales, con triunfo por 2-0. Tres gritos, nueve puntos. Una eficacia poco común.
A los 66 minutos del partido contra Colegiales, un despeje largo de Federico Murillo cayó a espaldas de la defensa. Pino, siempre enfocado, anticipó a Emilio Di Fulvio, dejó picar la pelota y ejecutó un cabezazo quirúrgico, de esos que parecen ir en cámara lenta.
La pelota besó el palo antes de entrar, completando una escena que combinó técnica, intuición y frialdad.
No fue un gol más: fue una postal que explica por qué, incluso sin ser titular indiscutido, el delantero supo ganarse un lugar clave en el equipo. Desde su llegada a Tucumán, Pino dejó claro cuál era su prioridad.
“Lo primero es el sacrificio por el equipo; trabajar para el grupo. Después, obviamente, vienen los goles, que son lo necesario para que el equipo ande bien”, afirmó en un mano a mano con LA GACETA. Ese compromiso se reflejó no solo en los tantos sino también en su esfuerzo constante.
“La presión es un plus. Sé que el equipo necesita mucho de los delanteros, pero lo tomo con tranquilidad. Me encanta hacer goles, pero siempre lo más importante es ayudar al equipo”, agregó el ex Godoy Cruz, dejando en claro que su función excede el área rival.
En 10 apariciones, de las cuales fue titular en nueve oportunidades, sumó 745 minutos; promediando poco más de 75 por partido. Según los datos del sitio de estadísticas SofaScore, el delantero además convirtió tres goles (un tanto cada 248 minutos), con un promedio de 0,3 por encuentro. De esta manera, su porcentaje de eficacia frente al arco rival fue del 21%; con 1,4 disparos totales y 0,4 remates que llegaron a puerta por juego.
Además, Pino asistió en dos oportunidades y entregó 6,8 pases precisos por partido, con una efectividad general del 63%. Sus 0,4 pases clave por fecha reflejan también su participación activa en la creación.
En lo defensivo, Pino también recuperó 1,5 balones por partido y cometió apenas 0,5 faltas. Fue regateado en promedio solo 0,1 veces y registró 0,4 despejes.
Sin embargo, el dato que más llama la atención es que cometió tres errores que derivaron en disparos rivales, algo que seguramente tendrá que corregir para los próximos partidos, sobre todo de cara a la fecha que se viene contra Atlanta, un duelo que puede ser crucial para los próximos pasos en este torneo.
No obstante, también sobresale su entrega en los duelos: 6,4 por partido, con un 28% de éxito, y 1,5 duelos aéreos ganados, con un 27% de efectividad.
En ataque, completó 0,7 regates por encuentro (41%) y recibió 1,1 faltas, lo que evidencia su constante presencia en zonas de contacto.
Aporte silencioso
Después de un párate obligado debido una lesión muscular que lo marginó en el duelo contra All Boys, Pino volvió a sumar minutos en Sarandí, en el segundo tiempo del partido frente a Arsenal, buscando recuperar ritmo.
Antes de ese partido, su última aparición había sido en Mar del Plata en donde había entregado sus primeras dos asistencias del campeonato. Ambas fueron para Juan Cruz Esquivel, quien anotó un doblete contra Alvarado.
Aunque no fue convocado para el duelo frente al “Albo”, su influencia sigue siendo palpable cada vez que pisa la cancha.
Pino demostró que no es solo goles: es constancia, actitud y lectura del juego. Y mientras siga cumpliendo con esa fórmula silenciosa pero efectiva, San Martín tendrá razones para confiar en su “talismán”.





















