Dejar de fumar fue un viaje. No voy a decir que fue facial costó, pero valió intentarlo. Deben saber que fumar, aunque suene a rebeldía o estilo en realidad te ata. A la ansiedad, a la rutina, al cigarro que “necesitás” para pensar, para calmarte, para no sentir que algo falta. Algo que me ayudó fue darme cuenta de que no todos los cigarrillos eran iguales. Algunos los fumaba porque el cuerpo los pedía (sí, la adicción manda), y otros porque creía que los disfrutaba. Pero incluso esos “de gusto” estaban cargados de dependencia. No era placer, era costumbre. Era automático. Cuando dejás de fumar, al principio parece que todo se pone más difícil. Pero después, el cuerpo se desintoxica, la cabeza se aclara, y un día te das cuenta de que no necesitás el cigarro para ser vos. Volvés a respirar profundo, a comer con más sabor, a moverte sin ahogarte, a oler bien. Y, sobre todo, a sentirte más libre. No es fácil. Pero se puede. Y si te lo proponés, lo lográs. Porque dejar de fumar no te quita nada que realmente necesites. Al contrario: te devuelve cosas que ni te dabas cuenta que habías perdido.
Williams Fanlo
willyucr@gmail.com














