Recuerdos fotográficos: una plaza en constante transformación

En este espacio de “Recuerdos” LA GACETA busca revivir el pasado a través de imágenes que se encuentran guardadas en ese tesoro que es el Archivo de LA GACETA. Esperamos que a ustedes, lectores, los haga reencontrarse con el pasado y que puedan retroalimentar con sus propios recuerdos esta nueva sección.

Recuerdos fotográficos: una plaza en constante transformación

Las plazas son sinónimo de encuentro. Cuando chicos los juegos convocan a padres e hijos. Cuando adolescentes invitan a los paseos con presumidas incluidas y seguramente dan el marco especial para el primer beso. Esta plaza siempre fue tan grande que en los años 80 tenía espacio suficiente para cualquiera de las escenas descriptas y también para practicar un picado. Era tal la actividad que por aquella época nunca le crecía el pasto porque las atajadas y las gambetas no descansaban y por lo tanto no le daban tiempo a la gramilla. La plaza tenía color marrón y cuando corría un poquito de viento todo era un polvaderal. Hay un árbol en el centro que fue testigo privilegiado de la vida de la plaza. En este siglo se modernizó y las buenas costumbres que impone la salud hizo que los corredores dieran vueltas cada vez más veloces y se dio lujo de que a mediados de los 90 el artista Herman Langlouis dejara una estatua nada menos que de Jorge Luis Borges. La pandemia de este nuevo siglo se pobló de mesas y sillas de los bares de los alrededores hasta hace muy poco tiempo. La plaza Urquiza siempre estuvo transformándose y siempre fue centro de atracción de los tucumanos. Tal vez por eso cuando esta foto de 1900 que estamos viendo asomó en una de las cajas de paseos en el archivo de LA GACETA fue difícil reconocerla.

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