LOS BOLSOS DE JOSÉ LÓPEZ. Una escena clave de la historia reciente de la corrupción en la Argentina: el ex funcionario kirchnerista de origen tucumano deja dinero y joyas en General Rodríguez./CAPTURA DE PANTALLA
La corrupción no pasa inadvertida entre los ciudadanos menores de 30 años de Tucumán. El problema es percibido como tal: otra cosa es que se tenga la esperanza de resolverlo. Para conocer cómo piensan la corrupción política, LA GACETA habló con ocho estudiantes universitarios de la provincia. Los testimonios provienen de jóvenes de distintas facultades de la Universidad Nacional de Tucumán (UNT), de la Universidad Tecnológica Nacional (UTN-Facultad Regional Tucumán), de la Universidad del Norte Santo Tomás de Aquino (Unsta) y de la Universidad San Pablo-T (USP-T).
Un tema que se discute en las aulas
"Sí, la corrupción es un asunto importante", afirma Joaquín Díaz Santilli, estudiante de Ciencias de la Comunicación en la UNT y militante de la agrupación CEPA. Para él, la reciente confirmación de la condena de Cristina Kirchner refrescó la discusión pública sobre esta clase de abusos. Pero dice que temas como la deuda con el FMI (Fondo Monetario Internacional) le parecen actos corruptos: "no se lo visibiliza, pero para mí es corrupción pedirle guita a un organismo internacional cuando se decía que había superávit fiscal". En cuanto a Tucumán, afirma que "siempre se dijo que era una provincia corrupta".
Paula Correa, de 19 años, cursa Medicina en la UNT. Ella confiesa que la corrupción le provoca bronca, aunque en el día a día está más ocupada con los parciales, el trabajo y las cuentas personales. Explica: "no es lo primero en lo que pienso todos los días, pero, cuando lo analizo, me da bronca porque una se mata estudiando para vivir en un país donde muchas cosas no funcionan por culpa de eso". Aún así, Paula señala que el fenómeno no está lejos de la universidad: "en la Facultad suceden cosas con el reparto de las becas, las elecciones del centro de estudiantes... a veces una sospecha que hay acomodo o favoritismo".
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El estudiante de Derecho de la UNT, Jorge Zapata, agrega un ángulo institucional. Dice haber visto irregularidades durante su propia experiencia estudiantil. "Sentimos que nos mienten en la cara", comenta con indignación. Y dice que las malas prácticas se ven a toda escala, en especial durante la época de las elecciones.
Un camino: reclamar transparencia
La corrupción también activa la participación. Agostina Tonello, estudiante de Ingeniería Biomédica en la UTN, confiesa que conocer casos corrupción resulta enloquecedor. "Me generaba impotencia", dice, pero, en lugar de paralizarse, ella decidió actuar. Se unió a asambleas y movilizaciones estudiantiles para reclamar mayor transparencia: "traté de no pensar demasiado en la bronca, y empecé a elegir qué cosas puedo resolver desde mi lugar y a enfocarme en esas". Agostina insiste en que, aunque el tema es agobiante, "vale la pena involucrarse" y exigir claridad en el manejo de los fondos públicos.
La estudiante de Arquitectura de la UNT, Camila Torres, reconoce que, si bien la corrupción le parece "un tema importante", no lo considera urgente. Asegura que este flagelo permea la vida universitaria: "afecta cómo funcionan las instituciones y cómo se reparten los recursos". Esta falta de transparencia, dice, genera "desconfianza y apatía", y se percibe incluso en la asignación de becas y en las elecciones estudiantiles. Camila sostiene que su participación en el centro de estudiantes le permitió distinguir qué prácticas son "transparentes y cuáles, poco éticas".
Mariana García, de 22 años, cursa Comercialización en la Unsta. Según cuenta, la palabra "corrupción" resuena en charlas con amigos. Muchos se enojan cuando trasciende un nuevo escándalo en la provincia: "escuchan que un político salió beneficiado, y sienten que nosotros pagamos las consecuencias con más pobreza e inflación". Mariana observa que la mayoría de los jóvenes no tiene la misma urgencia de actuar para revertir la situación, pero afirma que esa indignación existe entre sus compañeros.
"¿Para qué protestar si nunca pasa nada?"
También en la Unsta, el militante Diego Ramírez reconoce que siente un poco de desánimo: "¿para qué protestar si nunca pasa nada?". Aun así, expresa que su rol lo obliga a mirar otra cara de la realidad: "Por estar dentro veo las cosas poco éticas, pero también veo que hay espacio para cambiar algo, aunque sea poco". En su opinión, parte del problema es que mucha gente prefiere enfocarse en sus propios problemas inmediatos. "Si no discutimos estos temas en la universidad, estaremos permitiendo que se cometan siempre las mismas cosas", advierte.
Los ocho testimonios coinciden en que la corrupción no es un fenómeno aislado. Perciben que en su realidad existen los mismos mecanismos de ocultamiento y complicidad que aparecen en la política nacional. Aún así, combinan la bronca con cierta resignación: furia porque entienden que "hay que denunciarlo: es importante", y resignación porque muchos sienten que "todo sigue igual".





















