EN EL LIVING DE LA CASA. Una de las galas de eliminación de la última temporada, que tuvo a la tucumana Petrona entre los participantes.
¿Quién es hoy el “héroe” que buscan en los realities en Argentina? La pregunta parece simple, pero su respuesta revela un profundo cambio cultural y emocional. Si hace una década el ganador típico de Gran Hermano o de cualquier otro show era el estratega, el que hacía alianzas, el que “jugaba fuerte” o hasta el que manipulaba con astucia, hoy el público argentino elige otro modelo. El de la persona tranquila, vulnerable, de bajo perfil y emocionalmente auténtica. Exactamente el perfil del uruguayo Santiago Algorta, actual ganador.
“La confrontación es interesante por un rato. Entretiene, sí. Aunque también te lleva al hartazgo. Vivimos en una sociedad tan polarizada, que al menos en nuestros momentos de entretenimientos tiene que haber una propuesta diferente”, analiza Natalia Cano, comunicadora de 27 años y quien se mantuvo actualizada de la última edición del programa estrella de Telefé, por redes sociales.
GANADOR. Santiago Algorta festejó al final del ciclo.
“Mi primera vez como consumidora de este formato fue el que ganó Marianela Mirra, y aplaudí la jugada que hizo para eliminar a su máximo competidor. Hoy quizás ya no apoyaría la deslealtad, e incluso me gustó que ‘Tato’ (Santiago Algorta) ganara con Luz, su gran amiga, al lado”, cuenta.
Para Francisco Viejobueno, psicólogo y profesor de sociología, este cambio en el perfil del participante favorito tiene una explicación que va mucho más allá de la televisión, ya que está profundamente arraigado en el contexto social y emocional que atraviesa el país.
“La elección del público está influenciada por el contexto emocional y social del momento. La crisis económica, la pandemia y la pospandemia han generado cambios significativos en la percepción colectiva”, explica.
Viejobueno señala que la pandemia fue un punto de inflexión. “El encierro, la soledad y los efectos sobre la salud mental hicieron que la gente valore más la conexión emocional auténtica. Hoy se prioriza la afectividad: el poder hablar, reconocer la propia vulnerabilidad, expresar los sentimientos”, comenta.
Antes, el público se rendía ante los que sabían manipular el juego o dominar con carisma y astucia. Ahora, las audiencias buscan identificarse con personas que muestran sus emociones, que enfrentan miedos, que hablan de sus ansiedades y que construyen vínculos genuinos dentro de la casa o el formato de turno. La empatía, la resiliencia y la inteligencia emocional son el nuevo capital simbólico.
El caso de “Furia” Scaglione, figura de uno de las últimas ediciones, fue emblemático: si bien sumó muchos adeptos, su personalidad hostil la privó de siquiera llegar a la final.
POLÉMICA. “Furia” Scaglione dio mucho que hablar.
“El público siente mayor empatía hacia aquellos que muestran una madurez emocional: personas que reconocen su afectividad, identifican sus emociones y las integran de manera inteligente a su vida personal. Hoy, el que se muestra auténtico tiene más chances de ganar”, agrega el sociólogo.
La política
Este fenómeno no se limita a los realities. Viejobueno destaca que incluso la política comenzó a incorporar estos nuevos códigos emocionales. “Hoy vemos a influencers, deportistas o artistas del espectáculo que, gracias a su autenticidad y naturalidad, se transforman en referentes. La política partidaria está tomando elementos de este nuevo lenguaje emocional para conectar con la gente. Pero habrá que ver qué pasa si lo genuino termina siendo sólo una estrategia más. Eso podría provocar un nuevo desengaño social”, afirma.
Pero hay otro factor clave: el poder de las redes sociales. Santiago Ferreyra, especialista en branding e integrante de Funka Brands, lo explica así: “Las audiencias dejaron de ser pasivas. Hoy son activas, opinan en tiempo real, crean contenido y muchas veces influyen en la narrativa tanto como el propio programa”. Twitter, Instagram, TikTok y YouTube son hoy el verdadero termómetro social.
Memes, recortes virales y campañas espontáneas pueden definir más el destino de un participante que la propia edición del programa. “La conversación ya no está sólo en la TV. Se traslada y amplifica en redes, donde se consolidan fandoms, se cancelan personajes o se impulsan candidatos con campañas coordinadas”, dice Ferreyra.
Además, el capital digital previo de los participantes empieza a jugar un rol decisivo. “Tener una comunidad propia es una ventaja competitiva. El capital digital no sólo amplifica lo que ocurre en pantalla, sino que otorga independencia y poder de negociación post-programa. Muchas veces, el verdadero premio no es ganar el reality, sino capitalizar la exposición para construir una marca personal que trascienda el formato”, sostiene.
Según Viejobueno, otro fenómeno que acompaña este cambio es el contexto económico y social actual. En tiempos de crisis, las audiencias buscan personajes que encarnen esperanza, lucha o incluso rebeldía ante la adversidad. El humor, la contención emocional y el compañerismo dentro del reality funcionan como formas de catarsis para quienes miran desde casa.
“El participante que refleja esfuerzo personal, resiliencia o una historia de vida difícil, genera un alivio simbólico en el público. La identificación con ese modelo ayuda a sobrellevar las frustraciones cotidianas”, afirma el sociólogo.
Ahora bien, ¿hasta qué punto estos perfiles reflejan de verdad a la sociedad argentina? Viejobueno invita a mirar con cautela. “La televisión es un contexto cerrado, responde a intereses comerciales y de producción. Lo que se muestra es una expresión cultural, sí, pero también una versión limitada y condicionada de la realidad social. Hay una selección previa: de toda la diversidad social, sólo ciertos perfiles son los que terminan en el foco de la cámara”, reflexiona el sociólogo.
En definitiva, el “argentino promedio de reality” cambió, pero lo hizo en sincronía con transformaciones mucho más profundas. La empatía, la vulnerabilidad y la autenticidad son hoy las llaves que abren la puerta de la aceptación pública. Al menos por ahora.

























