Cartas de Lectores II: Cuando fuimos potencia

03 Agosto 2025

He seguido con atención la polémica desatada en la sección “Carta de lectores” a raíz de un reportaje que LA GACETA realizó a un especialista en historia económica el domingo 20 del corriente. Se trata sin duda de un tema importante. Pero el debate me causa cierta preocupación pues algunos lectores (“foristas” por momentos) tienen un reacción desmedida contra el académico entrevistado, que parece osó cuestionar la afirmación del presidente Milei de que la Argentina era una gran potencia económica a principios del siglo XX. Creo muy sana esa discrepancia y no avalaría que todos los especialistas en historia (o cualquier otra materia) repitan de manera acrítica las interpretaciones del presidente en cualquier área del conocimiento. Sería tremendo para la educación argentina en todos sus niveles que luego de cada renovación presidencial los maestros y profesores argentinos deban adecuar los contenidos impartidos a sus alumnos según lo dictado por el primer mandatario. Ojalá eso no ocurra nunca. Tan extraña es esta reacción de algunos lectores y foristas que se critica al académico haciendo uso de sus mismas valoraciones: la Argentina agroexportadora de entonces era próspera, pujante, un país con movilidad social ascendente, uno de los grandes proveedores de cereales y carnes a Inglaterra y al resto de Europa, “con muchos rasgos de civilización y cultura europeas”. Pero no se acepta su idea de que eso no bastaba para ser una “gran potencia económica”. Yo, desde mi humilde posición de simple aficionado a la historia, de lector que intenta leer críticamente y sacar sus propias conclusiones, quiero aportar algunos elementos que pueden agregarse a esa valoración: en la Argentina, gran país exportador, los ferrocarriles, los grandes bancos, las empresas aseguradoras, los telégrafos, los teléfonos, las empresas productoras y distribuidoras de energía eléctrica, los puertos, los frigoríficos, etc., etc., es decir elementos claves de la infraestructura de transporte, comunicaciones, servicios financieros, etc., etc., estaban en manos de capitales ingleses (en menor medida de capitales franceses, estadounidenses y alemanes). Por otro lado, con el saldo comercial favorable con Inglaterra, la Argentina sobrellevaba su condición de deudor crónico con ese país. La Argentina no tenía altos hornos, ni industria siderúrgica, ni metalmecánica, ni flota mercante propia, ni astilleros importantes, ni recibía plusvalía colonial como ingleses y franceses, lo que no impedía que hubiera gente rica y que fuera un país atractivo para los jornaleros españoles e italianos pobres, que venían a estas costas convocados por mejores salarios. Por tal razón la metáfora del tablero de ajedrez no debería indignar a nadie. Quizás pueda molestar por la crudeza de un diagnóstico que lima nuestra autoestima nacional. Pero hay que aceptar las diferencias. La convivencia democrática necesita de tolerancia y capacidad para aceptar las diferencias.

Pablo Labal                                             pablolabal31@gmail.com

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