Una disputa de la barra brava de San Martín altera la paz en La Ciudadela

El jefe de Policía confirmó que hay diferencias entre las facciones de la hinchada “santa” y que se incrementarán los controles. El conflicto se habría desatado por la distribución de entradas. Los dirigentes se mantienen en silencio. ¿Cuáles fueron los últimos antecedentes?

MENSAJE. El año pasado, usaron una bandera para acusar a dos barrabravas de tener vínculos con la droga. MENSAJE. El año pasado, usaron una bandera para acusar a dos barrabravas de tener vínculos con la droga.
Por Gustavo Rodríguez y Bruno Farano 21 Agosto 2025

En el barrio de La Ciudadela hay una oleada de versiones sobre una supuesta interna en la barra brava de San Martín; y de fondo, un enorme mar de silencio. Mientras tanto, la Policía está atenta a lo que sucede y el Ministerio Público Fiscal ya procesó a uno de los protagonistas de esta supuesta pelea. “Estamos al tanto de esta disputa y estamos trabajando para neutralizarla”, le aseguró a LA GACETA Joaquín Girvau, titular de la fuerza.

El clima comenzó a enrarecerse en Santiago del Estero, cuando el “Santo” quedó eliminado contra River de la Copa Argentina. Esa noche, los integrantes de las diferentes facciones habían decidido no ingresar al estadio. La versión que dieron a conocer las autoridades es que los barrabravas habrían vendido las entradas de favor que habían recibido de manos de los dirigentes y que, al no tener tickets, les cerraron las puertas. Sin embargo, hay otra versión que manejan en Bolívar y Pellegrini y es que un fuerte número de barras había decidido realizarle un desplante a uno de los que apuesta a tomar el mando de la tribuna.

Desde esa jornada, nada volvió a ser igual. En los partidos que jugó de local San Martín (contra Alvarado y Deportivo Maipú) las facciones de “La Brava” y del “Barrio Oeste II”, no sólo ingresaron tarde, sino que colgaron las banderas al revés. Los únicos que se mantuvieron ajenos fueron los miembros de “La banda del camión”. También faltaron a Salta, en donde después de mucho tiempo, los dirigentes de Gimnasia y Tiro habían permitido la presencia de hinchada visitante para ese encuentro.

Las tribunas también fueron testigos de lo que sucedió en los dos últimos partidos. Por sus escalones subieron y bajaron corriendo los hinchas generando un clima de tensión. Lo mismo sucede cuando se reunieron en grupos para mantener conversaciones; cuyos contenidos no salieron a la luz. Pero también intercambiaron insultos y se desafiaron, como ocurrió el miércoles por la noche. “Todo el mundo sabe lo que pasa y nadie hace nada. Cuando haya un muerto, reaccionarán”, señaló Luis Estévez, un fanático del “Santo”.

También circuló la versión que en el triunfo con los mendocinos, los policías habían secuestrado armas blancas y de fuego a varios miembros de la barra brava. “Eso no sucedió, pero sí hubo una fuerte requisa. Ante lo que está sucediendo, se decidió incrementar los controles. En el próximo partido vamos a aumentar la presencia de efectivos. Habrá tolerancia cero con estos violentos”, advirtió Girvau.

Varios simpatizantes sostienen que hay una razón que terminó alterando la paz. Ángel “El Mono” Ale y su hijo Facundo, tendrían a su cargo la distribución de las entradas y de esta manera, pretenderían controlar a los que no están a favor de su conducción. “Descarto totalmente esa versión. Ninguno de los dos tiene algo que ver con la barra. No están interesados en manejar nada y mucho menos realizan esa tarea”, aseguró Ricardo Fanlo, defensor de ambos.

Dos días antes del partido, Ricardo Gastón Perpiñal, que sería allegado a Facundo Ale, fue detenido por la Policía junto a otras tres personas, dos de ellas oriundas de Córdoba, en un procedimiento realizado en La Ciudadela. En el interior de la camioneta que se movilizaban, los policías encontraron un arma de fuego, pasamontañas, herramientas y precintos. El fiscal Mariano Fernández logró que se le dictara la prisión preventiva por portación ilegal de una pistola y por encubrimiento, ya que el arma tenía el número de serie limado.

LA GACETA se comunicó con los dirigentes Bruno Sogno y León Kristal, quienes indicaron que el presidente Rubén Moisello era quien estaba más al tanto de la situación. Sin embargo, el mandamás “santo” no respondió las llamadas ni los mensajes que se les enviaron.

La intención era conocer su versión sobre la presunta disputa y si realmente existe un sistema de distribución de entradas sin cargo para los barrabravas y, si de ser así, cuántos tickets les entregaban por cotejo.

Los antecedentes de una situación complicada

En diciembre pasado Facundo Ale fue baleado por desconocidos que se movilizaban en una camioneta negra. La teoría del caso fue que el ataque se había producido como represalia porque las facciones opositoras habían recibido menos entradas para ingresar al estadio. La causa no avanzó por dos razones: la víctima, cuando declaró, no reveló las identidades de los atacantes. Los investigadores tampoco pudieron identificarlos con testimonios de vecinos y no encontraron en la zona cámaras de seguridad que hayan registrado el hecho,

La respuesta no se hizo esperar. En un domingo de fútbol cualquiera, los simpatizantes colgaron una bandera en la que acusaban a dos supuestos miembros de la barra brava de tener vínculos con la droga. Ese “trapo”, como se lo llama en el ambiente futbolero, permaneció durante todo el juego. Nadie se atrevió a descolgarlo y mucho menos, parar el cotejo, como dispone el reglamento cada vez que hay una situación que genere violencia o que se trate de un acto xenofóbico. Ese fue la única bandera que colocó la hinchada “santa” durante aquel partido.

Los mencionados eran Walter “Petiso David” Lobo, hijo de “Blanca” Galván, la mujer que acusó a Facundo Ale de haber baleado su casa. Por ese caso, el joven estuvo detenido más de dos meses. Fue enjuiciado y condenado a un año y seis meses de prisión, pena que está cumpliendo de manera condicional. El señalado desmintió en reiteradas oportunidades ser integrante de alguna facción de la barra brava y que tampoco tenía ninguna intención de ser un líder de ella.

El otro fue Javier “Chuky” Casanova, sospechado de estar vinculado al tráfico de droga. Oriundo del barrio Oeste II, el mencionado mantiene desde años un enfrentamiento con Santiago “Cara i’ Gota” Villafañe, otro sospechoso de manejar una red de narcomenudeo en ese vecindario y uno de los referentes de la facción barrial que es una de las más poderosas de la hinchada “santa”.

La teoría que manejan los investigadores es que Facundo Ale tiene intenciones de seguir los pasos de su padre y de su tío, el fallecido Rubén “La Chancha” Ale. “Esas son versiones totalmente infundadas”, repitió una y otra vez el abogado Fanlo.

Los hermanos Ale, que pasaron de ser líderes de la barra brava a dirigentes del club, fueron condenados en diciembre de 2017 por haber utilizado a San Martín para lavar activos provenientes del narcotráfico y de la trata de personas, entre otros delitos.

La Ciudadela late con el murmullo de una interna que nadie quiere admitir y que todos saben que existe. Entre acusaciones cruzadas, detenciones y silencios dirigenciales, lo que queda claro es que la barra de San Martín atraviesa una fractura peligrosa.

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