EN EL MARTEARENA. Chavarría filmó el partido entre el "Decano" y Newell's por Copa Argentina. Gentileza José Chavarría.
El fútbol profesional tiene una dimensión silenciosa, casi invisible para el hincha que mira desde la tribuna o desde la pantalla. Detrás de cada pase, de cada movimiento sincronizado, de cada error anticipado o virtud neutralizada, hay un trabajo minucioso que no aparece en los diarios ni en las planillas de estadísticas. En Atlético, esa tarea tiene nombre y apellido: José Chavarría, el videoanalista que, con una cámara y una computadora como armas, se convirtió en un engranaje indispensable de los cuerpos técnicos que pasaron por 25 de Mayo y Chile.
La historia de Chavarría con Atlético comenzó casi por casualidad. En 2015, él era camarógrafo y editor de contenido audiovisual en la oficina de comunicación del Municipio. Su vínculo con el fútbol estaba más cerca de la pasión que de lo profesional. Ese año, sin embargo, algo cambió: los chicos de inferiores ya competían en los torneos de AFA y, en un partido contra Boca, vio que el cuerpo técnico rival llevaba un encargado de filmar. “Él me explicó que era lo del videoanálisis”, recuerda. Aquella charla fue el inicio de un recorrido que no imaginaba.
Con un trípode, una cámara y una computadora, Chavarría comenzó a filmar los partidos de las inferiores de Atlético. Lo hacía como colaboración, sin contrato, con el objetivo de ayudar a los más chicos. “Sin querer, me formé dentro del fútbol y del videoanálisis con los profes de las diferentes categorías”, dice. Esa etapa duró hasta 2022, cuando Juan Manuel Azconzábal necesitó un videoanalista. Fue Silvio Nava quien lo recomendó. “Me preguntó si me animaba a darle una mano. Y desde ahí, empecé a trabajar con el cuerpo técnico”, señala. Desde entonces, formó parte de la dupla Favio Orsi y Sergio Gómez, de Facundo Sava y ahora de Lucas Pusineri.
La tarea diaria: observar, catalogar, anticipar
Hoy, el equipo de videoanálisis de Atlético lo integran dos personas: Chavarría, presente todos los días en el complejo Ojo de Agua, y Álvaro Nava, quien hace la misma labor, pero en condición de visitante. La rutina es exigente y varía según el calendario.
“Cada entrenamiento tiene un objetivo final, y todo depende de cuán cerca o lejos tengas la competencia. Hay veces que se trabaja lo táctico, con posicionamientos; otras, se juega un partido contra la Reserva. Todo eso queda registrado. Más allá de las correcciones inmediatas, sirve para revisar al día siguiente y mostrarle al grupo las acciones que Lucas (Pusineri) considere positivas o los puntos a corregir”, explica.
La producción no se reduce a un único video. Los materiales se dividen en diferentes secciones: pelota parada, planillas de penales con los ejecutantes de cada rival, y un video general que resume los patrones del próximo adversario. “Todo lo que hago pasa por el cuerpo técnico. Yo ejecuto lo que ellos quieren mostrarle al plantel. Más allá de que pueda opinar en algunas cuestiones, la responsabilidad y las decisiones siempre son del técnico”, aclara.
La herencia de Bilardo y los desafíos modernos
Para Chavarría, la figura de Carlos Bilardo es ineludible. “Bilardo es el precursor de todo esto. Ya cuando era técnico de la Selección, reunía a los jugadores y les mostraba acciones de juego con las caseteras. No sé cómo hacía porque era muy complicado retroceder las cintas, pero ya tenía esa mirada. Desde entonces se creció poco, porque la dinámica no cambió demasiado. Obviamente hay clubes con estructuras más grandes, pero la lógica sigue siendo la misma”, sostiene.
La clave del trabajo, asegura, está en la planificación. Y también en la capacidad de aceptar que no todo se puede controlar. “Lamentablemente, muchas veces lo que uno estudia termina ocurriendo igual. Pasó con Newell’s y con Gimnasia: habíamos visto en los videos lo que después sufrimos en el partido. Es una muestra de que los patrones se cumplen, pero que también depende de los jugadores neutralizarlos”, reconoce.
Los rivales, la pelota parada y el factor sorpresa
Uno de los aspectos donde Pusineri pone más atención es la pelota parada. Chavarría lo confirma. “Lucas le da mucha importancia a ese rubro y, sobre todo, a los laterales cercanos al área, que hoy son una herramienta muy utilizada para atacar”, señala.
Pero en el ajedrez del fútbol, no todo es previsible. Los rivales también analizan a Atlético, y el técnico busca sorprender con variantes. “Antes de jugar con Boca, Lucas nunca había utilizado una línea de cinco. Ese día lo confundió con ese sistema. Él trata de lograr versatilidad: línea de cuatro o de cinco, tres volantes o un solo punta. El objetivo es que el equipo se adapte a diferentes situaciones y que no nos tomen la mano”, explica Chavarría.
No obstante, también hay momentos en que el plan inicial se desarma. “Nos sorprendió Gimnasia, porque venían jugando con un 4-2-3-1 y salieron con un 4-4-2. Cambió todo lo que habíamos visto. También pasó con Talleres, que probaba diferentes dibujos con Tevez. Siempre existe ese margen para el factor sorpresa, y hay que tener un plan B para contrarrestar”, señala.
Entre la táctica y lo emocional
La labor del videoanalista no termina en el pizarrón ni en la computadora. El fútbol es un deporte atravesado por lo emocional, y eso, según Chavarría, también incide en las decisiones. “A simple vista se nota que los equipos cambian de local a visitante. Eso está relacionado con el contexto, el ambiente y lo emocional. Podés plantear un 4-4-2, pero después los jugadores se mueven y van decidiendo dentro de la cancha”, reflexiona.
Esa dinámica, incontrolable e imprevisible, es la que hace que el videoanálisis sea a la vez una herramienta poderosa y limitada. “Podemos ver miles de videos, pero los que toman las decisiones son los jugadores. Nosotros tratamos de ser una ayuda más”, resume.
Lo que empezó como una colaboración con las inferiores se convirtió en una profesión a tiempo completo. Chavarría es hoy el ojo invisible de Atlético, el que graba, corta, edita y organiza horas de material que luego se transforman en consignas tácticas. Su oficina no es la tribuna ni la cancha: es la computadora. Su público no son los hinchas: son los jugadores y el cuerpo técnico.





















