Otra fachada está lista y la Iglesia San Francisco luce cada vez mejor

Culminó la recuperación sobre la calle San Martín. Ahora se necesitan $300 millones para afrontar las obras en el interior del templo.

EN ARMONÍA. La restauración del frente de la iglesia se había inaugurado el año pasado; ahora toda la fachada luce integrada por el color original. EN ARMONÍA. La restauración del frente de la iglesia se había inaugurado el año pasado; ahora toda la fachada luce integrada por el color original.

Paso a paso, San Francisco va recuperando el esplendor perdido. El año pasado se inauguró una de las etapas más complejas del plan de obras y fue toda una sorpresa, ya que el frente de la iglesia -con los colores originales recuperados y cada centímetro restaurado- brilla en el paisaje del microcentro. Ahora quedó lista la fachada que da a la calle San Martín, una superficie de alrededor de 1.000 metros cuadrados, incluyendo los paños laterales del campanario, que, ya pintada, armoniza con el resto de la estructura.

Los arquitectos Andrés Nicolini y María Laura Cuezzo están involucrados a pleno en esta cruzada que representa la puesta en valor de San Francisco, Monumento Histórico Nacional y pieza clave en el patrimonio de los tucumanos. De su análisis se desprende que restaurar un edificio de esta magnitud significa escuchar lo que las paredes dicen, “leer” en las grietas y en las manchas de humedad la historia de intervenciones pasadas, con sus aciertos y sus errores, y tomar decisiones que conjugan la técnica con el respeto por lo patrimonial.

“Se recuperaron los revoques que estaban en mal estado, se trabajó en la reparación de la cubierta, se reemplazaron canaletas y se sanearon los desagües -explica Nicolini-. Todo lo que tiene que ver con la funcionalidad del edificio fue atendido”. Además, se restauraron rejas y se intervino la puerta de madera que da a la calle San Martín. Ya se sacaron los andamios, y entre el martes y el miércoles retirarán la pasarela, lo que permitirá apreciar la obra en toda su magnitud.

Cuestiones técnicas

Uno de los trabajos más minuciosos fue la impermeabilización de las superficies horizontales -parapetos, cornisas y molduras- que cumplen la función de alejar el agua de lluvia del muro. Detalla Cuezzo que, con el paso de los años, esas piezas habían dejado de proteger y se habían convertido en canales de filtración: el agua se acumulaba y penetraba en el interior de la mampostería, provocando desprendimientos de revoques y manchas de humedad. “Aplicamos una malla que permite dilataciones sin fisuras y materiales específicos de gran flexibilidad e impermeabilidad. Incorporamos tecnología nueva, sin perder la coherencia con los revoques originales”, añade.

El hallazgo más delicado fue una grieta central en el acceso lateral, detectada hace tiempo y ya intervenida en la década de 1990 con proyectos de ingeniería. Aquella solución había consistido en colocar llaves metálicas para contener el movimiento del muro. Sin embargo, la grieta se desvió de su traza original y fue absorbida por las puntas de esas llaves, lo que obligó a diseñar una nueva estrategia. “Se optó por colocar pequeñas llaves cada 40 centímetros, con barras de hierro torsionado embutidas en la mampostería, de manera de unir la grieta en toda su extensión, de arriba a abajo”, precisa Nicolini.

EN EL ANDAMIO. Trabajaron sobre unos 1.000 metros cuadrados. EN EL ANDAMIO. Trabajaron sobre unos 1.000 metros cuadrados.

Ese procedimiento no se limitó a la fachada. También se aplicó en el campanario, donde se encontraron fisuras menores, especialmente bajo el pináculo sur. La idea fue unificar criterios, empleando la misma técnica para dar continuidad y estabilidad al edificio. “De esa manera, el volumen que se ve desde la plaza aparece ahora como un todo unitario”, señala Cuezzo. La parte trasera del campanario todavía queda pendiente de intervención, lo mismo que las caras posteriores del cuerpo de fachada.

Un capítulo aparte merece la cúpula, coronada por su linterna. Nicolini se calzó el arnés, subió para verla en directo y encontró buenas noticias, ya que no se notan daños estructurales. La última gran intervención en ese sector data de 2010, cuando se restauraron las cubiertas de cerámica esmaltada y se repasaron las juntas. Ese trabajo permitió resolver filtraciones que habían provocado desprendimientos en la pintura interior. Hoy la cúpula necesita principalmente una limpieza de musgo y humedad, así como la reparación de revoques en las cornisas del tambor. No faltan piezas de cerámica, lo que representa una ventaja en términos de conservación.

La linterna, con sus pequeñas ventanas, cumple un rol funcional además de simbólico. “Actúa como un tiraje, como una chimenea, permitiendo la ventilación del espacio. Pero también tiene un sentido religioso, porque la luz que entra desde arriba baña la curvatura de la cúpula y adquiere un valor simbólico evidente”, reflexiona Nicolini.

Lo que viene

¿Cuándo abrirá el templo? Los arquitectos, al igual que sus compañeros de la comisión que se puso al hombro la recuperación de San Francisco, reciben esa pregunta todos los días. Cuentan sobre la desilusión de los turistas que se dan con las puertas cerradas y de la fidelidad de los creyentes. Algunos de ellos acuden con su misal y se quedan rezando en el atrio. Pero en el interior del templo hay mucho por hacer.

En ese sentido se dio otro paso decisivo, a partir de los informes elaborados por especialistas y del proyecto de consolidación estructural, ya listo y detallado. Se trata de inyectar hormigón a los cimientos y de trabajar sobre las grietas -hay una evidente y riesgosa que se aprecia claramente en la sacristía-. Ese plan demandará una inversión de alrededor de $ 300 millones. Una vez concluida esa etapa se podrá proceder a la tan ansiada apertura de la iglesia.

Pero aún quedará pendiente otra etapa, ligada en este caso al riquísimo patrimonio artístico de San Francisco. Nicolini pone como ejemplo que las pinturas de la cúpula, realizadas sobre chapas metálicas fijadas en bastidores de madera, lucen en estado crítico. “La madera se fue desprendiendo y arrastró las chapas. La pintura hay que rehacerla prácticamente desde cero. Es un trabajo de restitución artística muy importante”, advierte. Lo mismo ocurre en las pechinas -las cuatro superficies curvas que sostienen la cúpula- donde se habían representado a los cuatro evangelistas. “Se perdió por completo la pintura y hasta el revoque”, lamenta.

“Ya consolidado el edificio, evitando que siga moviéndose o agrietándose, corresponde devolverle su lucimiento artístico con la recuperación de pinturas y revoques interiores”, señalan Nicolini y Cuezzo. Esto demandará la elaboración de otro proyecto, que implicará una tarea interdisciplinaria. “No depende sólo de arquitectos -subrayan-; requiere de restauradores de pintura, ingenieros eléctricos y especialistas en iluminación, además de expertos en patrimonio”.

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